Es la biografía del cáncer", afirma el oncólogo Siddhartha Mukherjee en su libro. Dado que las biografías se aplican más a las personas que a las enfermedades, El emperador de todos los males es una investigación periodística exhaustiva y muy documentada sobre las políticas del cáncer. En este Premio Pulitzer de ensayo del año 2011 se sigue una tradición de profesionales de la medicina que se implican en la descripción periodística de fenómenos sociales, como los profesores de la Universidad de Harvard Atul Gawande y Jerome Groopman, cuyos escritos en la revista The New Yorker sobre los problemas de la sanidad estadounidense o sobre cómo toman decisiones los médicos, respectivamente, han tenido una importante influencia en los círculos académicos y políticos norteamericanos. Siguiendo este modelo a medio camino entre la investigación y la historia novelada, salpicado de múltiples citas de investigadores, escritores y periodistas, el doctor Mukherjee realiza una descripción del contexto político y social que rodea el cáncer desde Galeno y el antiguo Egipto hasta la reciente caracterización del genoma del cáncer con especial énfasis en los hechos ocurridos en los últimos cincuenta años. El resumen de estos años viene determinado por las falsas promesas de las décadas de los sesenta y setenta, en las que todos los investigadores parecían tener una solución para curar el cáncer, a los problemas de los ochenta, cuando fracasan algunos abordajes terapéuticos, y el realismo de los noventa, en que empieza a contemplarse el cáncer como una enfermedad muy heterogénea. El siglo XXI aparece en el libro como el siglo de la biología celular y molecular y el de la introducción de terapias individualizadas. Los éxitos y los fracasos en la lucha contra el cáncer, al que el autor denomina como el emperador de todas las enfermedades o el rey del terror, nutren el relato contenido en este libro.
Este recorrido histórico de los héroes, villanos, dogmas y retos del cáncer permite identificar los momentos clave en torno al abordaje terapéutico de la enfermedad con un especial énfasis en los investigadores y los médicos. A ello se une una descripción muy entendible de la biología celular y molecular del cáncer y una muy breve descripción de pacientes activistas. Para ello utiliza documentación de procedencia muy diversa que incluye entrevistas con un largo superviviente en Maine y un intento fallido de contactar con el mayor defraudador de la historia de la oncología, el sudafricano Werner Bezwoda, que no dudó en inventarse resultados clínicos para justificar el tratamiento con quimioterapia intensiva y trasplante de médula ósea en los tumores sólidos, especialmente cáncer de mama avanzado, lo que resultó ser ineficaz y muy arriesgado cuando se comparó con el tratamiento estándar.
Esta historia del cáncer está narrada en un tono detectivesco en el que poco a poco van adquiriendo protagonismo de forma cronológica diferentes actores, que bien sea por sus egos inflamados, por su tenacidad o por su personalidad competitiva van dejando su huella en la historia del cáncer. Entre estos destaca Sidney Farber, al que se define como "quimioterapéutico" por su tesón por demostrar que el cáncer podría ser tratado con fármacos. Farber también se convierte en el primer activista en luchar porque el cáncer sea prioridad en la agenda de los políticos. Para ello se une a la filántropa neoyorquina Mary Lasker y ambos ejercen poderosas acciones de lobby en el Senado estadounidense, implicando inicialmente al senador Edward Kennedy y luego al presidente Nixon. La idea del dúo Farber y Lasker es que la lucha contra el cáncer debe venderse como un detergente en el contexto de una campaña de marketing, implicando a los medios de comunicación y a los políticos. La trayectoria en los medios de comunicación no es fácil. En 1937 la revista Fortune publica una portada denominando al cáncer "la gran oscuridad"; en 1950 The New York Times informa a una lectora de que no le puede publicar una carta sobre el cáncer y será Lasker quien conseguirá en el año 1969 publicar un anuncio de sensibilización en ese diario. El reconocimiento de la enfermedad se apagaba con fuerza por la génesis de un estigma social que aún persiste en nuestros días. A pesar de que este libro no aborda el tema, los estudios realizados en España por la Universidad de los Pacientes ponen de manifiesto la discriminación laboral, el desamparo psicológico y el estigma social que sufren los pacientes y sus familias. La lucha contra la estigmatización la inició Farber cuando creó el aún vigente Jimmy Fund, donde la figura de un niño anónimo de 12 años sirvió para aunar a deportistas y la causa del cáncer para atraer dinero para investigación. Mientras tanto, Lasker hacía actividad filantrópica en los círculos políticos de Nueva York y Washington, lo que produjo que un senador llamado Neely promoviera una gratificación económica a quien "arrestara al cáncer".
El doctor Mukherjee utiliza de forma cronológica el cáncer de mama como ejemplo de la evolución que ha tenido la investigación en cáncer. Esta visión permite ver la controversia generada en torno a la adecuación de la mamografía como técnica de diagnóstico precoz en mujeres sanas, donde hoy por hoy aún existe una gran controversia en torno a la relación riesgo-beneficio en el grupo de edad de mujeres entre 40 y 49 años. Esta controversia viene generada por la dificultad de realizar estudios poblacionales a gran escala, los problemas de diseño atribuibles a esos estudios y el diferente comportamiento del tumor en función de la edad y las características hormonales de la mujer. El tratamiento del tumor de mama fue una práctica controvertida durante años. Destaca el empeño del cirujano William Halsted, que propuso una práctica que se mantuvo casi 100 años, denominada mastectomía radical, que suponía la extirpación de toda la glándula mamaria y los ganglios y tejidos musculares adyacentes. Esta práctica producía efectos secundarios importantes, entre ellos, el temido linfedema. Con los años la mastectomía radical fue reemplazada por operaciones más conservadoras acompañadas de radioterapia o de quimioterapia. El mejor conocimiento del tumor permitió distinguir un tipo de tumor estrógeno-dependiente que respondía muy bien a tamoxifeno y en los últimos años la caracterización genética del tumor permite tratamientos específicos de receptor que bloquean el crecimiento. Este avance en el cáncer de mama, que afecta en nuestro entorno a una de cada diez mujeres a lo largo de su vida, ha supuesto una reducción estimada de la mortalidad del 24% según Mukherjee, la mitad atribuible a la mamografía y la otra mitad a los avances terapéuticos.
Todos los avances en el cáncer no han estado exentos de dogmas narrados en este libro. Se atribuye a Hipócrates el dicho de que "mejor no tratarlo porque los pacientes viven más". Uno de los dogmas ya superado es el de pensar que todos los cánceres tenían la misma causa y, por lo tanto, el mismo tratamiento. Ello ha contribuido a considerar diferentes factores causales: los virus, las hormonas, los carcinógenos ambientales y las bacterias, entre otros. Si bien algunos de estos agentes son responsables de tumores específicos la causa más frecuente de la mayoría de tumores es desconocida. Otro dogma consistía en enfatizar la importancia de tratar el tumor sin preocuparse de cuál podía ser su causa, lo que condujo a una separación entre oncólogos y biólogos que vivían incomunicados. A veces, los dogmas condujeron a grandes errores, como por ejemplo el considerar que la lucha contra el cáncer debía seguir el mismo modelo taylorista de recursos y personas que produjo la bomba atómica o la llegada del primer hombre a la Luna. El presidente Nixon fue el primero que siguiendo ese modelo generó un gran fracaso. Algunos dogmas tardaron 30 años en superarse, como el de Georges Papanicolau para convencer a los médicos sobre la utilidad de la prueba que lleva su nombre y que probó con su esposa. También resulta intrigante la actuación de las compañías de tabaco que durante 50 años de connivencia con el poder político fueron aminorando el conocido mensaje de que el hecho de fumar correlacionaba con gran intensidad con morir de un cáncer de pulmón. Finalmente, el tratamiento del cáncer sigue planteando múltiples preguntas sin respuesta: ¿se debe tratar con las nuevas terapias sólo a los pacientes con enfermedad avanzada?, ¿cuántos fármacos simultáneos se deben administrar en combinación?, ¿cuántos ciclos de quimioterapia se deben administrar a lo largo de la enfermedad?
Los mensajes clave de futuro sobre esta enfermedad que sufrirán en España una de cada cuatro mujeres y uno de cada tres hombres se resumen en una frase del autor: "La guerra contra el cáncer estará mejor ganada si redefiniéramos el concepto de victoria". Con ello quiere decir que quizás se pierda la guerra pero se han ganado y se ganarán suficientes batallas para curar a algunas personas, mejorar la calidad de vida de algunas otras y retrasar la muerte de muchas. Al final el principal riesgo de morir es estar vivo.
-Es la biografía del cáncer", afirma el oncólogo Siddhartha Mukherjee en su libro. Dado que las biografías se aplican más a las personas que a las enfermedades, El emperador de todos los males es una investigación periodística exhaustiva y muy documentada sobre las políticas del cáncer. En este Premio Pulitzer de ensayo del año 2011 se sigue una tradición de profesionales de la medicina que se implican en la descripción periodística de fenómenos sociales, como los profesores de la Universidad de Harvard Atul Gawande y Jerome Groopman, cuyos escritos en la revista The New Yorker sobre los problemas de la sanidad estadounidense o sobre cómo toman decisiones los médicos, respectivamente, han tenido una importante influencia en los círculos académicos y políticos norteamericanos. Siguiendo este modelo a medio camino entre la investigación y la historia novelada, salpicado de múltiples citas de investigadores, escritores y periodistas, el doctor Mukherjee realiza una descripción del contexto político y social que rodea el cáncer desde Galeno y el antiguo Egipto hasta la reciente caracterización del genoma del cáncer con especial énfasis en los hechos ocurridos en los últimos cincuenta años. El resumen de estos años viene determinado por las falsas promesas de las décadas de los sesenta y setenta, en las que todos los investigadores parecían tener una solución para curar el cáncer, a los problemas de los ochenta, cuando fracasan algunos abordajes terapéuticos, y el realismo de los noventa, en que empieza a contemplarse el cáncer como una enfermedad muy heterogénea. El siglo XXI aparece en el libro como el siglo de la biología celular y molecular y el de la introducción de terapias individualizadas. Los éxitos y los fracasos en la lucha contra el cáncer, al que el autor denomina como el emperador de todas las enfermedades o el rey del terror, nutren el relato contenido en este libro.
Este recorrido histórico de los héroes, villanos, dogmas y retos del cáncer permite identificar los momentos clave en torno al abordaje terapéutico de la enfermedad con un especial énfasis en los investigadores y los médicos. A ello se une una descripción muy entendible de la biología celular y molecular del cáncer y una muy breve descripción de pacientes activistas. Para ello utiliza documentación de procedencia muy diversa que incluye entrevistas con un largo superviviente en Maine y un intento fallido de contactar con el mayor defraudador de la historia de la oncología, el sudafricano Werner Bezwoda, que no dudó en inventarse resultados clínicos para justificar el tratamiento con quimioterapia intensiva y trasplante de médula ósea en los tumores sólidos, especialmente cáncer de mama avanzado, lo que resultó ser ineficaz y muy arriesgado cuando se comparó con el tratamiento estándar.
Esta historia del cáncer está narrada en un tono detectivesco en el que poco a poco van adquiriendo protagonismo de forma cronológica diferentes actores, que bien sea por sus egos inflamados, por su tenacidad o por su personalidad competitiva van dejando su huella en la historia del cáncer. Entre estos destaca Sidney Farber, al que se define como "quimioterapéutico" por su tesón por demostrar que el cáncer podría ser tratado con fármacos. Farber también se convierte en el primer activista en luchar porque el cáncer sea prioridad en la agenda de los políticos. Para ello se une a la filántropa neoyorquina Mary Lasker y ambos ejercen poderosas acciones de lobby en el Senado estadounidense, implicando inicialmente al senador Edward Kennedy y luego al presidente Nixon. La idea del dúo Farber y Lasker es que la lucha contra el cáncer debe venderse como un detergente en el contexto de una campaña de marketing, implicando a los medios de comunicación y a los políticos. La trayectoria en los medios de comunicación no es fácil. En 1937 la revista Fortune publica una portada denominando al cáncer "la gran oscuridad"; en 1950 The New York Times informa a una lectora de que no le puede publicar una carta sobre el cáncer y será Lasker quien conseguirá en el año 1969 publicar un anuncio de sensibilización en ese diario. El reconocimiento de la enfermedad se apagaba con fuerza por la génesis de un estigma social que aún persiste en nuestros días. A pesar de que este libro no aborda el tema, los estudios realizados en España por la Universidad de los Pacientes ponen de manifiesto la discriminación laboral, el desamparo psicológico y el estigma social que sufren los pacientes y sus familias. La lucha contra la estigmatización la inició Farber cuando creó el aún vigente Jimmy Fund, donde la figura de un niño anónimo de 12 años sirvió para aunar a deportistas y la causa del cáncer para atraer dinero para investigación. Mientras tanto, Lasker hacía actividad filantrópica en los círculos políticos de Nueva York y Washington, lo que produjo que un senador llamado Neely promoviera una gratificación económica a quien "arrestara al cáncer".
El doctor Mukherjee utiliza de forma cronológica el cáncer de mama como ejemplo de la evolución que ha tenido la investigación en cáncer. Esta visión permite ver la controversia generada en torno a la adecuación de la mamografía como técnica de diagnóstico precoz en mujeres sanas, donde hoy por hoy aún existe una gran controversia en torno a la relación riesgo-beneficio en el grupo de edad de mujeres entre 40 y 49 años. Esta controversia viene generada por la dificultad de realizar estudios poblacionales a gran escala, los problemas de diseño atribuibles a esos estudios y el diferente comportamiento del tumor en función de la edad y las características hormonales de la mujer. El tratamiento del tumor de mama fue una práctica controvertida durante años. Destaca el empeño del cirujano William Halsted, que propuso una práctica que se mantuvo casi 100 años, denominada mastectomía radical, que suponía la extirpación de toda la glándula mamaria y los ganglios y tejidos musculares adyacentes. Esta práctica producía efectos secundarios importantes, entre ellos, el temido linfedema. Con los años la mastectomía radical fue reemplazada por operaciones más conservadoras acompañadas de radioterapia o de quimioterapia. El mejor conocimiento del tumor permitió distinguir un tipo de tumor estrógeno-dependiente que respondía muy bien a tamoxifeno y en los últimos años la caracterización genética del tumor permite tratamientos específicos de receptor que bloquean el crecimiento. Este avance en el cáncer de mama, que afecta en nuestro entorno a una de cada diez mujeres a lo largo de su vida, ha supuesto una reducción estimada de la mortalidad del 24% según Mukherjee, la mitad atribuible a la mamografía y la otra mitad a los avances terapéuticos.
Todos los avances en el cáncer no han estado exentos de dogmas narrados en este libro. Se atribuye a Hipócrates el dicho de que "mejor no tratarlo porque los pacientes viven más". Uno de los dogmas ya superado es el de pensar que todos los cánceres tenían la misma causa y, por lo tanto, el mismo tratamiento. Ello ha contribuido a considerar diferentes factores causales: los virus, las hormonas, los carcinógenos ambientales y las bacterias, entre otros. Si bien algunos de estos agentes son responsables de tumores específicos la causa más frecuente de la mayoría de tumores es desconocida. Otro dogma consistía en enfatizar la importancia de tratar el tumor sin preocuparse de cuál podía ser su causa, lo que condujo a una separación entre oncólogos y biólogos que vivían incomunicados. A veces, los dogmas condujeron a grandes errores, como por ejemplo el considerar que la lucha contra el cáncer debía seguir el mismo modelo taylorista de recursos y personas que produjo la bomba atómica o la llegada del primer hombre a la Luna. El presidente Nixon fue el primero que siguiendo ese modelo generó un gran fracaso. Algunos dogmas tardaron 30 años en superarse, como el de Georges Papanicolau para convencer a los médicos sobre la utilidad de la prueba que lleva su nombre y que probó con su esposa. También resulta intrigante la actuación de las compañías de tabaco que durante 50 años de connivencia con el poder político fueron aminorando el conocido mensaje de que el hecho de fumar correlacionaba con gran intensidad con morir de un cáncer de pulmón. Finalmente, el tratamiento del cáncer sigue planteando múltiples preguntas sin respuesta: ¿se debe tratar con las nuevas terapias sólo a los pacientes con enfermedad avanzada?, ¿cuántos fármacos simultáneos se deben administrar en combinación?, ¿cuántos ciclos de quimioterapia se deben administrar a lo largo de la enfermedad?
Los mensajes clave de futuro sobre esta enfermedad que sufrirán en España una de cada cuatro mujeres y uno de cada tres hombres se resumen en una frase del autor: "La guerra contra el cáncer estará mejor ganada si redefiniéramos el concepto de victoria". Con ello quiere decir que quizás se pierda la guerra pero se han ganado y se ganarán suficientes batallas para curar a algunas personas, mejorar la calidad de vida de algunas otras y retrasar la muerte de muchas. Al final el principal riesgo de morir es estar vivo.
El emperador de todos los males. Una biografía del cáncer. Siddhartha Mukherjee. Traducción de Horacio Pons. Taurus. Madrid, 2011. 640 páginas. 23 euros. Albert J. Jovell, médico, sociólogo y paciente de cáncer, es autor del libro Cáncer. Biografía de una supervivencia. Planeta. Barcelona, 2008. 250 páginas. 19,50 euros.
El País
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