En su determinismo insuprimible recurre a lo trascendental para condicional su exterioridad, y advierte que su problematismo es propio, y no de la naturaleza que crece armónicamente, que su crecimiento en todos aspectos es contradictorio y trágico, atesora la pulsión al despliegue del contenido armónico y la contradicción. “Un vacío capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos errores, todos los cuales se dicen son originados en aquel vacío como su fuente principal…”
Su ser esta ubicado entre la frontera, entre las luchas titánicas que lo estiran a un estructuralismo discorde a sus ilusiones que no coincide consigo mismo. No ve en la muerte un desenlace futuro, que pueda colocar a una esquina para dirigir su atención a otras preocupaciones, y se da cuenta en el discurrir de su advenimiento hecatombico la existencia misma de la necesidad, que no dejan de ejercer ni en un solo momento la incertidumbre de sus respuestas.
Es oportuno en su polaridad entre lo finito e infinito de sus interrogaciones, o de por sí, de su misma existencia matizar el respecto al orden y desorden que priva en su caminar, que su libertad, si ha de creer en su existencia priva el orden, que es lo opuesto al desorden. Que su discurso a ese vacío tiene su orden lógico como la naturaleza.
¡Oh gran paradoja de la vida! “la nada envuelve al espíritu en la actividad de su conocimiento de lo verdadero de su voluntad del bien, de su sentimiento de lo bello”
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