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El extranjero

Richard Sennett es un autor de gran prestigio entre los lectores interesados en temas sociológicos. Así, La corrosión del carácter estudia las consecuencias antropológicas de la nueva organización del trabajo en el capitalismo de las últimas décadas del siglo XIX, El respeto es una reflexión sociológica sobre las instituciones de asistencia social, El artesano aborda el valor formativo y moral del trabajo personal y Juntos trata de la participación y la colaboración social.
 
Este volumen, breve pero interesantísimo, incluye dos textos: El gueto judío de Venecia, nueva versión de un capítulo de su importante Carne y piedra, obra de 1994 en la que el autor daba muestra de la amplitud de sus conocimientos y de la sutileza de su análisis sociológico, y El extranjero, una versión ampliada y revisada de un ensayo anterior sobre el exilio. En ambos casos, el objeto de reflexión es la condición de extranjero, de extraño, de diferente, y de la manera en que esa condición es concebida por los nativos y vivida por el extranjero, lo cual depende del contexto histórico y social. 

El estudio del gueto de Venecia a comienzos del siglo XVI muestra el lugar que en esa sociedad ocupaban y el trato de que eran objeto no sólo los extranjeros, sino determinados sectores sociales estigmatizados, como las prostitutas, pero especialmente los judíos. Y, a propósito de éstos, el texto analiza las consecuencias de la segregación como rechazo y a la vez estímulo para la toma de conciencia colectiva de pertenencia a una comunidad cultural

El segundo ensayo se ocupa de las tribulaciones del intelectual ruso Aleksandr Herzen, emigrado de su país en 1924, en su ruta por distintos países de Europa, y de sus dificultades para encontrar una identidad nacional. Aquí es interesante la referencia de Sennett al nuevo concepto de nación en la Europa de mediados del siglo XIX y el cambio en la naturaleza política de la idea de nación, que aludía de manera primordial a la ciudadanía, por una naturaleza de tipo antropológico, que alude más a la fusión del individuo con el conjunto de creencias, tradiciones y hábitos lingüísticos y culturales de un pueblo.
INTRODUCCIÓN
He aquí dos ensayos sobre lo que significa ser extranjero. El primero se sitúa en Venecia, en los albores del siglo xvi, cuando la ciudad se convirtió en sede de un imperio comercial mundial y muchos de los extranjeros que se necesitaban para gobernar ese imperio eran mal vistos en la ciudad. Es lo que ocurrió con los alemanes, los griegos, los turcos y sobre todo con los judíos, que fueron los peor considerados. ¿Qué significaba forjarse la vida en un medio hostil? Me hice por primera vez esta pregunta cuando visité el gueto judío de Venecia en los años sesenta. Las islas silenciosas y vacías que habían formado el gueto, sus casas desmoronadas y sus sinagogas con el frente desfigurado, se hallaban aún bajo la influencia del espectro de las expulsiones y los asesinatos en masa de la Segunda Guerra Mundial. Pero mucho antes, en el esplendor del Renacimiento, los judíos exiliados de España habían conseguido hacerse allí un hogar. Las formas en que lo lograron muestran algo, me parece, de cómo otros exiliados y otros migrantes, forzados a vivir en el aislamiento, son capaces de crear una comunidad por sí mismos.

     El segundo ensayo versa sobre extranjeros y extranjeridad de una época cronológicamente más cercana a nuestros días. El ensayo gira en torno a la vida de Aleksandr Herzen, el gran reformista ruso del siglo xix que pasó gran parte de su vida de exiliado en Gran Bretaña, o bien en el Continente, cambiando constantemente de ciudad. Isaiah Berlin me contó la historia de Herzen una noche, o mejor dicho un atardecer que se hizo noche mientras el filósofo se sumergía en las circunstancias, las estrategias de supervivencia y los sentimientos de Herzen. Berlin también era un ruso en el exilio, pero su destino no pudo haber sido más dispar, pues Berlin se construyó un nicho propio en el corazón del establishment británico, mientras que Herzen fue siempre un extraño, dondequiera que viviera.

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