Esta obra es el relato de una vasta y singular exploración en el campo de la locura. A partir de su experiencia analítica con casos de locura y traumatismos, los autores relatan historias singulares que pudieron empezar a decirse en un vínculo con la Historia. En todas ellas, más allá de los síntomas y las crisis, aparece el horizonte de los traumas de la historia y las sociedades. Esas zonas catastróficas se actualizan en el trabajo de transferencia y se precipitan en las sesiones a partir de resonancias con puntos de la historia del analista o de su linaje. Su historización hace existir zonas de no existencia y lleva en sí la génesis de un nuevo lazo social de un sujeto de la palabra. En este libro, Françoise Davoine y Jean-Max Gaudillière hacen la crónica de los combates a los que los han convocado sus pacientes en su lucha por el advenimiento de verdades rechazadas.
"¿Cuál es la palabra del que vuelve de la guerra? ¿Qué es lo que dice el sobreviviente, el veterano, el que quizás llega mutilado a un hogar que cuesta reconocer como propio luego del horror? [...] Françoise Davoine y Jean-Max Gaudillière, quienes en su último trabajo, Historia y trauma. La locura de las guerras, se concentran, precisamente, en la antigua, terrible lógica del expuesto a una guerra que vuelva a su hogar con la (demencial) palabra del horror en la punta de la lengua.
"¿Cuál es la palabra del que vuelve de la guerra? ¿Qué es lo que dice el sobreviviente, el veterano, el que quizás llega mutilado a un hogar que cuesta reconocer como propio luego del horror? [...] Françoise Davoine y Jean-Max Gaudillière, quienes en su último trabajo, Historia y trauma. La locura de las guerras, se concentran, precisamente, en la antigua, terrible lógica del expuesto a una guerra que vuelva a su hogar con la (demencial) palabra del horror en la punta de la lengua.
Pero claro, la gran pregunta es ésa: ¿qué es la locura o, seamos estrictos, la psicosis? ¿Quién la puede tratar? La gran cuestión desde la que parten ambos psicoanalistas es que precisamente su disciplina parece haberse propuesto perder terreno frente a las neurociencias a la hora de tratar a un esquizofrénico, a algún paciente preso de delirios persecutorios. ¿Puede una píldora, una terapia de electroshocks y la distancia prudente del psiquiatra tratar efectivamente el complicado trauma que trae aquel que vivió en el marco de alguna contienda bélica?"
Fernando Bogado ("La balada del soldado", Página 12)
Fernando Bogado ("La balada del soldado", Página 12)
Prólogo
Gerard Fromm
Gerard Fromm
EN 1979, FRANÇOISE DAVOINE Y JEAN-MAX GAUDILLIÈRE llegaron a Stockbridge, Massachusetts, para visitar por primera vez el Austen Riggs Center. Riggs es un pequeño hospital psiquiátrico, bastante original, donde pacientes muy perturbados se curan a partir de una psicoterapia psicoanalítica intensiva, en un ámbito terapéutico completamente abierto. Este marco de tratamiento fue establecido a fi nes de los años cuarenta por Robert Knight, David Rapaport y muchos otros jóvenes psicoanalistas apasionados que habían salido de la clínica Menninger. Enseguida se sumó al grupo Erik Erikson, que realizó importantes contribuciones a la escuela psicoanalítica de la ego psychology, tanto en el plano teórico como en el de la práctica clínica.
Bajo la dirección de Otto Will, que se convirtió en director médico de Riggs a fi nes de los años sesenta, el hospital terminó recibiendo pacientes más evidentemente psicóticos. Antes, Otto Will se había formado a lo largo de numerosos años de experiencia en Chestnut Lodge. Dotado de un claro carisma, mostraba una especie de genio clínico en su trabajo con los pacientes esquizofrénicos. Los abordaba con una intrepidez hosca; como Sullivan, estaba convencido de que "todos somos más humanos que otra cosa", y daba la impresión de conocer
de primera mano el sufrimiento de ellos.
de primera mano el sufrimiento de ellos.
Sin embargo, progresivamente fue saliendo a la luz una tensión en Riggs, con efectos a veces estimulantes y a veces problemáticos: tensión entre la ego psychology, que ponía el acento en la adaptación de los pacientes a su comunidad (incluida la comunidad del hospital, contexto social del tratamiento), y otro enfoque, que insistía en lo interpersonal, en el encuentro con el paciente a lo largo de la fase regresiva que éste atravesaba en determinado momento.
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