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Príncipe feliz

"Mis cortesanos me llamaban el Príncipe feliz, y en verdad lo era si el placer es la felicidad. Así viví y así morí. Y ahora que estoy muerto me han colocado aquí arriba, tan alto, que puedo ver toda la fealdad y toda la miseria de mi ciudad. No obstante, mi corazón de plomo, no hago si no llorar."


Este cuento, de uno de los dramaturgos más destacado del Londres victoriano tardío. Una celebridad por su gran y aguzado ingenio. El 27 de mayo de 1895 fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzado por la campaña de difamación en periódicos y revistas acusándolo de homosexual, recobró su libertad gracias las numerosas presiones y peticiones de clemencia por parte de sectores progresistas y de varios círculos literarios europeo, quien mas luego decidió emigrar a Paris y cambiarse de nombre.
Lo que nos narra es la historia de una golondrina que se encuentra con la estatua de un príncipe, esta estatua esta forrado en oro, su espada tiene un rubí y sus ojos son de dos zafiros. Una golondrina que volaba tras sus compañeras que se fueron a parar a Egipto y poco desilusionada de amor ya que un junco no decidió volar con ella, desconociendo su naturaleza, decidió abandonándolo y buscar a las otras golondrinas.
Un cuento con un final algo doloroso y duro, pues la golondrina muere a los pies el Príncipe congelada sin fuerzas para seguir ayudando al príncipe ni a los pobres. Reunido el alcalde y los concejales ven la estatua tan fea y mal estado, a esto un pájaro muerto a sus pies deciden fundirla. Es tan inmenso y fuerte el amor del príncipe que, aunque todo su cuerpo se funde, su corazón hecho de plomo no se derrite. Botan a la golondrina y a su corazón a la basura.
“Los fundidores lo arrojaron a un montón de desechos, donde estaba la golondrina muerta.

–Tráeme las dos cosas más preciadas de la ciudad –ordenó Dios a uno de los ángeles.
Y el ángel le llevó el corazón de plomo y el pajarillo muerto.

–Has elegido perfectamente –dijo Dios–, pues en mis jardines del Paraíso este pajarillo gorjeará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz entonará mis alabanzas”.

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