Como complemento a su libro Autobiografía sin vida, en Autobiografía de papel Félix de Azúa repasa su experiencia como escritor a través de los géneros literarios que ha cultivado.
Tras varias décadas de intensa dedicación al oficio de la literatura, Félix de Azúa vuelve la mirada a las ruinas del siglo pasado para narrar su experiencia a través de los géneros, una peculiar autobiografía donde no importa tanto el sujeto como el caso.
Con implacable lucidez, a lo largo de unas páginas vibrantes, llenas de iluminaciones, Azúa revisita sus distintas edades literarias, desde la iniciación en el lenguaje sagrado de la poesía para entrar luego en la democracia de la novela y de ahí al laberinto del ensayo, con una coda dedicada al periodismo como género dominante de nuestros días. El relato de su propia trayectoria le permite a Azúa, además, construir una lectura, personal y contundente, del curso de la literatura a lo largo del siglo XX.
A la manera de un autorretrato donde más que una fisonomía se trasluciera la genealogía de un tiempo, de una idea de la literatura y de una forma, tal vez agónica, de interrogar al mundo, Félix de Azúa ofrece en este libro un testimonio único, de una belleza espectral, que a su vez constituye un estímulo para enfrentarnos a las urgentes transformaciones de nuestro tiempo.
«Autobiografía sin vida es en buena medida un recorrido por la forma en que la vida se ha plasmado en imágenes a lo largo de la historia, y a estas alturas uno sabe ya con qué dramática y shakespeariana plasticidad explica azúa la historia.» Ramón González Férriz, Letras Libres
«Hay muchas formas de contar una vida. hay autobiografías sinceras, maliciosas o imaginarias, que impugnan la realidad con hermosas (o deleznables) mentiras. Félix de azúa (Barcelona, 1944) ha concebido otra fórmula: la autobiografía impersonal, que ignora los hechos y atribuye todo el protagonismo a las ideas.» Rafael Narbona, El Cultural
«Siempre atento a la actualidad, pesimista y jovial, detesta a la clase política y su realidad paralela, prefiriendo buscar en el arte aquello que nos hace humanos y nos distingue de los simios. aunque duda de que seamos algo mejor que ellos.» Jot Down
PARA EMPEZAR
Como he advertido más arriba, este no es el discurso de un yo, sino el de un caso. No es asunto mío definir o explicar lo que he escrito y mucho menos valorarlo. En cambio sí puedo contar mi experiencia, que es la de varios cientos (quizás miles) de jóvenes que comenzaron a escribir con intenciones artísticas entre 1960 y 1980. Ya veremos que las fechas tienen su importancia y que lo de «artístico» es asunto esencial. Expondré mi opinión lo más sinceramente posible, sin la pretensión de que la mía sea una interpretación verdadera, sino relativa. Lo hago, además, confiado en una memoria menos que mediocre. De otra parte sólo mencionaré autores y libros que haya conocido y leído. Muchos otros merecerían la cita.
Nacido en 1944, cuando la segunda guerra mundial se estaba decidiendo, tenía yo veinticuatro años cuando en 1968 publiqué mi primer libro. Como veremos, a quienes coincidimos en ese momento temporal nos tocó vivir una transformación que ha desfigurado por completo el aspecto, la forma, las estrategias del arte de escribir, en cosa de treinta años. Así también la invención de la artillería hizo desaparecer las ciudades amuralladas en un santiamén. Los efectos técnicos son, a veces, las verdaderas revoluciones, con la ventaja de que no obedecen a ninguna idea.
Cuando empezamos puede decirse que el ámbito de la escritura artística se mantenía sin cambios esenciales desde los últimos dos siglos, es decir, desde el romanticismo europeo de finales del XVIII (pongamos que desde 1790), momento en que se fija el modelo de la literatura burguesa. Hasta más o menos 1980 apenas hubo cambios en el modo de escribir, editar, publicar, acceder a la lectura y ordenar la jerarquía del arte literario desde lo peor hasta lo inmejorable. Un acuerdo universal, tanto europeo como americano, mantenía ese ámbito en un orden saludable.
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