Eso sí, no se trata de ejemplares corrientes y vulgares. Su entusiasmo les lleva más lejos, por ejemplo, hasta la feria de anticuarios especializados en el mundo del libro que se ha celebrado recientemente en Pasadena (California), un foro en el que solo se encuentran obras descatalogadas, primeras ediciones, manuscritos originales o volúmenes agotados que muchos consideraban perdidos en el tiempo.
Es ahí por donde Pitt se paseó vestido con un chándal para no llamar tanto la atención y poder curiosear y comprar principalmente libros sobre arquitectura, su pasión. Los mismos pasillos que recorrió la productora Kathleen Kennedy, amante de los cuadernos de viaje de los exploradores, o el actor Steve Martin, también escritor y amante del arte con mayúsculas.
Cada uno tiene sus vicios. Y Depp tiene unos gustos claros, caros y muy amplios a la vez que bien definidos. Porque la estrella de Piratas del Caribe parece seguir los pasos del personaje que interpretó en La novena puerta dada su pasión por los libros. “No se trata sólo de una primera edición. Tiene muchas. De T.S. Elliot, de Rimbaud, Las flores del mar de Baudelaire”, explicó admirado el realizador Bruce Robinson, quien tras trabajar junto a Depp en The rum diary (El diario de ron, que todavía no se ha estrenado en España) y visitar la casa del actor en el sur de Francia se encontró en su maleta con un sorprendente regalo, una primera edición de un libro de poesía francesa.
Las preferencias de Depp también incluyen al poeta galés Dylan Thomas o al maestro del terror, Edgar Allan Poe, de quien posee una primera edición de Cuentos de misterio e imaginación que fue la envidia de Vincent Price cuando ambos actores entablaron amistad en la época de Eduardo manostijeras. Pero entre todos los autores que comparten su biblioteca, nadie le gusta tanto como los de la generación Beat y en especial su maestro, Jack Kerouac. Por él, Depp viajó hasta Lowell (Massachusetts, EEUU) para visitar la casa del autor de En el camino. Y de él posee no sólo algunas de sus cartas y manuscritos originales sino su última máquina de escribir.
Lo dicho, cada uno tiene sus manías; y si Cage fue quien le inculcó el gusanillo bibliófilo no fue así con el gusto. Al protagonista de La búsqueda lo que le van son los cómics, como ese número uno robado y hallado de Action comics, la primera aparición de Superman, vendido el pasado año en una subasta por 1,6 millones de euros. A Cage también le interesaba J. D. Salinger, cuya obra El guardián en el centeno, le sirvió para ganarse el corazón de la que fue su primera esposa, Patricia Arquette, a quien entregó una primera edición como prueba de su amor.
En el caso de Pitt, además de los libros de arquitectura y fotografía, pasiones que en su caso añadieron fuego a su separación de Jennifer Aniston, el candidato al Oscar por Moneyball también comparte el amor por Salinger y Kerouac, pagando además miles de dólares por una primera edición de algunos de los títulos más conocidos de Cormac McCarthy, autor de No es país para viejos y La carretera. “Yo no puedo ir a Heritage sin comprar algo. Es como mi iglesia”, comentó recientemente la actriz Sarah Michelle Gellar en referencia a una de las casas de antigüedades y subastas más conocidas de Los Ángeles que ofrece un amplio catálogo de obra impresa.
No es una moda actual como saben los bibliófilos que citan al libretista Jerome Kern como uno de los primeros ratones de biblioteca de Hollywood. El compositor de Old man river fue célebre por poseer una copia de La reina Mab: un poema filosófico de la propia Mary Shelley, valorado ya en 1920 en 4.600 euros.
Sin embargo no siempre la compra de libros está unida al coleccionismo. Son muchos los rodajes que recurren a estas ferias del libro antiguo como fuente de información. O los agentes que encuentran en estos incunables ese objeto único con el que agasajar a sus clientes o con el que borrar las dudas de un actor a la hora de aceptar un proyecto. Como indicó recientemente un librero, es un sano cambio sociológico “ver que la industria regala libros”. Un cambio en los gustos pero no en los precios.
John Larroquette, amante de la obra de Samuel Beckett, admite sin reserva que cuenta con libros valorados en más de 15.300 euros. Y la proximidad de los Oscar no hace más que avivar el fuego con un candidato que permanecerá anónimo comprando en la última feria de Pasadena un libro de 95.700 euros, una ganga después de que el anterior volumen que compró al mismo librero tuvo un valor de 153.000 euros. “Whoopi Goldberg transforma una mala feria en una bonanza”, asegura uno de esos locos por los libros en la página Bookride.
Goldberg sigue los gustos de otro coleccionista y actor como Bill Cosby, amante de la literatura afroamericana y que cuenta en su colección con la primera edición del libro de poemas de Phillis Wheatley, la primera escritora negra que publicó en Estados Unidos.
Al igual que Depp, a Cosby le gusta utilizar el término de guardián más que el de coleccionista, decidido a preservar esta parte de la cultura estadounidense. “A mí me llaman acaparador de alto copete”, bromeó el realizador Brett Ratner, un gran comprador de libros de fotografía, en especial del estadounidense Robert Frank de quien posee tres copias de la primera edición de Los americanos.
Otros, como Madonna, no compran libros que no puedan leer y aunque a la chica material le apasiona Hildegard von Bingen, no tiene copias de su obra en latín, idioma de sus composiciones medievales, porque no sabe leerlos.
El País
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