Páginas de Espuma publica los 'Cuentos Completos' del autor de 'El Horla' en una edición definitiva a cargo del traductor Mauro Armiño, el más reputado especialista en su obra.
Cuentos completos. Guy de Maupassant. Edición y traducción de Mauro Armiño. Páginas de Espuma. Madrid, 2011. 1.456 páginas (volumen I) y 1.472 (volumen II). 94 euros.
Guy de Maupassant (1850-1893) escribió a lo largo de su frenética vida 303 cuentos y nouvelles que el narrador, periodista, crítico teatral y Premio Nacional de Traducción Mauro Armiño ha reunido por primera vez en una edición definitiva de dos volúmenes para el sello Páginas de Espuma.
Para quienes aún no conocen al autor de títulos como El Horla, Armiño tiene una resuelta definición: "Guy de Maupassant es, junto con Chejov y Poe, uno de los tres grandes cuentistas del siglo XIX". Y eso que, prácticamente, toda su producción la escribió "encarnizadamente" en once años. Los que median entre 1880, cuando su maestro Flaubert le autorizó a poner su nombre al pie de un relato, Bola de Sebo, porque lo consideró "una obra maestra", y 1891, cuando la sífilis inmovilizó su actividad cerebral y obligó a recluirlo, hasta su muerte, en una clínica psiquiátrica.
A diferencia de Chejov y Poe, Maupassant centró su atención en los salones parisinos en los que estaba gestándose la Belle Époque, y en la hipócrita burguesía representada por los funcionarios del gobierno. Pero, sobre todo, se fijó en la dura realidad de las provincias atrasadas, cuyas historias extraía de encuentros con los campesinos, charlas de cama con sus múltiples amantes y las páginas de sucesos de los periódicos y revistas que publicaban sus cuentos.
"En la Bretaña de su época había una miseria y un atraso mental y económico terribles, como pasaba aquí con las Hurdes. Los bretones hacían cosas brutales desde el punto de vista de un parisino más o menos civilizado y un ejemplo de ello es su relato La madre de los monstruos, donde una mujer, que teme que sus amos la despidan tras quedarse embarazada, se somete a tantos retorcimientos para ocultar su tripa que le sale un bebé espantoso. Pero llegan unos feriantes y, al ver la criatura, deciden alquilársela, y la mujer empezará a quedarse embarazada y a provocarse hijos deformes que le permiten vivir estupendamente del dinero que le dan los exhibidores de fenómenos. Esta historia la tomó de la vida real, cuando más de 8.500 niños eran abandonados cada año en las puertas de los hospicios y conventos parisinos. Era un mundo marcado por borrachos redomados, abortos, huérfanos y campesinos desorientados respecto a todo lo que no fuera la vaca, el pueblo y la estaca que cierra la puerta del aprisco", desmenuza Armiño.
La madre de los monstruos participa de todas las características que Maupassant aplicó a su "realismo de crónica social" desde las páginas de los periódicos. "Escribir para la prensa atizó su estilo, algo que su maestro Flaubert, que murió cuando él todavía era muy joven, nunca le hubiera permitido. Él inventa un tipo de cuento que tiene que ser muy directo, de estilo sencillo, sin pomposidad ni descripciones paisajísticas, capaz de enganchar al lector desde el primer párrafo. Una literatura, además, muy mediatizada por la oralidad pues son historias que alguien, como un médico o un marinero, nos cuenta".
La fama que obtuvo de la noche a la mañana Bola de Sebo le permitió dejar su rutinaria vida de funcionario para publicar y dar rienda suelta a sus dotes de atleta sexual, pero los excesos de su vida disoluta le condenaron a trabajar frenéticamente. "Era un galeote de la pluma. Tenía que entregar dos cuentos y dos crónicas semanales para periódicos distintos mientras iba escribiendo sus novelas", explica Armiño. "Un trabajo ingente. No se sabe cómo pero además le daba tiempo para estar de parranda con sus amigos remeros, coquetear con las chicas de los chiringuitos alrededor del Sena, asistir a las tertulias literarias y alternar con la princesa Mathilde y la condesa Potocka en los salones de la alta aristocracia. Y, como ganó mucho dinero con el periodismo, pudo cambiar de yate cada tres años: Bel Ami I, II y III, cada uno con más metros de eslora", dice el traductor, que en ese frenesí vital concede una gran importancia literaria a las visitas del autor a los prostíbulos. "Era algo habitual en la época y de ellos extrajo cuentos preciosos como La casa Tellier. En él, la dueña de un prostíbulo cierra su casa para viajar, con sus cinco pupilas, a la primera comunión de su sobrina. Durante la ceremonia religiosa, las putas conmueven a todo el pueblo con su piedad y compostura".
Pero más allá de esas historias donde el amor suele ser una experiencia decepcionante, Maupassant es el creador de ese relato de terror psicológico que tiene en El Horla su máxima concreción. "Sus cuentos de horror y locura son tal vez su aportación más interesante al género. En ellos no hay nada sobrenatural ni se dan, como en Poe, circunstancias que te llevan a enloquecer. Es el sentimiento de miedo que se desarrolla en la imaginación, la alucinación de desdoblamiento, lo que tortura a sus protagonistas y origina la catástrofe".
El profundo pesimismo de Maupassant, inspirado por sus lecturas juveniles de Schopenhauer y que pervivió hasta su muerte, guió una obra que condenó el fingimiento pero miró con compasión a las clases humildes. Aunque no hizo caso a su maestro en las críticas que afectaban a su naturaleza profunda ("Piense en cosas serias… ¡Demasiado remo! ¡Demasiado ejercicio! ¡Demasiadas putas!", le recriminaba Flaubert) sí respetó cada una de sus admoniciones referidas al valor del trabajo. "Con el tiempo ganará originalidad, una forma individual de ver y de sentir (porque todo está ahí); y por lo que se refiere al resultado, al éxito, ¿qué importa? Lo principal en este mundo es tener el alma en una región alta, lejos de los fangos burgueses", le aconsejó el autor de Madame Bovary. Y estos relatos, ejemplarmente traducidos por Mauro Armiño, confirman que el discípulo le dio la razón.
diariodesevillas.es
Cuentos completos. Guy de Maupassant. Edición y traducción de Mauro Armiño. Páginas de Espuma. Madrid, 2011. 1.456 páginas (volumen I) y 1.472 (volumen II). 94 euros.
Guy de Maupassant (1850-1893) escribió a lo largo de su frenética vida 303 cuentos y nouvelles que el narrador, periodista, crítico teatral y Premio Nacional de Traducción Mauro Armiño ha reunido por primera vez en una edición definitiva de dos volúmenes para el sello Páginas de Espuma.
Para quienes aún no conocen al autor de títulos como El Horla, Armiño tiene una resuelta definición: "Guy de Maupassant es, junto con Chejov y Poe, uno de los tres grandes cuentistas del siglo XIX". Y eso que, prácticamente, toda su producción la escribió "encarnizadamente" en once años. Los que median entre 1880, cuando su maestro Flaubert le autorizó a poner su nombre al pie de un relato, Bola de Sebo, porque lo consideró "una obra maestra", y 1891, cuando la sífilis inmovilizó su actividad cerebral y obligó a recluirlo, hasta su muerte, en una clínica psiquiátrica.
A diferencia de Chejov y Poe, Maupassant centró su atención en los salones parisinos en los que estaba gestándose la Belle Époque, y en la hipócrita burguesía representada por los funcionarios del gobierno. Pero, sobre todo, se fijó en la dura realidad de las provincias atrasadas, cuyas historias extraía de encuentros con los campesinos, charlas de cama con sus múltiples amantes y las páginas de sucesos de los periódicos y revistas que publicaban sus cuentos.
"En la Bretaña de su época había una miseria y un atraso mental y económico terribles, como pasaba aquí con las Hurdes. Los bretones hacían cosas brutales desde el punto de vista de un parisino más o menos civilizado y un ejemplo de ello es su relato La madre de los monstruos, donde una mujer, que teme que sus amos la despidan tras quedarse embarazada, se somete a tantos retorcimientos para ocultar su tripa que le sale un bebé espantoso. Pero llegan unos feriantes y, al ver la criatura, deciden alquilársela, y la mujer empezará a quedarse embarazada y a provocarse hijos deformes que le permiten vivir estupendamente del dinero que le dan los exhibidores de fenómenos. Esta historia la tomó de la vida real, cuando más de 8.500 niños eran abandonados cada año en las puertas de los hospicios y conventos parisinos. Era un mundo marcado por borrachos redomados, abortos, huérfanos y campesinos desorientados respecto a todo lo que no fuera la vaca, el pueblo y la estaca que cierra la puerta del aprisco", desmenuza Armiño.
La madre de los monstruos participa de todas las características que Maupassant aplicó a su "realismo de crónica social" desde las páginas de los periódicos. "Escribir para la prensa atizó su estilo, algo que su maestro Flaubert, que murió cuando él todavía era muy joven, nunca le hubiera permitido. Él inventa un tipo de cuento que tiene que ser muy directo, de estilo sencillo, sin pomposidad ni descripciones paisajísticas, capaz de enganchar al lector desde el primer párrafo. Una literatura, además, muy mediatizada por la oralidad pues son historias que alguien, como un médico o un marinero, nos cuenta".
La fama que obtuvo de la noche a la mañana Bola de Sebo le permitió dejar su rutinaria vida de funcionario para publicar y dar rienda suelta a sus dotes de atleta sexual, pero los excesos de su vida disoluta le condenaron a trabajar frenéticamente. "Era un galeote de la pluma. Tenía que entregar dos cuentos y dos crónicas semanales para periódicos distintos mientras iba escribiendo sus novelas", explica Armiño. "Un trabajo ingente. No se sabe cómo pero además le daba tiempo para estar de parranda con sus amigos remeros, coquetear con las chicas de los chiringuitos alrededor del Sena, asistir a las tertulias literarias y alternar con la princesa Mathilde y la condesa Potocka en los salones de la alta aristocracia. Y, como ganó mucho dinero con el periodismo, pudo cambiar de yate cada tres años: Bel Ami I, II y III, cada uno con más metros de eslora", dice el traductor, que en ese frenesí vital concede una gran importancia literaria a las visitas del autor a los prostíbulos. "Era algo habitual en la época y de ellos extrajo cuentos preciosos como La casa Tellier. En él, la dueña de un prostíbulo cierra su casa para viajar, con sus cinco pupilas, a la primera comunión de su sobrina. Durante la ceremonia religiosa, las putas conmueven a todo el pueblo con su piedad y compostura".
Pero más allá de esas historias donde el amor suele ser una experiencia decepcionante, Maupassant es el creador de ese relato de terror psicológico que tiene en El Horla su máxima concreción. "Sus cuentos de horror y locura son tal vez su aportación más interesante al género. En ellos no hay nada sobrenatural ni se dan, como en Poe, circunstancias que te llevan a enloquecer. Es el sentimiento de miedo que se desarrolla en la imaginación, la alucinación de desdoblamiento, lo que tortura a sus protagonistas y origina la catástrofe".
El profundo pesimismo de Maupassant, inspirado por sus lecturas juveniles de Schopenhauer y que pervivió hasta su muerte, guió una obra que condenó el fingimiento pero miró con compasión a las clases humildes. Aunque no hizo caso a su maestro en las críticas que afectaban a su naturaleza profunda ("Piense en cosas serias… ¡Demasiado remo! ¡Demasiado ejercicio! ¡Demasiadas putas!", le recriminaba Flaubert) sí respetó cada una de sus admoniciones referidas al valor del trabajo. "Con el tiempo ganará originalidad, una forma individual de ver y de sentir (porque todo está ahí); y por lo que se refiere al resultado, al éxito, ¿qué importa? Lo principal en este mundo es tener el alma en una región alta, lejos de los fangos burgueses", le aconsejó el autor de Madame Bovary. Y estos relatos, ejemplarmente traducidos por Mauro Armiño, confirman que el discípulo le dio la razón.
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