En la historia de la literatura existen dos tipos
de escritores: los que pretenden entretener contando historias y
aquellos que quieren transformar el mundo creando un lenguaje propio.
En este segundo tipo de escritores es donde podemos situar a
Clarice Lispector. Su obra afronta una constante vuelta sobre el
lenguaje y sobre sus límites, y trasciende cualquier clasificación de
los géneros literarios.
La investigadora
Carolina Hernández Terrazas lleva a cabo en este ensayo una rigurosa
biografía literaria e intelectual de Clarice Lispector, rastreando
las inspiraciones profundas de su obra, convirtiéndose así en el
primero de esta envergadura que se publica en España sobre la obra de
la escritora brasileña de origen ucraniano.
Clarice
Lispector nos describe cómo el mundo se impone a través de una
cotidianeidad, de la rutina de los acontecimientos, que nos llena de
tedio y aburrimiento. Rutina que la escritora es capaz de romper al
descubrir cómo nuestro día a día está plagado de instantes
reveladores: ese frágil momento epifánico, siempre a punto de
romperse, que le lleva al delirio melancólico, aparece en toda su
riqueza mediante la «náusea literaria», en la que nuestro vivir
despierta a una existencia sagrada y, mediante el proceso creativo de
la escritura, revela el sentido profundo de nuestra vida.
Eros,
tanatos, tedio, angustia, epifanía, dolor, alegría, el cuerpo, lo
neutro, lo vivo, la propia existencia, la incomunicación social, son
las constantes de toda su narrativa, cimentada en una perseverante
búsqueda del lenguaje y las palabras, que le acompañará toda su vida.
La lectura de Clarice Lispector no tiene edad, no tiene sexo, no tiene
prejuicios, y su mundo es el mismo que se presenta ante los ojos de
cualquiera. Su lectura nos invita a ser cómplices de la búsqueda de
otro mundo, que todos podemos crear. Nos invita a pensar y vivir de
otra manera.
PRÓLOGO
Clarice Lispector. El texto-ovillo
Elena Losada Soler
Elena Losada Soler
Clarice
Lispector (1920-1977) nació en Tchetchelnik (Ucrania) por pura
casualidad, cuando sus padres, judíos rusos supervivientes de un
pogromo, ya habían empezado el viaje que les llevaría al Brasil. En 1943
se casó con su compañero de estudios en la Facultad de Derecho de Río
de Janeiro, el diplomático Maury Gurgel Valente, tuvo dos hijos y se
separó en 1959. Entre 1944 y 1960 vivió largas temporadas en el
extranjero, Nápoles, Berna y EE. UU. Un cáncer terminó con su vida en
1977. Datos simples y desnudos que en realidad dicen muy poco y que,
excepto en el caso de la importancia de la cultura judaica en Lispector,
que cada vez me parece más relevante, no son la herramienta adecuada
para enfrentarse a la obra de una mujer que, como Pessoa decía de su
heterónimo Álvaro de Campos, fue «un ovillo enrollado hacia dentro».
El
legado de Clarice Lispector -esa obra misteriosa- es amplio y dinamita
las leyes establecidas para los géneros literarios. Su primera novela -Cerca del corazón salvaje
(1943)- deslumbró a la crítica brasileña porque era completamente
diferente a la novela rural, regionalista, estereotípicamente masculina,
que dominaba entonces el panorama literario. Esa mirada introspectiva,
urbana y femenina iniciaba un camino nuevo, tan nuevo que esa misma
crítica no pudo seguirla en sus dos obras siguientes -La lámpara (1946) y La ciudad sitiada (1949)-
donde el desafío conceptual iba mucho más allá. Años después, la
publicación del volumen de cuentos Lazos de familia en 1960 marcó no
sólo el retorno físico de Clarice Lispector al Brasil sino un nuevo
reconocimiento crítico de su obra. Desde entonces su faceta como
escritora de narrativa breve -consolidada con La legión extranjera
(1964), Felicidad clandestina (1971) o ¿Dónde estuviste de noche? (1974)
y completada, no lo olvidemos, con sus cuentos para niños- predominará
en el gusto de crítica y público, aunque, como apuntábamos, no es tan
fácil deslindar entre los cuentos, las crónicas -el periodismo fue la
primera profesión de Clarice Lispector y sus colaboraciones en el Jornal
do Brasil son indispensables para la comprensión de su obra-, las
novelas, los casi aforismos de Para no olvidar o su única y fascinante
obra de teatro, La pecadora quemada y los ángeles armoniosos.
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