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Conan Doyle se enfrenta al Mal absoluto

Narrativa. Siempre se vuelve a sir Arthur Conan Doyle porque era un gran contador de historias. A su pesar, debe su fama a su criatura Sherlock Holmes, pues no era ésa su mayor ambición, pero sus admiradores se lo agradecemos infinitamente. Sin embargo, quien lea Rodney Stone obtendrá como recompensa dos o tres tardes de lectura fascinante. Se encontrará inmerso en la Inglaterra de principios del XIX siguiendo las peripecias de un chico de pueblo al que un golpe de fortuna sitúa en la élite londinense de la mano de su tío, íntimo del círculo de dandis que rodea al príncipe de Gales y árbitro de la elegancia que, por cierto, mira por encima a un joven elegante que empieza a destacar conocido como Beau Brummell. El tío Charles es muy aficionado al boxeo a puño desnudo, tal y como se practicaba en la época, lo que da lugar a una mezcla de tipos rudos y aristócratas que conviven y se enfrentan en un ambiente boxístico admirablemente narrado lleno de emoción y aventura, donde no falta una intriga muy bien llevada y muy del gusto del sano melodrama decimonónico. Conan, que es tan imperial como Kipling en su mentalidad, nos obsequia con una historia de buenos y malos donde triunfa la Inglaterra de generosos y abnegados luchadores y guerreros siempre dispuestos a demostrar su coraje y valía por el ancho mundo que hicieron suyo. El relato es una suma de episodios muy entretenidos y bien contados, engarzados en una trama de boxeo que, a su vez encierra una subtrama con un enigma digno de las mejores novelas de aventuras.

El valle del miedo, novela de Sherlock Holmes que el maestro John Dickson Carr tenía por "una de las cinco mejores novelas de intriga de la literatura de misterio", hace el volumen número siete de la serie que bajo el epígrafe de Sherlock Holmes / El canon vienen publicando Juan Antonio Molina Foix y Valdemar y que es, sin duda, la edición Holmes en castellano. Cada volumen está prologado con toda eficiencia, se adorna con magníficas ilustraciones, la traducción es impecable y el aparato crítico es exhaustivo. No puede faltar en la casa de ningún amante de las aventuras de Sherlock Holmes. Y dicho esto, añadamos que, en efecto, quizá sea esta la mejor novela de Holmes, menos conocida que las demás. Está dividida en dos partes: en la primera se desarrolla el misterio y se resuelve; en la segunda, se retrocede veinte años atrás para conocer la historia que sostiene la resolución del enigma de la primera. La primera parte responde al esquema clásico: Holmes recibe una carta, parte a un rincón rural a resolver una muerte, desarrolla sus calidades deductivas y resuelve el problema. En la segunda cambia el escenario: estamos en América, donde una sociedad secreta de las que tanto le gustan a Conan y que es, en realidad, un Sindicato del Crimen, opera impunemente en un lugar conocido como El Valle del Miedo. Amores y rufianes se mezclan para ofrecernos un escenario trepidante que, desde el pasado, vendrán a confluir en el presente. Y siempre, la sombra fatídica de Moriarty representando a un Mal absoluto que, sin embargo, puede ser derrotado en batallas concretas, lo mismo que el Bien, pero dentro de una guerra sin fin. Esa visión del Absoluto, que ha pervivido hasta hoy en las novelas de acción, sea la Espectra de Bond o los detestables psicópatas de la novela negra o de terror, procede de una concepción religiosa que continúa instalada en nuestro interior contra viento y marea, aunque sin la gracia, en general, con que caballeros como sir Arthur eran capaces de hacerlo antaño y hacernos estremecidamente felices.

Via: El País.

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