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Inteligencia militar

Con su habitual perspicacia sobre el complicado mundo bélico y su gran capacidad de narrador, Keegan teje un relato lleno de ritmo sobre los medios que han empleado los grandes estrategas de la historia para identificar las debilidades, las intenciones o las tácticas de sus enemigos.

En ocho capítulos que se leen como ocho mini-novelas, el autor analiza las claves de algunos de los enfrentamientos más famosos de todos los tiempos y el papel que desarrolló la información, para bien o para mal, en cada uno de ellos. Julio César, el almirante Nelson, Napoleón, Stonewall Jackson o Churchill aparecen en estas páginas inmersos en las complicadas decisiones tácticas de sus grandes batallas, para acabar con un relato especialmente interesante para el lector de habla hispana: el análisis de la guerra de las Malvinas en 1982.

Profusamente ilustrado con mapas y gráficos, y documentado con un impresionante despliegue bibliográfico de primera mano, este libro apasionará a los interesados en la historia y ayudará a poner en perspectiva el uso actual de la información en la lucha antiterrorista.

PRÓLOGO
      El propósito de este libro es responder a una sencilla pregunta: ¿hasta qué punto es útil la inteligencia militar? El número de publicaciones sobre este tema indica que es una cuestión sumamente importante. Las estanterías crujen bajo el peso de los libros sobre la máquina alemana Enigma; sobre la escuela británica de códigos y escritura cifrada de Bletchley Park, que atacó a Enigma; sobre la decodificación estadounidense de los mensajes cifrados japoneses; sobre las operaciones engañosas, y simultáneas, para confundir al enemigo; sobre los agentes que arriesgaron sus vidas para que estas operaciones tuvieran éxito o para descubrir los secretos del enemigo infiltrándose en sus filas. La literatura de ficción sobrepasa en volumen a la que documenta los hechos. Los relatos de espionaje se convirtieron en el siglo xx en una de las formas literarias más populares, y sus autores, desde John Buchan hasta John Le Carré, ganaron fama y fortuna con ellos.
     El clima creado por los maestros de la ficción de espionaje influyó profundamente en la actitud de la gente hacia el trabajo de los servicios de inteligencia. La fascinación por las técnicas reveladas, el uso de la escritura cifrada, los buzones muertos, los agentes, la "conversión" de agentes en "agentes dobles", la vigilancia, la interceptación y una docena de prácticas más de ese mundo encubierto, tuvo el efecto de presentar la técnica como un fin en sí mismo. El "espía" alcanzaba estatus de héroe, o a veces de antihéroe; una figura misteriosa y glamurosa cuya importancia estribaba en lo que era y no en lo que hacía.
     Resulta notable que muy pocos de los relatos más célebres de espionaje establezcan una conexión entre las actividades del espía y el propósito por el cual este, supuestamente, arriesga su vida. En Greenmantle, por ejemplo, la maravillosa novela de John Buchan sobre el espionaje en Turquía durante la Primera Guerra Mundial, se hace imposible para el lector discernir al final exactamente qué ha hecho Sandy, como Greenmantle: ¿ha frustrado una yihad musulmana contra Gran Bretaña y sus aliados o, por el contrario, se ha convertido en un profeta musulmán? En El enigma de las arenas, la primera novela seria de espionaje que apareció, y una de las mejores hasta hoy, Erskine Childers sugiere sutilmente cómo los alemanes habrían podido montar una invasión de la costa este de Gran Bretaña mediante canales secretos en torno a las islas Frisias; pero el desenlace de su historia no muestra que sus dos patrióticos regatistas realmente hicieran tomar al Almirantazgo las debidas precauciones.

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