En LA ESTRATEGIA DEL MALESTAR, el autor examina, además de la crisis económica, las cicatrices que la historia del siglo XX dejó abiertas en este comienzo de milenio: reminiscencia de los totalitarismos, grandes flujos migratorios de seres desesperados, el auge de los populismos más delirantes, el alarmante desprecio de la política y la proliferación de los profetas en detrimento de los maestros.
Si la caída del Muro de Berlín anunciaba en 1989 el fracaso de la utopía comunista, la crisis financiera que estallaba en Occidente en 2007 empobrecía a millones de ciudadanos al tiempo que certificaba el derrumbe de la revolución conservadora propiciada años antes por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, una «revolución» que desmantelaba el Estado de bienestar, dejaba a los mercados sin control estatal y debilitaba la labor de las instituciones internacionales, cada vez más ineficaces ante conflictos como los que ensangrentaron a los Balcanes, las antiguas repúblicas soviéticas o, recientemente, los países inmersos en la llamada Primavera Árabe. José María Ridao denuncia los mitos del mesianismo político al que nos hallamos sometidos desde el cambio de milenio y los atentados de las Torres Gemelas. Frente a supuestos ideales económicos como la austeridad a ultranza, el equilibrio fiscal y la desregulación de los mercados, todos ellos de devastadoras consecuencias, el autor reivindica una actitud intelectual que no se escude en falsas especulaciones teóricas para cerrar los ojos ante el sufrimiento y la miseria del ser humano arrastrado por los torbellinos de la historia.
AL LECTOR
En las ediciones de Los ensayos posteriores a 1598 aparece una cita de la Eneida, viresque acquirit eundo [«cobra fuerza a medida que avanza»], con la que Michel de Montaigne, o alguno de sus primeros editores, hacía un alarde de confianza en la posteridad al sugerir que la fama del autor se acrecentaría con los años. El transcurso del tiempo multiplicaría, sin embargo, otras interpretaciones, al sepultar en el olvido la más cercana a la intención original. Una cita latina de la que, como aquélla, no se pudo seguir extrayendo el significado porque habían decaído el estudio de las lenguas clásicas y la memorización de las obras, invitaba a que se le proyectaran otros, inspirados por una especie de adanismo creador. En la intención original, viresque acquirit eundo se refería a la fama que alcanzaría Montaigne porque, en el poema, era de la fama de lo que hablaba Virgilio. Al suprimir el término «fama» en la cita que encabezaría las ediciones de Los ensayos posteriores a 1598, confiriendo al verso de Virgilio el aire escueto y sentencioso de una divisa, Montaigne, o alguno de sus primeros editores, dejó involuntariamente abierto el camino para que los lectores que vinieran a continuación proyectaran significado donde no les resultaba fácil extraerlo. Si, en lugar de interpretar que la cita de Virgilio se refiere a la fama de Montaigne, se considera que lo hace al propio libro, el significado de viresque acquirit eundo nada tendría que ver entonces con la confianza en la posteridad, sino que podría referirse a la técnica para componerlo. En esta interpretación, viresque acquirit eundo se entendería como que Los ensayos cobran fuerza a medida que avanzan, revelan su sentido según se completa la visión del conjunto. Pero la cita también podría referirse a los asuntos de los que trata el libro o, incluso, a la marcha del mundo que van reflejando sus páginas.
«De haber estado entre aquellas naciones que, según dicen, todavía viven bajo la dulce libertad de las primeras leyes de la naturaleza», escribió Montaigne en el prefacio dirigido Al lector, «te aseguro que me hubiera gustado muchísimo pintarme del todo entero y del todo desnudo.»
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