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El gentil monstruo de Bruselas o Europa bajo tutela

Europa está en boca de todos. Hay recelo contra las lejanas instancias de Bruselas. ¿Qué hacen -se preguntan cada vez más europeos- nuestros tutores, tan desconocidos para muchos, detrás de fachadas espejeantes, puertas casi siempre cerradas y con una base de legitimidad sumamente cuestionable?

En este ensayo, Hans Magnus Enzensberger se propone iluminar los usos y las reglas de juego con que la Europa de «Bruselas» reclama gobernarnos. Lacónico y certero, bien informado y mordaz, trata de hacer justicia al monstruo que encara, pues éste es feroz pero también gentil. El lector, no obstante, se ve abocado a asumirlo con todo lo que comporta.

«Enzensberger ha investigado a fondo. Pausadamente, enumera hechos y desgrana indicios, como si de un crimen se tratara. Su tono es inconfundible: relajado y preciso, siempre a la que salta y, no obstante, dotado de esa suave ironía bajo cuya superficie acecha el afilado bisturí del viviseccionador. No es que a Enzensberger le haya dado por polemizar contra la Unión Europea; su intención es desenmascarar un monstruo ávido de poder que avanza como una apisonadora imparable. Ese monstruo tiene una historia, pero pocos la conocen. Enzensberger cuenta sobre ella lo que todo europeo debería saber» (Hubert Spiegel, Frankfurter Allgemeine Zeitung).

«Quienes, a la vista del título de este libro, esperen una acalorada diatriba contra "los de Bruselas", quedarán decepcionados. Enzensberger se acerca al objeto de su análisis con grata ecuanimidad, facundia y serenidad; no obstante, el texto está escrito con extraordinaria chispa y gracia. Un texto tan compacto como denso en informaciones sustanciosas que aumentan el placer de la lectura. Enzensberger no es un acérrimo detractor de la UE, sino más bien un amante desengañado de una gran idea demasiadas veces traicionada por la Unión real. No será el único» (Christian Ortner, Wiener Zeitung).

«En este librito el autor logra, de forma magistralmente sucinta, enumerar todos aquellos aspectos de Bruselas que, de conocerlos, podrían sacar de quicio a cualquier ciudadano de a pie» (Preussische Allgemeine Zeitung).

«Criticar el proceso de unificación europea es considerado un reflejo condicionado de carácter nacionalista. Hay otra manera de ejercer esta crítica, como demuestra el autor: su lúcido ensayo ofrece una aportación esencial a la cultura política en Europa» (Stephan Wehowsky).
«En resumen, una lectura deliciosa sobre un tema poco deleitante» (Ralph Malisch, Smart Investor. Das Magazin für den kritischen Anleger).

1. GLORIAS & ALABANZAS
     Las buenas noticias escasean; por eso conviene empezar con ellas, aunque todo reportero de verdad obviamente prefiere las malas.
     Vaya en primer lugar lo más importante: pocas son las décadas en la historia de nuestro continente en que haya reinado la paz. Entre los Estados que pertenecen a la Unión Europea no ha habido un solo conflicto armado desde 1945. ¡Casi una generación entera sin guerra! He aquí una anomalía de la cual este continente puede estar orgulloso.
     También podemos alegrarnos de una serie de comodidades ajenas a una cuestión de vida o muerte, comodidades que se han convertido para nosotros en tan naturales que ya no nos llaman la atención. Las personas menores de sesenta años no recuerdan lo trabajoso que era después de la Segunda Guerra Mundial entrar en un país veci no. Sin una larga y penosa lucha burocrática era imposible pensar en viajar al extranjero. El que quería cruzar una frontera había de presentar cartas de invitación legalizadas, rellenar solicitudes de visado por triplicado, pedir permisos de estancia, superar un complicado régimen de divisas amén de una docena de otros obstáculos. Para recibir un libro del extranjero uno tenía que someterse al enrevesado trámite de la central de aduanas. Pagar una factura emitida en España o cobrar un giro procedente de Francia venía a ser nada menos que un acto de soberanía que no podía realizarse sin una nutrida colección de sellos oficiales. Hoy día, de todo ello no queda más que un vago recuerdo. Quienes poseen el pasaporte de un Estado miembro de la Unión Europea pueden, en su mayoría, vivir donde desean sin hacer cola en la oficina de extranjería para conseguir su permiso de trabajo o residencia. Incluso se ha hecho posible, salvo rara excepción, conectar un aparato eléctrico sin llevar en la maleta un arsenal de adaptadores. También ha bajado notablemente -muy a pesar de las agencias de cambio- un gran número de gastos de transacción monetaria.
Boomerang

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