Los ocho relatos de Entre amigos
transcurren en el kibutz imaginario Yikhat y dibujan retratos
maravillosos por su delicadeza de mujeres y hombres que tienen sueños
íntimos y experiencias dolorosas privadas a la sombra de uno de los más
grandes sueños colectivos de la historia del siglo XX. Un padre cuya
hija se va a vivir con un miembro del kibutz tan mayor como él; una
mujer que escribe una carta estremecedora a otra mujer por la que su
marido la ha abandonado; un niño externo que va a visitar a su padre a
un hospital para enfermos mentales; un jardinero que carga sobre sus
espaldas con todas las tragedias del mundo: cada una de estas historias
personales es una perla de humanidad literaria y juntas forman un
collar que es también un retrato de un ideal y de una época.
El rey de Noruega
Teníamos en el kibutz Yikhat a un hombre, Zvi Provizor, un soltero
bajito de unos cincuenta y cinco años con un tic en los ojos, al que le
gustaba dar malas noticias: temblores de tierra, aviones estrellados,
derrumbes de edificios con víctimas mortales, incendios e inundaciones.
Por la mañana temprano, antes que nadie, leía el periódico y escuchaba
todos los boletines de noticias para poder presentarse en el comedor e
impresionarte con doscientos cincuenta mineros atrapados sin esperanza
dentro de una mina de carbón en China o con un transbordador que había
volcado y se había hundido con sus seiscientos pasajeros durante una
tormenta en el mar Caribe. También se afanaba en memorizar las esquelas.
Se enteraba antes que nadie del fallecimiento de personas de renombre e
informaba a todo el kibutz. Una mañana me paró delante del ambulatorio:
-¿Conoces a un escritor llamado Wislavsky?
-Sí. Lo conozco. ¿Por qué?
-Ha muerto.
-Lamento oír eso.
-También los escritores mueren.
Y en otra ocasión me pilló durante mi turno de trabajo en el comedor:
-He visto en una esquela que tu abuelo ha fallecido.
-Sí.
-Y hace tres años también se te murió un abuelo.
-Sí.
-Entonces, este era el último.
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