A lo largo de su azarosa vida, Ignacio de Loyola
fue un hombre de muchas facetas: paje, soldado, peregrino, estudiante y
sacerdote. Se vio obligado a hacer frente a grandes limitaciones,
empezando por su escasa prestancia y su constante mala salud, y tampoco
poseyó grandes dotes para el estudio ni la producción literaria. ¿Cuál
fue entonces el secreto de su enorme carisma, que le permitió no solo
fundar la Compañía de Jesús sino además ser declarado santo por la
Iglesia Católica?
De la
minuciosa labor de investigación de Enrique García Hernán emerge una
figura que forjó su identidad con materiales contradictorios, un
mediador flexible, inteligente y creativo, con excepcional capacidad
para la conciliación y la comunicación, que supo pactar con diferentes
actores y adaptarse a las necesidades de su momento histórico, la
convulsa Europa del Renacimiento y la Reforma. Esta novedosa biografía
separa nítidamente la idealización religiosa de la realidad documental
para trazar el definitivo retrato, no del santo que Ignacio de Loyola
llegaría a ser, sino del hombre que fue.
Una contribución decisiva al género biográfico de la mano de un experto en san Ignacio de Loyola.
PRÓLOGO
La
biografía oficial de Ignacio de Loyolase concibió con la intención de
establecer un modelo paradigmático: su vida era perfecta en todos los
sentidos, dueña de una ejemplaridad heroica, pública y comprobable; nada
había en secreto, falso ni oscuro. No se preconizaba exactamente hacer
lo que él había hecho, es decir, imitarlo, sino más bien imitar según
-su modo de proceder-, para no equivocarse en las elecciones de la vida.
No obstante, su historía sigue siendo un enigma: sabemos muy poco de su
periodo anterior a su llegada a Roma, dónde falleció en 1556, por lo
que ignoramos 50 de los 65 años que vivió.
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