Ir al contenido principal

Gore Vidal, crítico mordaz del modo de vida americano, fallece a los 86 años

Gore Vidal, una de las figuras literarias de Estados Unidos más importantes, no solo por su heterogénea y prolífica obra creativa, sino por su capacidad para diseccionar con una elegante mordacidad la idiosincrasia de su país, falleció el 31 de julio en su casa de Hollywood Hill (California). El escritor tenía 86 años y no pudo superar una neumonía, según indicó su sobrino Burr Steers.

Dotado de una admirable capacidad narrativa, la primera vocación de Vidal no fue otra que la de dirigir su país. “La única cosa que siempre he querido hacer en mi vida es ser presidente”, dijo en varias ocasiones. Buena parte de esa inclinación política la cimentó desde la cuna. Su abuelo materno, con quien se crió tras la separación de sus padres cuando él tenía 10 años, era Thomas Gore, senador por Oklahoma, a quien Vidal solía leerle y servirle de guía cuando éste perdió la vista. La filosofía política de su abuelo, muy crítica con la deriva exterior e interna de EE UU, sin duda contribuyó a apuntalar su mordacidad con la actividad gubernamental. Además del pedigrí materno, conviene recordar que el padre del autor, Eugene Luther Vidal, fue director de Comercio Aéreo bajo el mandato de Franklin D. Roosevelt, y que él mismo era primo del presidente Jimmy Carter y del exvicepresidente Al Gore.

Pero la vocación política del autor no se quedó en meras intenciones. Vidal fue candidato del Partido Demócrata a la Cámara de Representantes por Nueva York en 1960 y trabajó para John F. Kennedy en el Comité Asesor de las Artes para la Presidencia, entre 1961 y 1963. En 1982, tras dos aventuras relacionadas con la fundación de partidos independientes, el escritor volvió  a presentarse por la formación demócrata, esta vez, al Senado por California en 1982.

Aunque nunca dejó de estar involucrado en el ámbito político –criticó duramente la deriva imperialista y la política antiterrorista de los dos mandatos presidenciales de George W. Bush-, la literatura acabó imponiéndose a su vocación presidencial. Vidal publicó su primera novela, Williwaw –inspirada en su experiencia militar en los estertores de la II Guerra Mundial-, en 1946. Pero su punto de inflexión literario lo constituyó La ciudad y el pilar, una historia de temática abiertamente homosexual, considerada autobiográfica y que obtuvo altas dosis de éxito equivalentes al escándalo que generó. The New York Times se negó a escribir las reseñas de sus siguientes trabajos que, por lo demás, se ahogaron en la indiferencia de los especialistas literarios y del público en general.

Pero además de por sus novelas, en Estados Unidos Vidal es reconocido sobre todo por su actividad como ensayista y crítico, que desarrolló sobre todo en periódicos y publicaciones en el último cuarto del siglo pasado. Entre sus obras, a caballo entre la ficción y la realidad, destacan su trilogía histórico política, formada por Washington D.C. (1967), Burr (1973) y 1876 (1976), en las que reflejó con su particular y muy personal visión la historia de EE UU. En 1995 salió a la luz  su libro de memorias, Palimpsesto, en el que recogió su amistad con colegas, como Norman Mailer, Truman Capote o Tennessee Williams, y otros iconos estadounidenses como Orson Welles, Frank Sinatra, Marlon Brando, Paul Newman, Joanne Woodward –con quien mantuvo una relación sentimental- Eleanor Roosevelt y varios Kennedy, además de reconocer que con 25 años ya había mantenido más de 1.000 encuentros sexuales con hombres y mujeres.

Vidal no solo escribió novelas y ensayos, en 1954 optó por trasladarse a Hollywood y escribir para la industria como un modo para ganar dinero fácil. Entre 1956 y 1970 colaboró en siete guiones, entre ellos los de Ben Hur o De repente el último verano, junto a Tennessee Williams. Él mismo también intervino como actor en varias películas como Roma, de Federico Fellini, Gattaca o Ciudadano Bob Roberts. Incluso tenía su propia versión animada en las series de dibujos, Los Simpson y Padre de Familia.

Eugene Luther Vidal nació en West Point, Nueva York, el 3 de octubre de 1925 en el seno de una familia de antiguas raíces políticas. El único hijo de Eugene Luther Vidal y Nina Gore se cambió el nombre por Gore en homenaje a su abuelo materno, con quien se crió en Virginia, tras la separación de sus padres. Vidal estudió en la Escuela de Saint Albans, en Washington. Tras una breve temporada en Francia, el escritor regresó a EE UU donde se graduó en la Academia Philips Exeter, para enrolarse inmediatamente después en el Ejército, en 1943. Durante la II Guerra Mundial, fue destinado a las Islas Aleutianas. Antes de trasladarse a California definitivamente en 2003, Vidal residió largas temporadas en Italia.

El País

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr...

Grandes esperanzas (Fragmentos)

«En el primer momento no me fijé en todo esto, pero vi más de lo que podía suponer, y observé que todo aquello, que en otro tiempo debió de ser blanco, se veía amarillento. Observé que la novia que llevaba aquel traje se había marchitado como las flores y la misma ropa, y no le quedaba más brillo que el de sus ojos hundidos. Imaginé que en otro tiempo aquel vestido debió de ceñir el talle esbelto de una mujer joven, y que la figura sobre la que colgaba ahora había quedado reducida a piel y huesos. [...] ―¿Quién es? ―preguntó la dama que estaba sentada junto a la mesa. ―Pip, señora. ―¿Pip? ―El muchacho que ha traído hasta aquí Mr. Pumblechook, señora. He venido a jugar... ―Acércate más, muchacho. Deja que te vea bien. Al encontrarme delante de ella, rehuyendo su mirada, observé con detalle los objetos que nos rodeaban, y reparé en que tanto el reloj que había encima de la mesa como el de la pared estaban parados a las nueves menos veinte. ―Mírame ―me dijo miss...

Las muchas lenguas de Kundera

La primera novela de  Milan Kundera ,  La broma,  es la historia de cómo una ironía leída por quien no debería –escribir en una postal “El optimismo es el opio del pueblo”– arruina la vida de su protagonista en la Checoslovaquia comunista. La última,  La fiesta de la insignificancia  –que su editorial en España, Tusquets, saca a la calle el 2 de septiembre– relata en uno de sus capítulos como Stalin relata una historia que puede ser, o no, un chiste, aunque descubrirlo no es sencillo: si por casualidad no es un chiste y es un delirio de dictador, puede costar la vida al que se ría a destiempo. En medio, transcurre la vida de uno de los escritores europeos más importantes del siglo XX, cuya existencia podría ser definida como una gran lucha contra un mundo que ha perdido el sentido del humor. Los chistes son un ángulo magnífico para contar la historia del comunismo en Europa Oriental y la URSS: “Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente”...