Durante años, la historiografía oficial de la
segunda guerra mundial se ha centrado en las acciones desarrolladas por
los ejércitos regulares de las potencias aliadas. En este libro se da
cuenta de otra lucha, la de las milicias populares no sólo contra el
fascismo, sino también contra el colonialismo y el imperialismo.
Dos
guerras paralelas: por una parte una guerra imperialista para
repartirse el mundo, y por otra una guerra popular, por mejores
condiciones, derechos y libertades. Un buen ejemplo de esta dicotomía
ocurrió en Grecia donde la resistencia local derrotó a los nazis y el
ejército británico suprimió la resistencia matando 50.000 personas. O en
Alemania, donde las numerosas comunidades antinazis fueron ignoradas.
El
abismo entre la motivación de los gobiernos aliados y la de los que
lucharon contra la barbarie, opresión y dictadura resultó insalvable.
Los acontecimientos que sacudieron el mundo entre 1939 y 1945 no
constituyeron pues un solo combate, si no que fueron dos guerras
distintas. Ésta es la otra historia, la olvidada.
"Gluckstein
ha escrito el que posiblemente es el libro más importante sobre la
segunda guerra mundial que se publicará en años. Se merece el número de
lectores más amplio posible. Uno sólo puede desear una segunda edición
ampliada, para una historia de las clases populares definitiva". John
Newsinger , Bath Spa University
INTRODUCCIÓN
La imagen de la segunda guerra mundial: una paradoja
La segunda guerra mundial es única entre los demás conflictos del siglo
xx. Otras guerras, como la primera guerra mundial, la guerra de Vietnam
o la de Afganistán, comenzaron en medio de un amplio apoyo popular,
azuzado por unos medios de comunicación sumisos, pero este apoyo se fue
perdiendo en cuanto la mortal realidad y las auténticas motivaciones de
los gobiernos se abrieron paso a través de la cortina de humo
propagandística. La segunda guerra mundial escapa de este paradigma. Su
reputación fue positiva de principio a fin, e incluso hoy en día
permanece inmaculada.
Hubo una comprensible
alegría, en los países bajo dominio del Eje, ante la derrota de
Alemania, Italia y Japón. Pero los encuestadores de los Estados Unidos
observaron que la popularidad de la guerra no hacía sino crecer conforme
aumentaba el número de muertos. Mientras que el apoyo al presidente
Roosevelt nunca bajó del 70 por ciento, el apoyo a iniciativas de paz
descendía.
Una situación similar se dio en
Gran Bretaña, donde los voluntarios de «Mass Observation»* medían la
opinión pública. De manera asidua registraban conversaciones y
calibraban actitudes. Un comentario «típico» del periodo de la «guerra
falsa» (cuando se habían declarado las hostilidades pero no se había
llevado a cabo ninguna acción) era: «no comprendo por qué no hacemos
nada... Por qué no atacamos Italia o comenzamos algo en Abisinia». Un
observador anotó «la abrumadora aclamación con que se recibía cualquier
noticia de una acción ofensiva». Hoy en día los imperialistas no se
dedican a hacer caceroladas por las calles para financiar sus
operaciones de bombardeo, pero en 1940 se estableció un «Fondo para
Aviones de Caza» cuya «característica más llamativa era la manera en que
todo el mundo se sumaba a la recogida de fondos...». Años de durísima
lucha y enormes pérdidas de vidas no hicieron disminuir el entusiasmo.
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