La crisis económica y financiera de 1929 dio
origen a la gran depresión de los años treinta. John Kenneth Galbraith
nos presenta aquí una historia y un análisis de esos hechos, y
desentraña los procesos y mecanismos que, desde los años del boominmobiliario de Florida hasta el desastroso otoño de 1929, alimentaron la fiebre especulativa y la ilusión del dinero fácil.
Escrito con la intención de contribuir a que la historia no se repita, El crash de 1929 borra
la visión pintoresca y esteriotipada de los años negros como una
histérica partida de ruleta jugada por todo un pueblo, y la sustituye
por la nueva imagen, más real y esclarecedora, de una enfermedad social
padecida por una pequeña minoría, y alimentada por otra aún más
reducida, que llegó a afectar a las formas de cultura y de vida de una
sociedad moderna.
"La mejor exposición
que se ha hecho de la locura desatada y de cómo banqueros, economistas,
financieros, académicos y reguladores ignoraron de forma obstinada la
realidad y, en consecuencia, estimularon el posterior derrumbe de la
Bolsa." New York Times
INTRODUCCIÓN
LA PERSPECTIVA DESDE LOS NOVENTA
LA PERSPECTIVA DESDE LOS NOVENTA
El libro The Great Crash, 1929,
fue publicado por primera vez en el año 1955 y desde entonces ha
permanecido ininterrumpidamente a la venta durante lo que hoy en día son
ya más de cuarenta años. Los autores (y los editores) siendo quienes
son, se tiende a atribuir su perseverante presencia a la excelencia
propia de la obra. Por supuesto debería decir que este libro tiene
cierto mérito, pero, para empeorar o quizás para mejorar las cosas,
existe otra razón que explica su durabilidad. Cada vez que la obra
estaba a punto de ser descatalogada y desaparecer de las librerías, un
nuevo episodio especulativo -otra burbuja o el infortunio de ella
resultante- estimuló el interés por la historia de aquel gran caso
contemporáneo de prosperidad y súbito desplome del mercado de valores,
que condujo a una implacable depresión.
De
hecho, cuando el libro estaba ya impreso, se produjo un nuevo de estos
episodios. En la primavera del año 1955, hubo una pequeña alza en el
mercado de valores y fui llamado a Washington para declarar ante una
audiencia del Senado sobre la experiencia pasada. Mientras prestaba
declaración aquella mañana, el mercado de valores cambió súbitamente su
tendencia alcista. Me echaron la culpa del desplome de los valores, en
particular, todos aquellos que tenían bienes o valores en el mercado
cuya rentabilidad dependía del alza de los precios. Recibí un buen
número de cartas en que se me amenazaba con toda clase de perjuicios
físicos; hubo ciudadanos, más devotos ellos, que decían rezar para que
enfermase o por mi pronta defunción. Pocos días después de prestar
declaración, cuando practicaba esquí en Vermont, me rompí una pierna.
Los periódicos se hicieron eco de aquel accidente y recibí cartas en las
cuales quienes las escribieron me contaban que sus oraciones habían
sido por fin escuchadas. Me sentí reconfortado por haber hecho al menos
algo en favor de la religión. Hubo aun un senador por Indiana, el señor
Homer E. Capehart quien, acorde con el tono que prevalecía en aquella
época, no dudó en afirmar que el libro era obra de un criptocomunista.
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