Que el creador de Apple era vegetariano era vox populi: ya en 2008 un artículo en la revista Forbes le describía como un adicto a "las verduras verde oscuro como los espárragos y el brécol". Lo que no se sabía es que la piel se le llegaba a poner un poco naranja de tanto comer zanahorias, tal como cuenta un amigo suyo en el libro. Desde muy joven, Jobs se sometió a toda clase de purgas, ayunos y dietas extremas, algunas consistentes en comer sólo uno o dos alimentos durante semanas. Las zanahorias aliñadas con limón, y poco sorprendentemente las manzanas, protagonizaban estas temporaditas de mononutrición con las que el estadounidense se castigaba el cuerpo. En 1977, segundo año de vida de Apple, no comió más que fruta.
La biografía cuenta que la lectura de 'Diet for a small planet', todo un hit en los setenta en EEUU, llevó a Jobs a abrazar el vegetarianismo. Isaacson afirma que la influencia del libro también tuvo algo que ver en sus dietas salvajes, de cuya eficacia trataba de convencer a los que le rodeaban. Jobs no perdía ocasión de evangelizar sobre las virtudes del veganismo y de las purgas, imagino que para horror de sus compañeros de mesa. Incluso defendía que cuando estaba a dieta de fruta no necesitaba usar desodorante. Para él el ayuno era purificador, y la digestión, un fastidio en el que desperdiciaba energía.
Después de que le transplantaran el hígado, decidió tomar sólo batidos de fruta. Pedía siete u ocho diferentes, los ponía en fila y los iba probando tras hundir en ellos la punta de una cuchara. Ninguno le gustaba, hasta que su médico le pidió que dejara de pensar en ellos como "comida" y los viera más como "medicina". Lejos de alejarse de las dietas, Jobs continuó con los ayunos cuando su enfermedad se agravó, desoyendo los consejos de los médicos. "Su mujer se enfurecía cuando llegaba a la mesa y se quedaba mirando en silencio su ordenador. 'Quería obligarle a comer', decía ella. 'El ambiente era increíblemente tenso en casa".
Isaacsons describe a Jobs como un ser muy exigente con lo que comía, y también muy tiquismiquis. Su hija Lisa relata cómo le vió escupir una cucharada de sopa al enterarse de que llevaba mantequilla. Según ella, sus obsesiones con la comida estaban relacionadas con su carácter ascético, con la idea de que se podía llegar a la iluminación a través de la abstinencia estomacal. ¿Influencia del hippismo y las filosofías orientales de su juventud? ¿Genialidad de un ser diferente al resto? ¿O trastorno alimentario de libro? Sea cual sea la respuesta, la excéntrica dieta de Jobs encaja a la perfección con su leyenda.
El País.
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