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Mi amistad con Jesucristo

Nikolaj tiene catorce años cuando sus padres mueren. Durante años, su hermana es su único refugio. Cuando ésta empieza a vivir su propia vida, él, para llamar su atención, se convierte en un adolescente destructivo que a menudo pone en peligro su vida y la de los demás. Un día se produce la tragedia. Meses después, al volver a casa, Nicolaj  encuentra a un motero sentado en su sofá. Grande, barbudo, en sandalias y algo parecido a Jesucristo, el tipo aconseja a Nikolaj que cambie de vida. Nikolaj, que ha tocado fondo, empieza a ser una buena persona. Las consecuencias son sorprendentes...

En Mi amistad con Jesucristo, primera novela de Lars Husum, se pueden reconocer huellas del  movimiento DOGMA 95: personajes potentes, un estilo minimalista que engancha desde la primera a la última página y una historia rompedora, a ratos escandalosa, y dotada de un sentido del humor muy inteligente. 

Arriesgada, divertida, vital...una novela asombrosa. The Guardian

Una extraordinaria historia sobre la confianza y la amistad y sobre como nuestras acciones individuales condicionan las vidas de los que nos rodean. Fascinante. Financial Times

Una historia desenfrenada llena de extraña energía y humor negro. BigIssue

Efervescente. Personajes potentes. Estilo minimalista. A veces escandalosa y a menudo misteriosamente divertida. List

EN LA BAÑERA 
La primera vez tengo quince años y lo hago porque estoy enamorado de Miriam, la Pelirroja. Tiene unas tetas enormes, cuatro pecas en la nariz y encima es testigo de Jehová. Me encantaría hablar con ella, pero no me atrevo a dirigirle la palabra en todo el noveno curso. Miriam sabe lo que siento porque la sigo a todas partes, y no solo en el colegio. Al principio me voy escondiendo detrás de los árboles y me tiro al suelo en plancha cada vez que se vuelve. Ella nota que la espío, claro -no se me da muy bien esto de camuflarme-, pero como tengo fama de rarito no se atreve a hacer nada e intenta ignorarme; sin embargo, cuanto más me ignora ella, más la rondo yo. Una clara noche de mayo llego incluso a colarme en su jardín y a asomarme a su ventana. Está en la cama, leyendo, mientras la espío plantado en medio de un montón de flores. De repente deja el libro, bosteza y cruza su mirada con la mía. Me observa en silencio, asustada, mientras yo agito la mano en un gesto algo confuso y salgo a todo correr.
 
   Sé muy bien que jamás estaremos juntos, pero parte de mi ena moramiento se debe precisamente a eso, a que no me quiere. En este período de mi vida me masturbo cinco o seis veces al día. La verdad es que me la voy cascando por todas partes, hasta en las flores de su jardín. Søs, mi hermana, está un poco preocupada porque siempre ando encerrado y con aire misterioso, pero solo estoy cachondo, eso es todo.

   Estamos en clase de lengua. No aparto los ojos de Miriam, que me devuelve las miradas con cierto nerviosismo. El profesor ya me ha llamado la atención varias veces, no por mirarla sino por estar en el limbo. Vislumbro levemente el borde de sus bragas; y si hay borde de bragas, eso es que también hay bragas; y si hay bragas, eso es que, además, hay culito y chocho. Yo no me doy cuenta, pero la mano se me va hacia la entrepierna, me desabrocha el pantalón y me la saca. Miriam, la primera en descubrirlo, pone cara de asco. En menos de una décima de segundo vence el miedo que le inspiro, atraviesa el aula a la carrera, me propina un sonoro bofetón, ZAS, y sale a escape dejándome perplejo, desesperado, con la cara al rojo vivo y sin saber por qué toda la clase me grita «guarro». De pronto el de lengua me agarra y empieza a zarandearme.

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