Cuando en 1988 accedí a la dirección editorial de Taurus Ediciones, en sus locales (donde también estaba Aguilar), tras una puerta casi siempre cerrada, descubrí que se afanaba un grupito de personas en torno a unos ficheros. Pregunté, y me dijeron que eran Manuel Seco y su equipo, que elaboraban su nuevo diccionario, comenzado en 1970.
Por supuesto, como todo profesional de la lengua conocía sus obras gramaticales y el Diccionario de dudas y dificultades. Pedí al entonces director de Aguilar, Mauricio Santos, que me lo presentara (prometiendo no distraer demasiado su labor), y ahí empecé mi relación con el Diccionario del español actual, todavía nonato. Efectivamente: habrían de pasar aún 11 años para que la obra viera la luz. Apareció en 1999, y era una absoluta novedad en el ámbito de la lexicografía española: un diccionario que tenía la desfachatez de no basarse en otros anteriores, sino en usos de nuestra lengua, literaria o no. Porque muchos diccionarios se hacen a partir de otros, y eso ha perpetuado no solo auténticos fantasmas lexicográficos (palabras que nunca han existido, pero que se acarrean de obra en obra), sino también voces desusadas, definiciones viciadas...
La pretensión de Seco y su pequeño equipo, dirigido por Olimpia Andrés, fue partir de ejemplos reales de uso de la lengua de España a partir de 1950. La estructura o planta de las definiciones se creó también exprofeso para esta obra, con lo que el resultado fue un diccionario de la lengua real, contemporánea, y hecho con criterios modernos. Del éxito logrado da cuenta el hecho feliz de que ahora aparezca la segunda edición actualizada.
Quienes hemos comprobado durante estos años la minuciosidad del trabajo que había detrás del Diccionario del español actual podemos adivinar el placer que habrá supuesto para sus artífices la elaboración de una edición corregida y aumentada. Recordemos que la documentación inicial empezó en 1970 a partir de libros y periódicos, por supuesto en papel. Las citas aspirantes a documentar una acepción se confiaron a fichas de papel, y la redacción se llevó a cabo del mismo modo, y solo al final se pasó a soporte informático para la edición. Desde la aparición de la obra en 1999 se ha ampliado muchísimo el número de periódicos en línea, y además existen los corpus de la Academia, lo que (unido a la continuación del trabajo de documentación) ha hecho posible perfeccionar el diccionario, y aportaré un pequeño ejemplo de cómo. En la primera edición, las 141.000 acepciones se ilustraban con 200.000 citas. Sin embargo había acepciones que, aun estando claras para el lexicógrafo, no tenían una cita que las atestiguara en el gran corpus manejado (y recordemos que estábamos aún en la era a. G., antes de Google). Estos ejemplos "de procedencia no localizada", se han sustituido ahora por citas bien referenciadas: por ejemplo, la acepción dos de barbacoa, que antes estaba ilustrada con un ejemplo creado ad hoc, ahora lleva una cita de Elvira Lindo.
Porque esta escritora, y Vila-Matas, y García Gual, y Umbral, y Martín de Riquer (y, si se me permite la confidencia, el autor de estas líneas), y multitud de periódicos y revistas, junto a obras de enseñanza y divulgación, y catálogos y folletos, han ido aportando a lo largo de más de 40 años los ejemplos de uso que luego, destilados en el alambique del lexicógrafo, han formado, gota a gota, las 83.000 palabras, que totalizan casi 200.000 acepciones ilustradas por 280.000 citas de la nueva edición.
¿Tenemos por fin aquí el Diccionario del español actual definitivo? ¡Ay!, la tarea del lexicógrafo, aunque esté informatizado, es la de un moderno Tántalo, que ve aparecer en la lejanía una fruta más jugosa, apenas está degustando la que con tantos esfuerzos ha podido coger. Los consultantes y lectores de esta obra disfrutarán de la claridad de las definiciones, de las precisas indicaciones de construcción y régimen (útiles tanto para el hispanohablante como para el extranjero), de los iluminadores ejemplos. Pero eso no impedirá que un puñadito de personas se detengan en la lectura de una novela, del prospecto de una medicina, y anoten una cita valiosa que aclara una acepción que no tuvieron en cuenta en la última edición: ¡queda para la siguiente!
El País
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