Desde un enfoque meramente teórico, que vaya en auxilio de nuestra
fantasías, podríamos decir, que es la medida individual de todo lector
y no lector apropiarse de la idea de dejar plasmado un texto, o mejor
dicho escribir una historia. A este grupo de personas, que pretende
hacer realidad sus sueños e ilusiones es que escribe Mario Vargas Llosa
en este ensayo.
“Detrás de esas aventuras ficticias que encienden la imaginación
de los lectores y los conmueven, hay no solo intuición, fantasía,
invención y una pizca de locura, sino también terquedad, disciplina,
organización, estrategia, trampas y silencios, y una urdimbre compleja
que levanta y sostiene en vilo la ficción”
Este universo de intercambio entre lo real y lo imaginario que debe
operar en todo visionario, es lo que promueve Cartas a un joven novelista, donde lo fundamental es cristalizar la vocación literaria para desdoblar
e interiorizar esa aventura que queremos contar, construyendo y desconstruyendo
las historias que a diario conforma los aspectos intrínseco que es
materia prima.
“Detrás de esas aventuras ficticias que encienden la imaginación
de los lectores y los conmueven, hay no sólo intuición, fantasía,
invención y una pizca de locura, sino también terquedad, disciplina,
organización, estrategia, trampas y silencios, y una urdimbre compleja
que levanta y sostiene en vilo la ficción”
Parábola de la solitaria, el poder de persuasión, el Catoblepas,
el estilo, el narrador, el espacio, el tiempo, las mudas, son algunos
de los temas que podremos encontrar en el mismo.
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