Estos Cuadernos de Rusia, la obra cumbre
de la literatura memorialística sobre la División Azul, los redactó
Dionisio Ridruejo entre otoño de 1942 y primavera de 1943, desde el
confinamiento en Ronda, a su vuelta del frente ruso. Editados de forma
póstuma a finales de los años 70 del siglo pasado, ahora cobran nueva
luz -en esta edición crítica y definitiva, a cargo del historiador Xosé
M. Núñez Seixas-, cuando su figura ha quedado ya situada sin
vacilaciones en la historia intelectual y política española del siglo
xx.
Más allá del testimonio y radiografía
de un fascista con voluntad documental, como notas de viaje y asueto,
de meditación o de tiento lírico, como apuntes de vida agitada y
remansada, estos cuadernos destilan una viveza de observación y una
calidad literaria indiscutible.
En
palabras de Jordi Gracia, responsable del prólogo: «las sorpresas de la
lectura política van a ser muy escasas frente a la riqueza de una
lectura integral del texto como operación literaria frustrada,
abandonada o aplazada para tiempos mejores que ya no iba a vivir. Y ése
es el mejor regalo de esta nueva edición de Cuadernos de Rusia:
autorizarnos a leer entero al Ridruejo divisionario y fascista y a
apreciar por tanto la tensión interna de la prosa, la riqueza
descriptiva, los matices estilísticos del paisajista de sensaciones, las
analogías con paisajes castellanos o la voluntaria empatía emocional
con quienes soportan a la fuerza el paso y la convivencia de las tropas
en sus casas y aldeas. Por eso la lectura de este fresco literario de
una empresa equivocada ofrece hoy la oportunidad de mancharse con el
barro, la nieve pisoteada, la suciedad de la guerra, el drama de los
muertos y el dolor de la consunción, y al mismo tiempo asistir a la
despedida definitiva de una prolongada juventud.»
«Los
que han combatido saben bien que la guerra encierra pocos gustos y
agrados materiales y arrastra tras de sí muchas fatigas, dolores,
quebrantos y desazones. Combatir es ceñirse a una disciplina exigente,
dejar la voluntad (¡a veces esto es tan sedante!) en manos ajenas o
responder (que es más penoso aún) de las ajenas voluntades. Que combatir
es exponerse a diario al frío y al hambre, a las lluvias y a los
vientos. Que es soportar marchas fatigosas con pesados equipos y
armamentos; dormir sobre la santa tierra o en lechos de mala paja;
soportar en el cuerpo suciedades y miserias; velar siempre en el día y
en la noche; tener los nervios tensos y concentrados en la tenaz escucha
del minuto presente -pasado y futuro en niebla olvidada-, y estar todos
los días con buen rostro en vena de morir. Si esto es en toda guerra,
cargad sobre ésta la dimensión extremada de la ausencia, el aislamiento y
ruptura con las cosas y seres preferidos, la extrañeza de un paisaje
increíblemente trágico y de un enemigo radicalmente diferente a
nosotros. Añadid los 30 grados bajo cero sobre la nieve helada; la
alimentación, de tasa y de sabor no acostumbrado; la ausencia de
halagos, favores, recursos y extraordinarios de una retaguardia propia y
cercana. Vivir matemáticamente con lo justo, sin más y sin menos, y
esto en combate o en descanso, en la trinchera o en el hospital. No, no
es ciertamente una aventura amable esta campaña.» Dionisio Ridruejo
«Con
esclarecedor prólogo de Jordi Gracia y en una modélica edición de Xosé
M. Núñez Seixas, Cuadernos de Rusia es un impresionante relato de la
experiencia del Ridruejo de la primera etapa: idealista anticomunista,
partidario del nuevo orden europeo, titubeante desengañado del
franquismo de la posguerra, incorregible aventurero de la política e
insaciable testigo de los procesos históricos de su tiempo.» Jesús
Ferrer (La Razón)
PRÓLOGO
Jordi Gracia
Con
Ridruejo han cambiado mucho las cosas en los últimos años, pero lo que
sigue sin cambiar es la complejidad de su figura, los equívocos entre su
dimensión más pública y su actividad privada, la distancia entre la
primera etapa de su biografía y la segunda, y hasta la dificultad para
identificar con nitidez aquello que ha de situarlo sin vacilaciones en
la historia intelectual y política española del siglo xx. Más de dos y
de tres novelistas han recreado su peripecia fascista; han proliferado
los estudios, las publicaciones de materiales olvidados, de cartas
privadas y documentos públicos, las reediciones de algunas de sus obras
más relevantes, desde la guía personalísima de Castilla la Vieja hasta
su espléndido libro Casi unas memorias, su luminoso y perspicaz Escrito en España o los documentos de su compromiso democrático desde Múnich en un libro que Jordi Amat tituló Ecos de Múnich.
Parece claro que hemos ido prefiriendo entre todos la obra en prosa del
escritor antes que el fetiche literario de la posguerra. Para el
presente ha dejado de ser únicamente el poeta del fascismo para empezar a
ser un puñado de cosas absolutamente inesperadas, al menos a la vista
de lo que entonces era aquel muchacho fibroso, brioso y fundamentalmente
temible de los años treinta y cuarenta. Tanto Javier Pradera como Jorge
Semprún, ambos amigos personales de Ridruejo desde mediados de los años
cincuenta, hubieron de aumentar paradójicamente su admiración por el
personaje al descubrir, ya en la actualidad, el articulismo político del
Ridruejo juvenil y rematadamente fascista. Una cosa era hacerse
socialdemócrata y liberal, tolerante y racionalista desde un pasado
fascista, y otra llevar encima el pasado hiperfascista y fanatizado de
Ridruejo. Comprender, reprobar y derrotar aquella larga temporada en el
infierno era todavía más difícil, y esa dificultad hacía de él una
figura un poco más insólita: ya no por heroicidad ética sino por la
estricta complejidad intelectual y personal de la operación.
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