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La atlántida

Al partir en rutinaria misión geológica por el norte de África, el teniente Ferrières poco se imagina que va a descubrir uno de los secretos más profundos que ocultan las ardientes dunas del Sahara. Su compañero de expedición, el capitán André de Saint-Avit, le va a relatar la historia de un viaje anterior, una odisea que le llevó a él y a otro oficial a conocer un territorio desconocido gobernado por la misteriosa y subyugante reina Antinea, una mujer de la que es prácticamente imposible escapar.

Galardonada con el Gran Premio de la Académie Française de 1919, La Atlántida se convirtió desde su aparición en un célebre relato que, con su poder de fascinación y sus dosis de erotismo, ha contribuido a aumentar el número espacios míticos existentes en la literatura universal. Prueba de la popularidad de esta apasionante historia de Pierre Benoit es que se ha utilizado como base para realizar hasta siete adaptaciones cinematográficas. 

«Posee el genio de lo inesperado». JEAN COCTEAU 

«Sus aventuras bien construidas combinan en La Atlántida una intriga amorosa y un caso criminal, en el marco exótico de un universo mitopoético utópico y alternativo». ROMÁN GUBERN 

«La novela refleja el clima de liberación de costumbres que se inició tras la Gran Guerra y las incipientes tendencias hacia la liberación femenina». ROMÁN GUBERN  


 Carta preliminar

Hassi Inifel, 8 de noviembre de 1903

Si las páginas que siguen ven algún día la luz del sol, significará que esta me ha sido arrebatada. El plazo que fijo para divulgarlas me lo garantiza con bastante seguridad. Que no se malinterpreten mis intenciones porque desee que se divulguen. Se me ha de creer si digo que no siento ningún orgullo de autor por este cuaderno febril. ¡Quede ya claro que esas cosas me importan muy poco! Lo que es realmente inútil es que otros tomen el camino del que yo ya nunca regresaré. Son las cuatro de la madrugada. La aurora no tardará en encender su fuego rosa sobre la hamada. A mi alrededor, el fuerte duerme. Por la puerta entreabierta de su habitación oigo la respiración plácida, muy plácida, de André de Saint-Avit.

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