Nueva York, 19 jun (EFE).- A menudo desprestigiada, la
literatura infantil entra por la puerta grande en la Biblioteca Pública
de Nueva York con la exposición "Por qué los libros para niños
importan", en la que a través de Sendak o Carroll defiende "que los
niños tienen mucho que enseñar a los adultos sobre infancia".
"A menudo la literatura infantil está considerada como un preámbulo
para la literatura 'seria'. Pero no todo el mundo tiene por qué leer
'Guerra y paz' en su vida", explica a Efe el comisario de esta
exposición, Leonard S. Marcus, que recorre desde las fábulas de Esopo
-con un ejemplar de 1666 que sobrevivió al gran incendio de Londres- a
Harry Potter, entre otros hitos de la pequeña literatura.
En la exposición, que se inaugurará el 21 de junio y se prolongará
hasta el 23 de marzo de 2014, Marus establece un curioso recorrido con
rarezas como los muñecos de peluche que recreaban a los personajes de
Winnie-the-Pooh o el ejemplar de "Alicia en el país de las maravillas"
que perteneció a quien la inspiró, Alice Liddell.
Entre objetos como el paraguas con mango de loro que sirvió de
inspiración a la autora de "Mary Poppins", la australiana Pamela Lyndon
Travers, o grabaciones de "La telaraña de Carlota" recitado por su
autor, E.B. White, en la exhibición también se hila una sugerente
argumentación sobre la cuestión pedagógica.
"A lo largo de los últimos tres siglos, los adultos pensaron que
sabían lo que los niños querían, cuando ellos en realidad querían algo
muy diferente", asegura Marcus.
"Quizá los niños están más interesados en dejar su imaginación volar.
Desde un punto de vista religioso, muchos pensaron que los libros de
niños tenían que poner en el camino de la salvación o la virtud. Otros,
que tendrían que aprender lecciones sobre el mundo. Pero Lewis Carroll
decidió demostrar que había que divertirse con todo, que la vida puede
ser una experiencia lúdica y la imaginación puede ser un gran placer",
señala Marcus.
"Alicia en el país de las maravillas", divertimento perverso de un
matemático genial, o "Donde viven los monstruos", que introdujo
conceptos psicoanalíticos, dejaron de infravalorar la mente del niño,
según el comisario.
"Sendak pensaba que era absurdo apartar a los niños de la realidad y
que era mejor contarla en el marco de una historia que la hiciera
comprensible. Y que, además, les haga ver que no están solos en sus
preocupaciones", añade.
En "Donde viven los monstruos", así como en "La invención de Hugo
Cabré", también brillan por sus ilustraciones, que según Marcus, "tienen
una calidad que no desentonaría en un museo".
Y la exposición, cuyo nombre completo es "El ABC de esto: por qué los
libros para niños importa", también ilumina pasajes censurados de
algunos clásicos, como "Huckleberry Finn" o "Pippi Långstrump".
"Pippi era una chica que vivía sin padres, que nunca iba a la
escuela, que tenía un caballo que montaba en casa... era una niña de
verdad salvaje. Los adultos pensaron que no era un modelo para niños",
asevera Marcus.
Así, el comisario se enorgullece de que una institución como la
Biblioteca Pública de Nueva York se quite los prejuicios y mire de tú a
tú a la literatura infantil.
"La biblioteca es uno de los lugares más democráticos que el mundo ha
creado y el acceso a la información da al ciudadano poder y libertad",
concluye.
Comentarios