"Una sociedad impregnada de buena literatura es más exigente con el
mundo en el que vive y con las instituciones que la gobiernan; exige más
porque sueña más, porque desea más", decía hoy Vargas Llosa al
presentar ante la prensa la edición conmemorativa que las veintidós
Academias de la Lengua Española han realizado de "La ciudad y los
perros", una novela que contribuyó de forma decisiva al llamado "boom"
latinoamericano.
Esta cuidada edición, revisada por el propio autor y coordinada por
la Academia Peruana de la Lengua, está ya a la venta en España y, en el
plazo de dos semanas, estará disponible en todos los países
hispanoamericanos. La publica Alfaguara y su precio será de 12,90 euros o
del equivalente en la moneda de cada país.
Vargas Llosa no suele releer sus obras, pero, con motivo de esta
edición, sí lo ha hecho con "La ciudad y los perros" y ha sentido "una
gran nostalgia" de la época en que la escribió y de lo que significó
para él este libro.
Fue su primera "obra ambiciosa" y, al enfrentarse de nuevo a ella, se
acordó mucho de aquellos comienzos en los que "nunca" pudo "imaginar
que esta novela tendría la historia que ha tenido y, mucho menos, que 50
años después estaría todavía viva" y que se traduciría a más de treinta
idiomas, comentó el premio nobel en la sede de la Real Academia
Española, donde luego tuvo lugar la presentación oficial de la edición.
Un libro no solo es fruto de "la fantasía y la imaginación" sino
también de la experiencia vivida, y la que reflejó el gran escritor
peruano en su primera novela fue el tiempo que pasó en el colegio
militar "Leoncio Prado", donde su padre lo matriculó para que se le
quitaran las ganas de dedicarse a la literatura.
A ese colegio iban muchachos de todas las clases sociales del Perú,
"con sus prejuicios, sus resentimientos y rencores". La experiencia "no
fue grata" para el futuro novelista, que sufrió "mucho con la disciplina
y con la violencia" que reinaba en aquel centro.
Pero Vargas Llosa le está "muy agradecido" al "Leoncio Prado" porque
le descubrió el país donde había nacido. Fue para él "una gran aventura"
y desde entonces soñó con reflejarla en un libro.
Empezó a escribir la novela en 1958, en Madrid, en su casa y en una
tasca de la calle Menéndez Pelayo llamada El Jute, y la terminó en una
buhardilla de París.
El manuscrito "estuvo rodando como un alma en pena de editorial en
editorial", recuerda Vargas Llosa en el prólogo, hasta que llegó a manos
de Carlos Barral, director de Seix Barral, que lo presentó al premio
Biblioteca Breve y tuvo que sortear mil dificultades para superar la
férrea censura franquista.
Como señalaba hoy con humor Vargas Llosa, las negociaciones con los
censores duraron "casi un año" y al final le pidieron al escritor que
cambiara ocho frases. En una de ellas sustituyó el "vientre de ballena"
que tenía el coronel, director del colegio, por "un vientre de cetáceo",
y en otra cambió "el burdel" por el que solía merodear el capellán por
"un prostíbulo", términos que, al parecer, eran más del agrado del
censor.
En la segunda edición del libro, Barral restauró las frases
originales, comentó el autor de "La casa verde", que estuvo acompañado
por el director y el secretario de la Real Academia Española, José
Manuel Blecua y Darío Villanueva, y por el presidente de Santillana,
Emiliano Martínez.
Para escribir "La ciudad y los perros" se inspiró en muchos autores
pero, sobre todo, en Faulkner, "el novelista que más ha influido en la
literatura moderna latinoamericana". Y también le sirvió la convicción
de Flaubert de que un escritor que nace sin talento, se lo puede labrar
"a base de perseverancia, disciplina y terquedad".
Vargas Llosa sabe que la buena literatura hace "menos manipulable" a
una sociedad, y sabe también que "los tiempos malos son generalmente
buenos para la literatura".
Por eso, ahora que "estamos viviendo un período de gran
incertidumbre, inseguridad y confusión, desde el punto de vista
literario y cultural no es malo, sino que creo más bien que es un tiempo
muy propicio para grandes empresas creativas", concluyó el escritor.
Por Ana Mendoza
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