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Mortalidad

“Estas son mis primeras reacciones a la enfermedad. Estoy tranquilamente decidido a resistir físicamente lo mejor que pueda y a buscar los consejos más avanzados.”

Dejo de un lado las impertinentes descalificaciones que podrían darle a este escritor polemista, no necesito reiterar mi gran admiración por el talento y la competencia filosófica, y de debate de Christopher Hitchens. Con este escrito, así como los demás, por grave que sean sus pronunciamientos respecto a: política, filosofía, ciencia y religión sobre toda la demás, el interés del escritor, haciendo un análisis, lo que nos invita es a rebuscar nuestros conocimientos pre-establecidos, que al margen de las discusiones podamos actualizarnos, a crear un ambiente más terrenal, donde el empirismo religioso, más aun, sienta las bases, de aquello que no ha dado resultado, se autoanalice.

Despertarse con las voces de la muerte es uno de los momentos más amargos que le puede acontecer al hombre. El ruido de la muerte al despertarse, fue lo que llevo a escribir más tarde esta autobiografía a Hitchens, cuando en el ínterin de los acontecimientos le descubrieron una de las peores enfermedades que ha cobrado la vida de muchos: el cáncer. Este espectro o fantasma, que en la lejanía venia incubándose, lo llevo a redactar uno de sus peores momentos, y no aquellos debates razonados que había enfrentando contra los exponentes de la fe. Hasta sus últimos días continúo trabajando, creando, disponiendo su ejercicio: el debate.

A mi juicio, este texto marca el límite de lo que era en realidad Christopher Hitchens frente a esta devastadora enfermedad, como él la asume, con esa parsimonia, parquedad, y donde sus más opuestos ante la noticia de su padecimiento, asumen el oficio de entregar holocausto a sus dioses para que desaparezca el cáncer, más otros implementar la planadora infernal, y Hitchens, sin la menor prisa, no presta ni la mas mínima atención al servicio. “De la halagadora y sorprendente cantidad de gente que me escribió cuando caí enfermo, muy pocos han dejado de decir una de estas dos cosas. Me aseguran que no me ofenderán ofreciendo oraciones o insisten tiernamente en que rezarán de todos modos. Páginas web religiosas han dedicado un espacio especial a la cuestión” “escribieron para decir que sus congregaciones estaban rezando por mí. Y fueron los primeros a los que se me ocurrió responder preguntando: ¿rezando para qué?”. ¿Rezando para qué? vendría a ser la respuesta-pregunta, y no menos cierto es este animo, pues ante alguien le había escrito que un religioso quería verlo muerto y en el infierno.

Este libro, independientemente como el autor lo trate, es un libro que en el trasfondo nos muestra lo desgarrador que es el cáncer. Ni Villa Tumor, como lo trato, con esa inteligencia y humor mordaz, deja que el lector escape, al leer esas palabras con capacidad de riesgo que obliga a ojear hasta el final lo sorprendente ante lo banal e inútil como la esperanza que tienen muchos en ver regresar sus vidas a casa, así como ocurrió en el lecho de su enfermedad.

“Cuando describí el tumor en mi esófago como un «extraño ciego y carente de emociones”

Los ocho capítulos que compone el libro, no es más que la descripción de un escritor con una agudeza critica, pero ahora enfocada a la enfermedad que lo tiene postrado. El ultimo capitulo está compuesto por frases o textos sueltos, que a la sazón seria el proceso tardío para un capitulo mas del libro, pero la repentina muerte no lograron finalizarlo. El epilogo es la experiencia de su esposa junto al pensador, sus últimos días, sus reuniones, las giras, todas aquellas escenas junto a su esposo, hasta aquel día donde vio extinguirse la vida de Christopher Hitchens.

“La gente no tiene cáncer: se informa de que luchan contra el cáncer. Ninguna”

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