¿Usted es lo que quiere y cree que es? ¿O es lo que los demás ven de usted? ¿O es la suma de su Yo y las miradas ajenas? Ese es el territorio fronterizo y brumoso que explora y al que lleva a los lectores Agustín Fernández Mallo en Limbo (Alfaguara). La identidad. Pero la identidad súbdita de la realidad. ¿O la realidad custodiada por la identidad?
Los convidados de la identidad son insospechados.
Las primeras pistas salen del autor: “Supongo que sí, sería una tontería decir que el sentirme observado desde 2006, debido al Proyecto Nocilla(2006- 2009 que acaba de editar en un solo volumen Alfaguara), no ha alterado algo en mí, pero mira…”, reconoce el escritor y licenciado en física que, después de 20 años de trabajo en centros hospitalarios, ha tenido que, por ejemplo, hacer un paréntesis en un hospital de Palma de Mallorca para dedicarse a la escritura. “…Nada empieza, nada termina...”, asegura el autor gallego (A Coruña, 1967) al confirmar que él mismo ya no es lo que era, sobre todo desde que publicara Nocilla dream, el primero de los tres libros de su proyecto literario que tanto ruido ha suscitado ante su vocación renovadora. “...Yo he hecho toda mi literatura, la conocida hasta Limbo, sin conocer a nadie, y nadie me conocía y en estos años he intentado mantener mi independencia…”.
Hoy, su vida, alterada por las mirada ajenas, y las tres historias de Limbo,se imbrican para ponerlo a él mismo como muestra de que la identidad es un proceso en eterna construcción y de que el ser humano vive en tránsito, “no estamos en ninguna parte, estamos vagabundeando. Vivimos en un estado intermedio, de flotación…”.
No es azaroso el título de esta obra en la cual Fernández Mallo vuelve sobre sus pasos para explorar y tratar de aprehender la realidad y mostrarla en su multiformidad, de hacer un fresco de ella con letras que forman palabras, palabras que crean frases, frases que se bifurcan en diferentes realidades, realidades que conectan mundos, mundos que… hasta que el autor se ha vuelto a topar con un infinito, con un caleidoscopio en el que solo se ve una ínfima parte de la realidad. La única verdad de la realidad es su naturaleza escurridiza, desbordante, policéntrica y, sobre todo, polifónica. Una sucesión de partículas unidas por hilos-historias que no se sabe de dónde vienen ni hacia donde se dirigen pero que, por ejemplo, van tejiendo este mismo instante en el que usted leerá la palabra Realidad.
Y, palabras seguidas, sabrá que Fernández Mallo se considera poeta antes que otra cosa. De ahí que diga buscar las conexiones poéticas que hay en ese misterio o lazos que relacionan las partículas que dan forma a la Realidad. Es el físico que lleva dentro. El hombre de ciencia cuyo cerebro se ha aliado con la literatura para, entre otras cosas, fragmentar la narración como un reflejo de la estructura de la misma vida. Solo que ahora en Limbo ha incluido una variante: “Me meto más en la identidad, en el Yo, en la realidad constructiva desde dentro y desde fuera, colectiva, del solapamiento de múltiples informaciones…”..
Eso que lo rodea a usted ahora mismo y que construye y deconstruye sin descanso al individuo. En esta novela con informaciones-ideas-historias que moldean a la persona con datos sobre el origen de la mecánica cuántica o el Principio de incertidumbre; la metamorfosis de una mujer ante su secuestro y su reencuentro con lo único que le queda, su cuerpo; la incansable actividad del cerebro; las raíces de Internet en el Nuevo testamento; las teorías sobre el llamado Sonido del Fin; o la invitación a reflexionar sobre lo que oficialmente es negativo o no conviene a la humanidad o que no es permitido apreciar su valor artístico debido a que su creador, por ejemplo, es un asesino. Y afloran más temas suyos como la autoría y la copia o las noticias del día que se cuelan en la escritura.
Pero él no se siente notario de su tiempo: “Yo escribo para mí, para investigar mi poética, creo que escribir para el lector es un error. La presunción de inteligencia en él te obliga a ser honesto en cuanto a tu poética y tu camino, que ha de estar en evolución siempre pero con coherencia...”.
En Limbo narra tres historias que en apariencia no tienen nada que ver pero que sueltan información sobre acontecimientos reales, pasados o presentes y ficticios. Eso genera un diálogo con el lector que lo obliga a recordar o almacenar nuevos datos y establecer un contacto entre su realidad y la que lee.
¿Una novela de ideas? ¿Una novela fragmentada? Cuando escribe, a Fernández Mallo no le gusta saber qué género es. Es la suma de géneros. Prefiere ese territorio fronterizo. Le resulta más interesante por impuro: “De la impureza bebe el hecho poético”.
Y del azar impuro la vida. Ese que no duerme y que hizo que el salón de sillas blancas envueltas en la luminosidad de la mañana madrileña, donde Agustín Fernández Mallo iba a hablar de Limbo, fuera cambiado en un segundo por otro de un sótano en penumbra, donde sentado en una mecedora roja diría cosas como que “somos una construcción colectiva y lo que nos queda es nuestro cuerpo”. O que “el tiempo no es una línea recta de cosas que van quedando atrás: nada queda atrás, todo está en un mismo plano horizontal en el presente... Mis libros son de un realismo complejo, por llamarlo de algún modo —creo que sería una ajustada definición de mi tipo de narrativa”.
El Pais
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