Uno de los dogmas de la Iglesia Católica, el de la Inmaculada Concepción, centra la última obra de Martín Garzo (Valladolid, 1948), titulada "Y que se duerma el mar" (Lumen), donde regresa, casi veinte años después de la publicación de "El lenguaje de las fuentes" (1993), al misterio de la anunciación y maternidad de la Virgen.
"Como hace unos años también pregoné la Semana Santa en la catedral de Valladolid, me han llegado a preguntar si es que tengo una vocación tardía y qué se puede esperar de mí en este sentido", ha ironizado el escritor acerca de la recurrencia religiosa en su obra, también contenida en "La princesa manca" (1995).
Muchas de las "locuras" de este mundo, se ha contestado a sí mismo, "se encuentran en el pensamiento religioso", entre ellas la Resurrección o "la idea de que podemos vencer a la muerte".
"Me gustan todos los relatos que fundan a las religiones y en modo alguno la doctrina que a partir de ellos hace la Iglesia Católica mediante una interpretación perversa y reducida", ha apostillado antes de poner como ejemplo a la historia de la Virgen de María, "una de las más hermosas que se han escrito".
A sus 64 años de edad y con una treintena de libros a sus espaldas entre novela, literatura infantil y ensayo, Martín Garzo se considera una persona señalada por el "don de la felicidad", algo más propio de la juventud que de un hombre que enfila el final de su vida, ha comentado.
"Ahora me encuentro mucho más receptivo a la llamada de la felicidad, a la dicha que te conduce a la misma libertad que ofrece el relato en la literatura, por eso me he establecido en esta forma de narrativa", ha precisado.
Su último libro, "Y que se duerma el mar", es una continuación de "El lenguaje de las fuentes", ahora desde el punto de vista de la Virgen de María (antes de San José), hasta concluir en una historia "mucho más brillante, más luminosa y menos opresiva que la primera".
Sobre los veinte años transcurridos entre una y otra, ha comentado que un escritor "nunca sabe" por qué le viene una historia, "no es dueño de la misma, aparece, se apodera de uno y no te liberas hasta que no la escribes", ha concluido.
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