La guerra de los Balcanes, años 90, contada por
un ex combatiente... Una obra maestra de la literatura de guerra, de
cualquier guerra, aunque este relato se centre en una bien cercana en el
tiempo y en el espacio. Hay que leer este libro. Hay que acercarse a
este libro, a su testimonio, a su excelencia literaria: para que no se
repita lo que se cuenta en sus páginas. Y para descubrir a un autor
nunca antes traducido al español y, sin embargo, fundamental.
Los
Balcanes, años 90… He aquí la estremecedora novela de una época
terrible. He aquí un libro de relatos emocionante y lúcido sobre los
muertos de aquella guerra: lápidas, casi, más que capítulos. He aquí,
también, la autobiografía de su narrador, un joven escritor bosnio
convertido en soldado en medio del Apocalipsis.
Los
hombres y mujeres de cada bando, las palabras comunes (y las
diferentes), las ciudades arrasadas… Y, escasos como diamantes, algunos
pequeños gestos de bondad y ternura en medio de la barbarie. Son éstos,
junto al bienvenido humor, los únicos momentos de «descanso» que tendrá
el lector de esta obra maestra del dolor, de la vergüenza y de lo
incomprensible, intensa y hermosamente desoladora como pocas.
ADEM
Como el primer hombre, se llamaba Adem (Adán). Ninguno de nosotros
conocía su apellido. Vivía con su madre a las afueras de la ciudad, en
una casita de adobe. En su tierna infancia, Adem había sufrido el ataque
de unas ocas que le habían dañado la columna vertebral. Desde entonces,
no era más que un hombre a medias. Caminaba encorvado como el filo de
una hoz, marcado —lo que constituye en Bosnia la mayor de las
maldiciones, ya que a las personas estigmatizadas se las abandona en la
calle—.
En la calle, allí estaba Adem el primer
día de la guerra. Su cara de gorrión no podía comprender de qué se
trataba. Preguntaba qué ocurría a sus conciudadanos, que se apresuraban
en una u otra dirección y le respondían: «¡ES LA GUERRA, POR DIOS!». Él
había oído hablar de la guerra a lo largo de sus cuarenta años de vida,
se hacía una idea.
La ciudad se iba quedando vacía.
Por primera vez, Adem se dio prisa en volver a casa.
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