Madrid, 9 may (EFE).- El escritor peruano Mario Vargas Llosa
cree que la literatura que se escriba "directamente para las tabletas"
tratará de llegar al mayor público, y lo hará "al mismo coste que ha
pagado" la televisión: caer en "la banalización y la frivolización".
Vargas Llosa mantuvo un diálogo con el periodista Sergio
Vila-Sanjuán, en el que salieron a relucir, entre otros temas, su pasión
por la lectura desde niño, el nacimiento de su vocación literaria, su
amor por las bibliotecas y su temor que los soportes electrónicos
afecten al contenido de lo que se escriba
Y es que, "contrariamente a lo que dicen con tanta seguridad los defensores del libro electrónico", el gran escritor peruano no cree que "el soporte sea insensible al contenido".
El Premio Nobel de Literatura basa su convencimiento en lo que ha pasado con la televisión.
"¿Por qué la televisión ha banalizado tanto los contenidos, cuando es
un instrumento extraordinario para llegar a gigantescos públicos, pero
ha sido incapaz de convertirse en un transmisor de grandes ideas, de
gran arte o literatura?", se preguntaba el autor de "La fiesta del Chivo".
En su opinión, la televisión "no ha llegado a ninguna parte, porque
apunta a lo más bajo, para llegar al mayor número de personas".
Vargas Llosa no está en contra del "divertimento" y sabe que hay buenas series de televisión,
"pero no es lo mismo leer a Proust o a Joyce que ver una serie". El
fenómeno de la televisión "debería alertar muchísimo sobre la manera en
la que los soportes influyen en los contenidos", afirmó.
En un salón de actos abarrotado de público y con decenas de personas
que tuvieron que seguir la charla desde fuera a través de una pantalla,
Vargas Llosa aseguró que "la cosa más importante" que le ha pasado en su
vida fue aprender a leer a los cinco años.
Desde entonces el mundo se le "enriqueció de forma extraordinaria" y empezó a vivir "grandes experiencias gracias a los libros.
"La lectura me cambió la vida", decía Vargas Llosa antes de contar
que los libros le ayudaron a combatir la soledad y la incomprensión
cuando, con once años, su padre, al que él creía muerto, volvió a casa y
cambió la vida del pequeño Mario.
Su padre era un hombre muy autoritario y Vargas Llosa sentía "miedo,
pánico" cada vez que él le "levantaba la voz". "Sentía un gran rechazo
hacia él", aseguraba hoy el escritor, seguido atentamente por su mujer,
Patricia Llosa, y por la directora de la Biblioteca Nacional, Glòria
Pérez-Salmerón.
Sin quererlo, su padre le inculcó "la vocación literaria". Lo metió
en el colegio militar Leoncio Prado para "erradicar" esa afición a los
libros y consiguió lo contrario: aquello le dio el tema para su primera
novela: "La ciudad y los perros".
Y allí también escribió cartas de amor para sus compañeros, que se
las pagaban "con cigarrillos", contó el escritor, que en muchos momentos
hizo reír a los asistentes y en todos demostró su capacidad de
seducción al hablar.
Porque también hizo reír cuando le preguntó Vila-San Juan qué libros
se llevaría a una isla desierta y respondió que "La muerte de Virgilio",
de Hermann Broch, una obra que cada vez que ha empezado a leer no ha
"podido pasar de la cuarta o quinta página". "En una isla desierta no
tendría más remedio que leerla entera", dijo.
A esa isla también se llevaría el Quijote, "Guerra y paz", y el volumen de La Pléiade con la traducción de "La Odisea".
En la universidad, el profesor Raúl Porras, "un extraordinario
investigador", le descubrió "un mundo nuevo", y años más tarde le
facilitó trabajar como bibliotecario en el Club Nacional.
En esa biblioteca apenas había nada que hacer y Vargas Llosa se leyó
entera una colección francesa de literatura erótica, que era
"maravillosa".
"Toda mi cultura erótica procede de esos años, y se la debo a la oligarquía peruana", aseguró.
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