Ir al contenido principal

El horizonte ayer


Una anciana y su hijo trenzan dos soliloquios que se buscan sin alcanzarse, entre el mañana que disminuye y el ayer que el paso del tiempo agranda. Son voces que se persiguen en vano, que se evocan y enredan sin llegar a acordarse -la que Julia desgrana a solas en el suburbio, la que Manuel rumia en el curso del vuelo insomne que le retorna de Australia a España para velarla-, ambas trazando una fuga dirigida al pasado convertido en único horizonte posible, dado que el futuro se esfuma y apenas cabe mirar al frente.
El horizonte ayer y no mañana, pues, tal como la vejez impone. Y a través del lábil recuerdo, atisbado entre el contrapunto de reminiscencias y anhelos, el horizonte futuro que el pasado creó a su vez, cuando sus respectivas juventudes todavía barajaban lo posible y el porvenir aguardaba intacto. Un diálogo de dos ausencias tras el que se insinúa una tercera que paulatinamente va señoreando este tapiz de hilachas, un juego de cajas chinas carente de fin y fondo.


1. Calle Bambú

I

Sé que un día volverás y ya no estaré para recibirte cuando llames a la puerta. Volverás a este piso desde el que te pienso ahora, a las esquinas y las calles, a las plazas por donde anduvimos, juntos o separados pero siempre unidos por un hilo invisible que nadie puede romper. Allí donde estés mi corazón va contigo, aunque no te pares un segundo a pensarlo, el cielo es testigo de que así es. Por más que andes de un lado a otro por esos mundos, el simple hecho de imaginarte me da fuerzas para continuar. Qué vacía habría sido la vida si no hubieras llegado, válgame Dios.
Hace ya muchos años que tengo el sueño ligero, por las noches duermo a trompicones y casi no hay madrugada en la que no vea clarear el día por las rendijas de la persiana, bastante antes de que suene el despertador. Entonces me quedo un buen rato desvelada, arrebujada bajo las mantas porque este piso está expuesto a los cuatro vientos y cuesta levantarse con el relente primerizo, la mirada prendida en el techo mientras me digo: sigues siendo tú, Julia, y estás aquí una mañana más, y ya eres una anciana que vive desde hace demasiado tiempo a solas; pronto hará quince años que tu hijo Manuel se marchó a las quimbambas llevándose sus ilusiones y las tuyas consigo, las esperanzas que se no van a cumplir porque ya va quedándote menos y él no lleva traza de regresar. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr

Donna Tartt, el vuelo entre la alta y la baja literatura

Por su primer título,  El secreto  (1992), Donna Tartt  (Greenwood, Misisipí 1963) recibió un adelanto de 450.000 dólares (el equivalente sería hoy una cifra muy superior), caso insólito en alguien que no había publicado aún nada. Antes de salir el libro, un  extenso perfil aparecido en  Vanity Fair  predijo la fama de la autora, anunciando la irrupción en el panorama de las letras norteamericanas de una figura que supuestamente borraba la distancia entre la alta y la baja literatura. Confirmando las esperanzas puestas en ella por sus editores, “El secreto” vendió cinco millones de ejemplares en una treintena de idiomas. Las críticas fueron abrumadoramente favorables, aunque no hubo unanimidad con respecto al diagnóstico de  Vanity Fair.  La primera novela de Donna Tartt es un thriller  gótico que lleva a cabo con singular habilidad el desvelamiento de un misterioso asesinato perpetrado en el departamento de lenguas clásicas de Hampden College, institución universitaria de carácter

Las muchas lenguas de Kundera

La primera novela de  Milan Kundera ,  La broma,  es la historia de cómo una ironía leída por quien no debería –escribir en una postal “El optimismo es el opio del pueblo”– arruina la vida de su protagonista en la Checoslovaquia comunista. La última,  La fiesta de la insignificancia  –que su editorial en España, Tusquets, saca a la calle el 2 de septiembre– relata en uno de sus capítulos como Stalin relata una historia que puede ser, o no, un chiste, aunque descubrirlo no es sencillo: si por casualidad no es un chiste y es un delirio de dictador, puede costar la vida al que se ría a destiempo. En medio, transcurre la vida de uno de los escritores europeos más importantes del siglo XX, cuya existencia podría ser definida como una gran lucha contra un mundo que ha perdido el sentido del humor. Los chistes son un ángulo magnífico para contar la historia del comunismo en Europa Oriental y la URSS: “Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente” “¿Cómo se llama una orq