Volviendo al libro de Marchamalo, cada autor debe, después de desgranar su biblioteca, elegir, de su propia obra, su libro preferido. Pérez-Reverte elige la serie de 'Aventuras del capitán Alatriste'. Argumenta su elección con estas palabras: "Los libros de Alatriste son, quizás, los que me hagan sentir más orgulloso como escritor. Están en los colegios, los leen los jóvenes y muchas personas han entrado en el siglo XVII a través de ellos. Sé que si estoy en la Academia es por Alatriste". Nada que objetar al respecto. Pero también no es menos cierto que si la serie de Alatriste constituye para su autor lo más valioso de su obra es porque en ella expresa su visión quevediana del siglo XVII español, la amargura, la desilusión, la crisis del barroco, para decirlo con palabras del añorado maestro José Antonio Maravall.
Se publica ahora un nuevo título de la serie de Alatriste, El puente de los asesinos. Como en anteriores, el relato recae en Íñigo Balboa, el joven espadachín que en el momento de las peripecias junto a su "viejo amo" y otros personajes que vuelven a aparecer tiene dieciocho años. Ya sabemos que Balboa escribe desde un presente muy distante de los hechos que nos cuenta. Las coordenadas históricas son las del reinado de Felipe IV, durante una España en franca decadencia. En esta nueva entrega, que se desarrolla en Venecia, sobresale uno de los aspectos que yo más valoro en ella, además de su tono lúcidamente crepuscular: el punto de vista de la narración, su desdoblamiento en autobiografía desesperanzada (de Balboa) y en su relato admirativo del capitán Alatriste, la descripción pormenorizada del atrezzo, la fiesta y el humor del lenguaje canalla de la época, el diagnóstico sociológico. Y ese aire de novela de iniciación que esconde la novela. En medio, el fragor de las escaramuzas, la traición avizorada. En el capítulo de los recursos narratológicos, la recurrente mención a la muerte de Alatriste en una batalla por venir parece más la firma retórica del autor que un asunto de la trama, como esos cuadros barrocos donde siempre encontramos en una de sus esquinas una hoja en blanco u otro rasgo enigmático. En El puente de los asesinos reaparece el peligroso Gualterio Malatesta. Con él se enfrenta Alatriste para saldar una vieja deuda. Se cruzan las espadas y los cuchillos hieren la carne de los dos espadachines. Y ahí acaba todo. Una mutua piedad se impone. Como si perdonando al otro, se perdonaran a sí mismos. No me gustó en su momento el comienzo de El capitán Alatriste ("No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente"). Me gustó ahora el nuevo libro de Pérez-Reverte. Y me gustó sobre todo su final.
El País.
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