En Mi amistad con Jesucristo,
primera novela de Lars Husum, se pueden reconocer huellas del
movimiento DOGMA 95: personajes potentes, un estilo minimalista que
engancha desde la primera a la última página y una historia rompedora, a
ratos escandalosa, y dotada de un sentido del humor muy inteligente.
Arriesgada, divertida, vital...una novela asombrosa. The Guardian
Una
extraordinaria historia sobre la confianza y la amistad y sobre como
nuestras acciones individuales condicionan las vidas de los que nos
rodean. Fascinante. Financial Times
Una historia desenfrenada llena de extraña energía y humor negro. BigIssue
Efervescente. Personajes potentes. Estilo minimalista. A veces escandalosa y a menudo misteriosamente divertida. List
EN LA BAÑERA
La primera vez tengo quince años y lo hago porque estoy enamorado de
Miriam, la Pelirroja. Tiene unas tetas enormes, cuatro pecas en la
nariz y encima es testigo de Jehová. Me encantaría hablar con ella, pero
no me atrevo a dirigirle la palabra en todo el noveno curso. Miriam
sabe lo que siento porque la sigo a todas partes, y no solo en el
colegio. Al principio me voy escondiendo detrás de los árboles y me tiro
al suelo en plancha cada vez que se vuelve. Ella nota que la espío,
claro -no se me da muy bien esto de camuflarme-, pero como tengo fama de
rarito no se atreve a hacer nada e intenta ignorarme; sin embargo,
cuanto más me ignora ella, más la rondo yo. Una clara noche de mayo
llego incluso a colarme en su jardín y a asomarme a su ventana. Está en
la cama, leyendo, mientras la espío plantado en medio de un montón de
flores. De repente deja el libro, bosteza y cruza su mirada con la mía.
Me observa en silencio, asustada, mientras yo agito la mano en un gesto
algo confuso y salgo a todo correr.
Sé muy bien
que jamás estaremos juntos, pero parte de mi ena moramiento se debe
precisamente a eso, a que no me quiere. En este período de mi vida me
masturbo cinco o seis veces al día. La verdad es que me la voy cascando
por todas partes, hasta en las flores de su jardín. Søs, mi hermana,
está un poco preocupada porque siempre ando encerrado y con aire
misterioso, pero solo estoy cachondo, eso es todo.
Estamos en clase de lengua. No aparto los ojos de Miriam, que me
devuelve las miradas con cierto nerviosismo. El profesor ya me ha
llamado la atención varias veces, no por mirarla sino por estar en el
limbo. Vislumbro levemente el borde de sus bragas; y si hay borde de
bragas, eso es que también hay bragas; y si hay bragas, eso es que,
además, hay culito y chocho. Yo no me doy cuenta, pero la mano se me va
hacia la entrepierna, me desabrocha el pantalón y me la saca. Miriam, la
primera en descubrirlo, pone cara de asco. En menos de una décima de
segundo vence el miedo que le inspiro, atraviesa el aula a la carrera,
me propina un sonoro bofetón, ZAS, y sale a escape dejándome perplejo,
desesperado, con la cara al rojo vivo y sin saber por qué toda la clase
me grita «guarro». De pronto el de lengua me agarra y empieza a
zarandearme.
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