En
el verano de 1978, cuando España no ha salido aún del franquismo y no
termina de entrar en la democracia y las fronteras sociales y morales
parecen más porosas que nunca, un adolescente llamado Ignacio Cañas
conoce por casualidad al Zarco y a Tere, dos delincuentes de su edad, y
ese encuentro cambiará para siempre su vida. Treinta años más tarde, un
escritor recibe el encargo de escribir un libro sobre el Zarco,
convertido para entonces en un mito de la delincuencia juvenil de la
Transición, pero lo que el escritor acaba encontrando no es la verdad
concreta del Zarco, sino una verdad imprevista y universal, que nos
atañe a todos. Así, a través de un relato que no concede un instante de
tregua, escondiendo su extraordinaria complejidad bajo una superficie
transparente, la novela se convierte en una apasionada pesquisa sobre
los límites de nuestra libertad, sobre las motivaciones inescrutables de
nuestros actos y sobre la naturaleza inasible de la verdad.
1
-¿Empezamos?
-Empezamos. Pero antes déjeme hacerle otra pregunta. Es la última.
-Adelante.
-¿Por qué ha aceptado escribir este libro?
-¿No se lo he dicho ya? Por dinero. Me gano la vida escribiendo.
-Sí, ya lo sé, pero ¿solo ha aceptado por eso?
-Bueno, también es verdad que no siempre se le presenta a uno la
oportunidad de escribir sobre un personaje como el Zarco, si es a eso a
lo que se refiere.
-¿Quiere decir que el Zarco le interesaba antes de que le ofrecieran escribir sobre él?
-Claro, igual que a todo el mundo.
-Ya. De todos modos la historia que voy a contarle no es la del Zarco
sino la de mi relación con el Zarco; con el Zarco y con...
-Ya lo sé, también hemos hablado de eso. ¿Podemos empezar?
-Podemos empezar.
-Cuénteme cuándo conoció al Zarco.
-A principios de verano del 78. Aquella era una época extraña. O yo la
recuerdo así. Hacía tres años que Franco había muerto, pero el país
continuaba gobernándose por leyes franquistas y oliendo exactamente a lo
mismo que olía el franquismo: a mierda. Por entonces yo tenía dieciséis
años, y el Zarco también. Por entonces los dos vivíamos muy cerca y muy
lejos.
Boomerang
Comentarios