Ir al contenido principal

El premio Medicis es atribuido a una novela escrita en homenaje a Foucault

Uno de los premios literarios más importantes de las letras francesas, el Medicis de novela, fue atribuido este viernes al escritor Mathieu Lindon por 'Ce qu'aimer veut dire' (P.O.L), un homenaje al filósofo Michel Foucault, su amigo, que murió en 1984.

La obra de Lindon, crítico literario en el diario Liberation desde 1984, es también un homenaje a su padre, Jerome Lindon, legendario patrón de la editorial Editions de Minuit, quien murió en 2001.

Lindon tuvo siempre relaciones muy turbulentas con su austero padre, quien le pidió que utilizara un pseudónimo después de que publicara su primer libro 'Nos plaisirs', en el que asumía su homosexualidad, y describía en detalle sus noches locas, sus viajes de ácido.

Lindon vivió la mayor parte del tiempo, durante seis años, en el apartamento parisino de Foucault, a quien conoció a fines de los años 70. El autor de 'Historia de la locura' e 'Historia de la sexualidad' que fue su gran amigo -pero no su amante, según ha aclarado el periodista- hasta su muerte.

El premio Medicis de novela extranjera fue atribuido a David Grossman -uno de los más reconocidos escritores israelíes y una voz de los pacifistas en Israel- por su libro 'Une femme fuyant l'annonce'.

La novela de Grossman - cuyo hijo, sargento de una unidad de tanques de Israel, murió en la guerra del Líbano en 2006, cuando el escritor estaba escribiendo la obra- constituye una oda a la vida y al amor, cuando ronda la la muerte.

"Es una gran satisfacción ver que una historia tan íntima, la historia de una mujer, tenga eco en otras culturas y otros países", declaró a la AFP el escritor israelí, tras el anuncio del premio.

Esta "novela habla de la familia, de la fuerza del amor, de la amistad y sobre todo de una madre, Ora, que quiere conjurar el destino", declaró recientemente el escritor, que contó que la muerte de su hijo lo había "aniquilado".

"Pero comencé a escribir, para continuar a vivir", confió Grossman.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr...

Grandes esperanzas (Fragmentos)

«En el primer momento no me fijé en todo esto, pero vi más de lo que podía suponer, y observé que todo aquello, que en otro tiempo debió de ser blanco, se veía amarillento. Observé que la novia que llevaba aquel traje se había marchitado como las flores y la misma ropa, y no le quedaba más brillo que el de sus ojos hundidos. Imaginé que en otro tiempo aquel vestido debió de ceñir el talle esbelto de una mujer joven, y que la figura sobre la que colgaba ahora había quedado reducida a piel y huesos. [...] ―¿Quién es? ―preguntó la dama que estaba sentada junto a la mesa. ―Pip, señora. ―¿Pip? ―El muchacho que ha traído hasta aquí Mr. Pumblechook, señora. He venido a jugar... ―Acércate más, muchacho. Deja que te vea bien. Al encontrarme delante de ella, rehuyendo su mirada, observé con detalle los objetos que nos rodeaban, y reparé en que tanto el reloj que había encima de la mesa como el de la pared estaban parados a las nueves menos veinte. ―Mírame ―me dijo miss...

Las muchas lenguas de Kundera

La primera novela de  Milan Kundera ,  La broma,  es la historia de cómo una ironía leída por quien no debería –escribir en una postal “El optimismo es el opio del pueblo”– arruina la vida de su protagonista en la Checoslovaquia comunista. La última,  La fiesta de la insignificancia  –que su editorial en España, Tusquets, saca a la calle el 2 de septiembre– relata en uno de sus capítulos como Stalin relata una historia que puede ser, o no, un chiste, aunque descubrirlo no es sencillo: si por casualidad no es un chiste y es un delirio de dictador, puede costar la vida al que se ría a destiempo. En medio, transcurre la vida de uno de los escritores europeos más importantes del siglo XX, cuya existencia podría ser definida como una gran lucha contra un mundo que ha perdido el sentido del humor. Los chistes son un ángulo magnífico para contar la historia del comunismo en Europa Oriental y la URSS: “Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente”...