“La esencia del lenguaje a la cual los filósofos otorgan ya un papel principal-y que señalaría la noción misma de cultura-consiste en hacer brillar, más allá del dato, al ser en su conjunto. El dato tomaría una significación a la partida de esa totalidad.
Pero la totalidad que ilumina no sería el total de una adición obtenida por un Dios fijado en la eternidad. La totalización de la totalidad no sería semejante a una operación matemática. Sería una conjunción o un ordenamiento creador e imprevisible, muy semejante, por su novedad y por lo que debe a la historia,, a la intuición bergsoniana. Es por esta referencia de la totalidad iluminadora al gesto creador de la subjetividad que se puede caracterizar la originalidad de la nueva noción de la significación irreductible a la integración de contenidos intuitivamente dados, irreductible también a la totalidad hegeliana que se constituye objetivamente”.
Pero la totalidad que ilumina no sería el total de una adición obtenida por un Dios fijado en la eternidad. La totalización de la totalidad no sería semejante a una operación matemática. Sería una conjunción o un ordenamiento creador e imprevisible, muy semejante, por su novedad y por lo que debe a la historia,, a la intuición bergsoniana. Es por esta referencia de la totalidad iluminadora al gesto creador de la subjetividad que se puede caracterizar la originalidad de la nueva noción de la significación irreductible a la integración de contenidos intuitivamente dados, irreductible también a la totalidad hegeliana que se constituye objetivamente”.
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