«Getting
up» es el término utilizado por los grafiteros para lograr dejar su
sello personal en la red de metro. A través de entrevistas espontáneas,
Castleman documenta las vidas y actividades de estos jóvenes artistas de
la calle, a través de su jerga y mitología. Con un enfoque más
descriptivo que analítico, deja que los «escritores» hablen por sí
mismos, dando como resultado una historia concisa y descriptiva de la
cultura suburbana, pero también de la elástica sociedad que la creó. Al
margen del debate que suscita esta controvertida forma de expresión,
cuando uno termina de leer Getting Up siente admiración por el ingenio
de los jóvenes escritores.
INTRODUCCIÓN
Getting Up: Cuando los túneles de la memoria rebosan color
Fernando Figueroa Saavedra
(Doctor en Historia del Arte)
En
1987 la editorial Hermann Blume publicaba en España el libro Getting
Up. Subway Graffiti in New York,1 bajo el título en castellano de Los
graffiti.2 En aquel entonces, el grafiti de firma se mostraba por
nuestras tierras y, en concreto en Madrid, como un fenómeno novedoso y
de gran vitalidad; se podría incluso decir que con una gran virulencia
en la capital, afectando desde los barrios periféricos hasta el centro
urbano y el espacio suburbano. En 1982, Muelle (Juan Carlos Argüello),
un joven del barrio de Campamento, había dado el pistoletazo de salida.
Dejaba ver su firma en una escalada creciente que motivó que, en unos
años, otros se sumasen a firmar por las calles o el metro y que, en
definitiva, Madrid viviese un fenómeno paralelo y con una dinámica
similar al del Writing de Filadelfia o al de Nueva York que retrataba
aquel libro.
Los periodistas y los estudiosos del arte y lo social españoles, no muchos en verdad, empezaron a preguntarse seriamente acerca de su naturaleza, sus causas y sus directrices entre 1987 y 1988. En su búsqueda de respuestas, pusieron sus ojos en el referente neoyorquino, más popular y conocido por aquel entonces que cualquier otro. Hacía unos cinco años que el libro de Craig Castleman se había publicado en Nueva York, y fue el historiador, crítico de arte y escritor Juan Antonio Ramírez quien impulsó su traducción y publicación en España a través de la mencionada editorial, consciente de lo oportuno y esclarecedor que resultaba el que dicho texto fuese accesible. También era sensible respecto a lo que representaba culturalmente este tipo de manifestaciones y de la potencia que tenía Nueva York como foco irradiador de toda clase de influencias o antesala de precoces o anticipadoras experiencias culturales para el primer mundo.
Los periodistas y los estudiosos del arte y lo social españoles, no muchos en verdad, empezaron a preguntarse seriamente acerca de su naturaleza, sus causas y sus directrices entre 1987 y 1988. En su búsqueda de respuestas, pusieron sus ojos en el referente neoyorquino, más popular y conocido por aquel entonces que cualquier otro. Hacía unos cinco años que el libro de Craig Castleman se había publicado en Nueva York, y fue el historiador, crítico de arte y escritor Juan Antonio Ramírez quien impulsó su traducción y publicación en España a través de la mencionada editorial, consciente de lo oportuno y esclarecedor que resultaba el que dicho texto fuese accesible. También era sensible respecto a lo que representaba culturalmente este tipo de manifestaciones y de la potencia que tenía Nueva York como foco irradiador de toda clase de influencias o antesala de precoces o anticipadoras experiencias culturales para el primer mundo.
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