José Luís Peixoto nació en una brecha de la historia portuguesa. En 1974, después de la Revolución de los Claveles que puso fin a la dictadura de forma pacífica. En su último libro, una novela que se titula precisamente Libro (El Aleph), escribe sobre lo que ocurrió en su país antes de que él naciera. "Es arriesgado", explica, "porque las personas que vivieron aquello todavía viven, y todavía tienen mucha capacidad de contar su propia historia. A la gente de mi generación siempre nos recuerdan las cosas que no vivimos, la dictadura, la guerra colonial, la emigración. Es una generación definida por algo que no vivió, porque nacimos en el momento en que cambió la historia del país".
Hay dos temas que preocupan, y mucho, a Peixoto: el mundo rural portugués y la emigración, que son los dos ejes en torno a los que se desarrolla la novela. "El mundo rural tiene múltiples aspectos en contraste. Uno puede encontrar la ternura más conmovedora, la sencillez, la bondad (una palabra que hoy en día no se utiliza mucho), pero también se encuentra lo contrario de eso, lo despiadado, acciones muy crudas, muy violentas. Me gustó poder crear algo que tuviese los dos lados, con personajes que no fuesen ni buenos ni malos, sino que, simplemente, tienen sus razones para obrar como obran". Los padres de Peixoto fueron emigrantes en París, en una época en que había en la capital francesa un millón y medio de portugueses buscándose el sustento (lo que suponía un 15% de la población del país). Pero el autor nació cuando regresaron y vivió en un pequeño pueblo del Alentejo hasta los 18 años. "El tiempo en el campo tiene una importancia enorme, se marca de formas múltiples: tienes contacto con los nacimientos, las muertes, con el crecimiento, con lo mejor y con lo peor. No debemos apartarnos demasiado de la naturaleza, somos seres naturales".
La primera parte de la novela trata, con un lenguaje no falto de lirismo, de las peripecias (lo conmovedor y lo crudo) de unos personajes que, en los años sesenta, viven en un pueblo portugués y se ven obligados a emigrar. "Los portugueses que emigraron hacia Francia lo hicieron en condiciones muy difíciles, pasando ilegalmente, siendo perseguidos en Portugal por la policía portuguesa, en España por la Guardia Civil, y llegando a Francia en una situación que muchas veces era peor que lo que dejaban. Vivían once meses de muchas privaciones en Francia para luego tener un mes de opulencia en Portugal. La crudeza de la novela tiene que ver con la crudeza de la realidad que trata de retratar. Escribí, además, sobre esta emigración específica pero tuve en cuenta todas las migraciones, todas las cuestiones actuales en este aspecto". Durante unos años, Portugal pasó de ser emisor de emigrantes a receptor de inmigrantes, "aunque ahora vuelve a ser un país de emigrantes, en unas condiciones muy distintas, con un nivel cultural distinto. Durante diez años recibimos inmigrantes del este de Europa, de las antiguas colonias, de Brasil, etcétera. En muchos aspectos la experiencia de la emigración no fue suficientemente asimilada hasta el punto de tener presente la perspectiva de los otros, y no se les trató todo lo bien que se debería. La literatura tiene la oportunidad de darte la perspectiva de los otros. Por eso creo en la necesidad de esta novela. Somos nuestra historia y hay que aceptarla para comprender lo que somos hoy".
En la segunda parte (que ocupa las últimas 50 páginas), la novela da un giro radical y se adentra abruptamente en lo metaliterario, lo experimental. El narrador se dirige al lector, se reflexiona sobre lo anterior, el estilo se torna más actual. Lo cierto es que ese tránsito tiene algo de shock, y si alguien no llega a la página 200, donde empieza esta parte, se llevará una impresión muy diferente de la obra. "La novela no sería la misma sin esa segunda parte, es un cambio total en la manera de ver lo que ocurrió antes. Sólo podría ser escrita hoy en día: trata de jugar con la literatura, con la narrativa, de una forma eficaz, que tenga algún sentido, desmontándola al servicio de algo más grande. Hay un momento en el que el libro se torna un personaje más, un ser. En muchos momentos me parece que el libro va a leer también al lector, porque eso también ocurre. Sería interesante pensar qué opinión tienen los libros de nosotros", bromea. "Para mí también fue un shock empezar a escribir esta parte, un desafío. De todas formas, no me gustaría escribir una novela en la que estuviera completamente cómodo: las librerías, las bibliotecas, están llenas de libros, cuando nosotros nacimos ya existían miles de libros, mientras hablamos se publican libros. Cuando publicas un libro estás diciendo: 'Aquí hay algo en lo que me parece que vale la pena que inviertan unas horas de su vida".
El País
Comentarios