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Bob Dylan no es un artista original

Los cuadros de su exposición 'The Asian Series' son, en parte, copias de fotografías de otros autores

No se puede ser perfecto. Bob Dylan, el trovador más alabado y aplaudido del siglo XX, candidato al Nobel de Literatura en múltiples ocasiones, difícilmente llegará a postularse entre los grandes de las artes plásticas. Lo suyo, en ese ámbito, no es precisamente la originalidad. Hace una semana presentó una serie de 18 cuadros bajo el título The Asian Series en la galería Gagosian de Nueva York que han resultado ser, en parte, copias calcadas de fotografías de otros autores.

La muestra se había anunciado a bombo y platillo como apertura de la temporada de la que podría llamarse galería de las estrellas puesto que su dueño, el poderoso Larry Gagosian, solo apuesta por los nombres consagrados o por jóvenes a los que ha decidido bendecir y elevar a los cielos del mercado del arte. Obviamente Dylan entraba en la primera categoría aunque su fama no tenga ninguna relación con las artes plásticas. Pero una vez que alguien se hace famoso, todo lo que tocan sus manos adquiere poder económico y mediático. De ahí el fuerte interés que había despertado su primera muestra de cuadros que se inauguraba en Nueva York.

La pintura es una de las pasiones privadas del artista desde que comenzó sus giras en los años sesenta. Pero el producto de su amor por los pinceles ha sido algo desconocido para el gran público hasta 2007, cuando realizó su primera exposición en Alemania, The Blank Series y una segunda en Dinamarca, The Brazil Series. The Asian Series se había promocionado como "un diario visual de sus viajes por China, Japón, Vietnam y Corea e incluye gente, escenas de calle, arquitectura y paisajes", según anunciaba el comunicado de prensa de la galería. Curiosamente en él se subrayaba que Dylan también presentaba escenas "más crípticas de personalidades y situaciones como el cuadro Opium". Y ese ha sido uno de los cuadros de la polémica. Quienes tienen el ojo entrenado en el mundo de la fotografía han advertido las excesivas similitudes entre la pintura y una imagen tomada en 1915 por el fotógrafo Leon Busy en Indochina en la que aparece una dama elegante amodorrada sobre el suelo y rodeada de todo el instrumental para fumar opio. El cuadro de Dylan reproduce exactamente la fotografía con todos sus detalles.

Similitudes

Los admiradores del cantante han sido los primeros en advertir las similitudes entre algunos de sus cuadros y fotos de otros. El escritor Michael Gray, autor de diferentes libros sobre Dylan, mantiene un blog dedicado al artista titulado Bob Dylan Enciclopedia: a blog en el que, con la ayuda de sus lectores, ha señalado también el innegable parecido entre una fotografía de Dmitri Kessel fechada en 1950, donde se ve a tres asiáticos en cuclillas frente a un tablero de juegos y un cuadro de Dylan en el que desde la luz a la ropa de los personajes o las posiciones de las fichas del juego son las mismas. "Lo más sorprendente es que Dylan no se ha inspirado en la fotografía: ha tomado el encuadre y la composición y la ha copiado exactamente. [..] Puede que esté tratando de jugar con sus seguidores pero no es muy original. Puede que no sea plagio pero seguro que es copiar bastante", dice Gray en su blog.

La galería Gagosian ha salido al paso de las acusaciones afirmando: "Aunque la composición de algunas de las pinturas esté basada en diferentes fuentes, incluidas imágenes históricas y de archivo, la fuerza y la frescura viene de los colores y texturas que ha visto en escenas cotidianas durante sus viajes". Dylan no es ajeno a las acusaciones de copia y plagio, que han salpicado varios momentos de su carrera musical y literaria. Sin embargo es la primera vez que se le apunta con el dedo por haber hecho algo muy parecido a lo que recientemente llevó al artista Shepard Fairey a los tribunales. Fairey utilizó una fotografía de Obama y la modificó para hacer el famoso póster que se popularizó durante las pasadas elecciones estadounidenses. El cantante simplemente parece haber copiado algunas fotos como suelen hacer los estudiantes que acuden a pintar reproducciones de las grandes obras del Museo del Prado. Solo que ellos no se apellidan Dylan y no venden sus cuadros por miles de dólares.

El País

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