Ir al contenido principal

Sergio Ramírez dice que los caudillos populistas prosperan en la ignorancia

Miami (EE.UU.), 17 nov (EFE).- El escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado, Premio Iberoamérica de Letras José Donoso 2011, diagnosticó hoy que el gran mal que aqueja a Hispanoamérica es el "caudillismo populista", que "prospera mejor" imponiendo la ignorancia.

El novelista y exvicepresidente de Nicaragua denunció en una entrevista con Efe que los "caudillos populistas" que sufre Latinoamérica se erigen "por encima de instituciones y leyes" y "prosperan mejor en la ignorancia" de los pueblos.

Producto de ese modelo decimonónico nefasto es el "gran saldo pendiente de la educación" en la región, comento Ramírez, quien el domingo presentará su novela "La fugitiva" en la Feria Internacional del Libro de Miami.

"Ahora lo que tenemos son caudillos populistas. En el siglo XXI sin educación no somos nada y siempre estaremos atrás", explicó con cierto fatalismo el autor de "Margarita está linda la mar" (Premio Alfaguara de Novela 1998), "Castigo divino" (1988) o "El reino animal" (2006), entre una veintena de novelas y cuentos escritos.

Presentó una lúcida radiografía moral del "poder único que no puede vivir sin más poder" para convertirse en una obsesión que sólo genera en el caudillo "miedo a perderlo" y "cada vez más ambición", dijo en referencia a la candidatura de Daniel Ortega en las pasadas elecciones generales en Nicaragua, en las que fue reelegido.

Se trata, precisó, de un "mecanismo perverso" que encierra en sí mismo la "semilla de su propia destrucción", porque la "idea de poder para siempre no es más que un espejismo".

En cuanto a su última novela, en la que se sirve de tres voces femeninas para contar la historia de una cuarta mujer, Amanda Solano, el novelista y cuentista nicaragüense reveló que es también una "búsqueda de nuevos lenguajes y estructuras diferentes".

Si bien "todas las historias ya están contadas", la tarea del escritor y sus hallazgos descansan en la "manera de contar", apuntó.

Reconoció que "meterse en la piel de tres mujeres" es siempre un reto complejo para un escritor, pero, en ese sentido, aseguró que "en la literatura siempre hay que resolver lo más difícil". "Lo fácil no es literatura", sentenció.

El autor se refirió también a las lecturas y devociones literarias de su adolescencia, cuando comenzó a escribir con 17 años, y mencionó entre otros escritores a Chejov, su maestro en el arte del cuento, Edgard Allan Poe, O'Henry, Ambrose Bierce, Guy de Maupassant y Horacio Quiroga.

Preguntado de qué novela haría un monumento, no dudó en asegurar que de "El Quijote", aunque ese "monumento ya está hecho y lo hizo el propio Cervantes", respondió, para defender a continuación la idea de que la ficción literaria y la imaginación "alimentan la vida cotidiana".

"Los grandes arquetipos de la humanidad han salido de los libros de ficción y los héroes reales terminan siendo personajes de ficción. Entre Ulises, que nunca existió, y Alejandro (Magno), que sí existió, no hay distancias, ambos vienen a ser personajes literarios", resumió.

Ramírez, quien considera que "para la escritura no hay edad de retiro" porque se es "escritor para siempre", explicó que lo que se pierde en acción con el paso de los años se gana en capacidad de reflexión.

En cualquier caso, la división de la vida entre éxitos y fracasos no le parece acertada, dado que "lo que vale al fin y al cabo es la experiencia".

"Todo viene a ser como un inmenso tobogán, se está arriba en la vida, de repente se está abajo", por lo que "se aprende de ambos" y hay que "saber llevar" tanto los éxitos como los fracasos, apostilló.

Fuera del trabajo lleva una vida apacible, sencilla: Le gusta ver cine, volver a los filmes de directores como Federico Fellini y Jean Renoir, y escuchar música, especialmente la obra de compositores como Franz Schubert y Gustav Mahler.

Y esperar por las tardes la llegada de sus nietos, "otro mundo incomparable de dicha", confesó a Efe.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr...

Grandes esperanzas (Fragmentos)

«En el primer momento no me fijé en todo esto, pero vi más de lo que podía suponer, y observé que todo aquello, que en otro tiempo debió de ser blanco, se veía amarillento. Observé que la novia que llevaba aquel traje se había marchitado como las flores y la misma ropa, y no le quedaba más brillo que el de sus ojos hundidos. Imaginé que en otro tiempo aquel vestido debió de ceñir el talle esbelto de una mujer joven, y que la figura sobre la que colgaba ahora había quedado reducida a piel y huesos. [...] ―¿Quién es? ―preguntó la dama que estaba sentada junto a la mesa. ―Pip, señora. ―¿Pip? ―El muchacho que ha traído hasta aquí Mr. Pumblechook, señora. He venido a jugar... ―Acércate más, muchacho. Deja que te vea bien. Al encontrarme delante de ella, rehuyendo su mirada, observé con detalle los objetos que nos rodeaban, y reparé en que tanto el reloj que había encima de la mesa como el de la pared estaban parados a las nueves menos veinte. ―Mírame ―me dijo miss...

Las muchas lenguas de Kundera

La primera novela de  Milan Kundera ,  La broma,  es la historia de cómo una ironía leída por quien no debería –escribir en una postal “El optimismo es el opio del pueblo”– arruina la vida de su protagonista en la Checoslovaquia comunista. La última,  La fiesta de la insignificancia  –que su editorial en España, Tusquets, saca a la calle el 2 de septiembre– relata en uno de sus capítulos como Stalin relata una historia que puede ser, o no, un chiste, aunque descubrirlo no es sencillo: si por casualidad no es un chiste y es un delirio de dictador, puede costar la vida al que se ría a destiempo. En medio, transcurre la vida de uno de los escritores europeos más importantes del siglo XX, cuya existencia podría ser definida como una gran lucha contra un mundo que ha perdido el sentido del humor. Los chistes son un ángulo magnífico para contar la historia del comunismo en Europa Oriental y la URSS: “Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente”...