John Fowles afirmaba que una de sus
motivaciones para escribir era imaginar a sus personajes en situaciones
límite para ver cómo respondían. En El coleccionista, considerada el
primer thriller psicológico moderno, ubicó a los personajes principales
en una de las situaciones más extremas imaginables para dos personas, y
el resultado fue una novela magistral que ha sido leída por miles de
lectores a lo largo de los años. Frederick es un solitario burócrata
municipal que colecciona mariposas. Miranda es una radiante e
inteligente estudiante de arte. Frederick la secuestra y la aloja con
todas las comodidades en un sótano en su propiedad. Fowles recrea un
intenso duelo psicológico, físico y cultural donde captor y prisionera
intercambian papeles con sadismo, cada cual defendiendo sus propios
fines: Miranda desea recuperar su libertad, Frederick quiere ser
aceptado como un igual por el objeto de su obsesión.
PRIMERAS PÁGINAS
1
Cuando
ella regresaba del internado y pasaba alguna tempora- da en la ciudad
solía verla casi todos los días porque la casa en la que vivía estaba
justo enfrente del anexo del Ayuntamiento. Salía y entraba con su
hermana pequeña, acompañada a menudo de otros chicos jóvenes, cosa que,
como es lógico, no me agradaba. Cuando las carpetas y los libros me
daban un respiro me ponía de pie junto a la ventana y miraba sobre la
carretera esperando encontrarla. A última hora de la tarde lo consignaba
en mi diario de notas, al principio con una X y luego, cuando supe su
nombre, con una M. También la vi en la calle varias veces. En una
ocasión estuve justo detrás de ella en una cola en la biblioteca pública
de Crossfield Street. No me miró ni una sola vez pero pude observar su
cabeza por detrás y su pelo recogido en una larga coleta. Era muy pálido
y sedoso, como los capullos de Burnet.1 Siempre llevaba el pelo
recogido en una única coleta que casi le llegaba hasta la cintura y que a
veces le caía por la espalda, otras de lado y otras por delante. Hubo
sólo una ocasión, antes de que viniera aquí como mi huésped, en la que
tuve el privilegio de vérselo suelto. Era tan hermoso que casi me dejó
sin respiración, parecía una sirena.
Boomerang
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