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Fernando Vallejo propone hablar inglés y "dar por muerto al idioma español"

Madrid, 5 jun (EFE).- Polémico y genial, el escritor Fernando Vallejo rescata la figura del gran filólogo colombiano Rufino José Cuervo en su libro "El cuervo blanco", una biografía que traspasa los límites del género y en la que el autor demuestra su amor por la lengua española, un idioma que "hoy es un desastre".
"Este idioma démoslo ya por muerto y pongámonos a hablar inglés. Pero eso sí, en un inglés libre de contaminaciones hispánicas y latinismos, como escupiendo, en puro anglosajón", afirma Vallejo (Medellín, 1942) en una entrevista con Efe, en la que dedica duras palabras a su país de origen, Colombia, y a España:

"La colombianidad es la podredumbre del alma. Pero España es peor: un país de hidalgos prepotentes, soberbios, gritones, altaneros, groseros", son algunos de los dardos que lanza este escritor apasionado, radical y lúcido, considerado uno de los mejores escritores en lengua castellana, como se le reconoció en 2011 con el Premio FIL de Literatura en lenguas romances.

Residente en México desde 1971, Vallejo canoniza en su libro a Cuervo (Bogotá, 1844 - París, 1911), el filólogo que trató de apresar el genio del idioma en su monumental "Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana", pero ese genio es "rebelde, cambiante, caprichoso, se sale de donde lo quieren meter y no lo agarra ni el loquero", dice el autor en su libro, publicado por Alfaguara.

La labor que hizo Cuervo fue de tal magnitud que puede considerarse "una locura". Y es que "él era de alma española. O sea loco. Como don Quijote, metido a arreglar lo inarreglable", subraya Vallejo en el correo electrónico con que responde a Efe.

Fruto de una investigación exhaustiva, el libro rinde homenaje a este filólogo en el centenario de su muerte, y le da pie al autor a reflexionar sobre la historia de Colombia desde la segunda mitad del siglo XIX y, también, a criticar a la Iglesia, a los políticos, la hipocresía, la falsa moralidad y la burocracia.
Entre los materiales que ha consultado, figuran las mil seiscientas cartas que Cuervo "recibió de unos doscientos corresponsales de países de Europa y de América, y se las dejó de herencia, junto con sus papeles y sus libros, a la Biblioteca Nacional de Colombia".

También ha manejado las mil cartas que el propio Cuervo escribió y que el Instituto Caro y Cuervo ha logrado reunir. "He dispuesto de una documentación inmensa", asegura.

Desde niño, cuando Vallejo leía las "Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano", quiso saber más y más de Cuervo. "Nunca imaginé que un día, ya al final de mi vida, habría de llegar a saber tanto de la suya", dice el autor de "La Virgen de los sicarios", que no ahorra elogios hacia la figura de Cuervo.
"Fue un hombre modesto, bondadoso, puro, que no conoció la soberbia, ni la envidia, ni la traición. Ni la lujuria, ¡y mire quién se lo dice!"
Y continúa: "¡Qué diferencia con esta partida de tartufos que ha canonizado la Iglesia y que con los miles que recientemente el papa Wojtyla (la alimaña polaca canonizadora) les sumó han hinchado el santoral hasta el punto de casi reventarlo!".

El autor de "El desbarrancadero" se muestra muy pesimista con la evolución del español y no cree que este idioma tenga salvación. Y le echa la culpa de muchos de los fallos que se cometen -o "fallas", como se dice en América- a los españoles, a los que "antaño fueron la metrópoli y hoy no son más que una provincia anómala del idioma. Y en plena quiebra por lo demás, de vuelta otra vez a los chiqueros del siglo dorado de Carlos V", afirma.

Y tampoco le parece que en Colombia el español sea mejor que en otros países de habla hispana, como mucha gente opina:

"El español de Colombia es más desastroso que el país. Es un idioma en ruinas para un país en ruinas. Por lo menos en esto somos consecuentes y estamos de acuerdo con nosotros mismos", indica Vallejo, con esa pésima opinión que suele tener de su país de origen, que aflora en otros momentos de la entrevista:

"¿Qué se puede desear de un país de atracadores, de extorsionadores, de secuestradores, de asesinos, de poetas, de políticos, de curas, sino que se acabe? Somos el ocaso que no tuvo amanecer", dice Vallejo con esa sinceridad suya tan desgarradora.

Lo que no pierde nunca es el sentido del humor. Cuando se le pregunta si la dureza con que habla de Colombia se la aplicaría a México, responde:

"¡Dios libre y guarde! Me echan de aquí, y entonces ¿qué hago? ¿Me esfumo en el aire?".
Por Ana Mendoza

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