«Tal vez haya llegado el momento de empezar a
escribir una nueva historia de la Guerra civil española», nos dice Boris
Volodarsky, que fue capitán de los Servicios de Inteligencia Militar de
Rusia (GRU) y es el mayor experto en el estudio de los servicios
secretos soviéticos.
La nueva
documentación disponible en la actualidad permite conocer mucho mejor la
realidad de la intervención rusa en España y el papel desempeñado por
sus agentes: Gerö, Grigúlevich, Philby (enviado originalmente para
asesinar a Franco), Koltsov y, en un lugar muy especial, Lev Nikolsky,
conocido como Alexander Orlov -el hombre que engañó a Stalin y ala CIA, y
al mundo entero con sus memorias- quien desde febrero de 1937 dirigió
el NKVD en España y fue responsable de una etapa de terror sangriento,
que incluye los asesinatos de Kurt Landau y de Andreu Nin.
Este
libro, que desvela una gran cantidad de fábulas, falsedades y mentiras
que siguen repitiéndose hoy, será, sin duda, una referencia
indispensable para todo aquel que se proponga estudiar la guerra civil
española.
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El telón de fondo:
descubriendo el pastel español.
Una introducción muy breve
descubriendo el pastel español.
Una introducción muy breve
En
su ensayo de 1937 «Spilling the Spanish Beans», George Orwell comentaba
que «ha existido una conspiración deliberada ... para impedir que la
situación española sea comprendida». Tal y como demuestran los debates
actuales, siguen proliferando los mitos sobre la República, la guerra
civil y la dictadura franquista, y continuarán en el futuro. Los
historiadores de la guerra civil española no dejan de recordarnos que la
batalla por la verdad respecto de la guerra y otros aspectos no está
ganada, ni mucho menos.1 Desde 1936 la guerra civil española ha sido
ampliamente malinterpretada, y muchos coinciden en que aún queda mucho
camino por recorrer para lograr una visión completa de cómo se consideró
la situación política en su contexto internacional, en particular antes
y justo después del estallido de la guerra.
Cuando
se fundó la Segunda República el 14 de abril de 1931, la gente se echó a
la calle de la alegría. El rey Alfonso XIII abandonó el país tras las
elecciones municipales en las que los candidatos republicanos obtuvieron
la mayoría de votos en las zonas urbanas, y esa misma noche de sábado
los conspiradores monárquicos se reunieron con el fin de sentar los
cimientos de un proceso con el que pretendían socavar las bases de la
República: no estaban dispuestos a darle ni veinticuatro horas de
respiro. Las esperanzas de la gente pronto menguaron ante la fuerza de
las antiguas defensas del orden.
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