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Diego Carcedo rescata las vidas de los españoles que plantaron cara al holocausto

Madrid, 19 oct (EFE).- El periodista Diego Carcedo rescata en su nuevo libro, "Entre bestias y héroes", la peripecia vital de numerosos españoles, diplomáticos algunos de ellos y otros, ciudadanos anónimos, que ayudaron a miles de judíos a escapar del exterminio nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

"Los españoles que plantaron cara al holocausto" es el subtítulo de esta obra, que fue galardonada con el Premio Espasa de Ensayo y que le debe mucho a la investigación que emprendió Carcedo (Cangas de Onís, 1940) para reconstruir la valiente actuación del diplomático Ángel Sanz-Briz en Budapest, comentaba hoy el autor en una entrevista con Efe.

Fruto de aquella investigación fue el libro "Un español frente al holocausto", que ha servido de inspiración para la película "El ángel de Budapest", de TVE, protagonizada por Francis Lorenzo y Ana Fernández.

Mientras preparaba aquel libro, Carcedo fue encontrando datos en el Ministerio de Asuntos Exteriores y en hemerotecas sobre las actividades desarrolladas por otros diplomáticos en diferentes países europeos, "que -dice- ayudaron en mayor o menor medida a salvar a judíos, generalmente sefardíes descendientes de españoles".

Esa ayuda se pudo prestar gracias a "un antiguo decreto que había aprobado Primo de Rivera, concediéndoles pasaporte español a los descendientes de los judíos expulsados de España en 1492", comenta Carcedo, que fue corresponsal de TVE en Lisboa y Nueva York, y director de los servicios informativos de TVE y de Radio Nacional .

"El decreto había prescrito, pero apoyándose en él, salvaron a miles de judíos en Bulgaria, Rumanía, Grecia y en Francia", señaló este periodista y escritor, curtido "en muchas guerras" y vicisitudes.

Algunos diplomáticos se jugaron su carrera por ayudar a los judíos y fueron desterrados a destinos poco apetecibles en aquella época, afirma el autor de libros como "Neruda y el barco de la esperanza", "El Schindler de la guerra civil" y "Fusiles y claveles".

En el libro, Carcedo trata de contextualizar esas actuaciones y de reflejar cómo era la política española en aquellos años de la Segunda Guerra Mundial, "en una época -recuerda- en la que España estaba claramente inclinada hacia el nazismo, y en la que millones de judíos atrapados por la persecución nazi no tenían otra vía de escape más que por España y Portugal, dos dictaduras muy afines a los nazis".

Pasar legalmente "era muy difícil" y la única forma era "hacerlo clandestinamente por los Pirineos". Murieron muchos en el intento y otros fueron detenidos y deportados de nuevo a Francia.

Junto a esos españoles generosos que rememora Carcedo, hubo otros que cobraron por hacerlo y que "tendieron trampas a los judíos, que eran abandonados en mitad de la montaña".

Entre los valerosos Carcedo recuerda con especial cariño la actuación de las tres hermanas Touza, cantineras de la estación de Ribadavia (Orense), que ayudaron a decenas de refugiados a pasar a Portugal a través de la frontera del Miño, en especial Lola, la mayor. "Eran muy queridas en el pueblo", asegura Carcedo.

Conmovedor es también el caso del futbolista Saturnino Navazo, un jugador del Betis cuyas ideas izquierdistas lo obligaron a huir a Francia, donde fue internado en uno de los campos a los que iban a parar los refugiados españoles.

Cuando los nazis invadieron Francia, Saturnino fue enviado al campo de concentración de Mauthausen. Allí se convirtió en "padre adoptivo" de Sigfried Mier, un niño judío alemán, de ocho años, que había logrado escapar del campo de exterminio de Auschwitz, donde murieron sus padres.

Después de mil peripecias, el niño acabó en Mauthausen, en el pabellón de los republicanos españoles. Navazo le enseñó frases de español y le recomendó que se hiciera pasar por su hijo.

El futbolista cuidó de él y cuando terminó la guerra, se lo llevó a Toulouse (Francia), lo escolarizó y procuró que aprendiera español al mismo tiempo que francés.

"Mi padre Saturnino era un santo", diría siempre Siegfried Mier, que actualmente vive en Ibiza, rememora Carcedo.

Entre esas peripecias vitales que recoge Carcedo hay algunas conocidas como la de Walter Benjamín, el prestigioso pensador marxista alemán que llevaba años escapando de los nazis y que, cuando los alemanes ocuparon París, huyó hacia el sur.

Cruzó España por los Pirineos, acompañado por otras personas, y cuando llegó a Portbou, le dijeron que no podía embarcar hacia Estados Unidos y que lo tenían que deportar de nuevo a Francia. Ante ese panorama, se suicidó.

El País

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