En el bajo del edificio que ocupa la Editorial Siruela, una ventana
deja ver los pies y los zapatos de gente que avanza a toda prisa por la
calle. Dentro, en un salón de actos vacío, la voz de Ernesto Mallo (La
Plata, Argentina, 1948) rebota en las paredes decoradas con retratos de
escritores. Está sentado en una pequeña e incómoda silla negra, ha
colgado su chaqueta color marrón en el respaldo y matiza lo que dice con
el movimiento de sus manos. No está en un interrogatorio policiaco como
los que aparecen en sus novelas y, sin embargo, se limita a contestar
con precisión lo que se le pregunta. Es su estilo. Así son sus libros.
Es que antes de ser novelista, Mallo escribía únicamente obras de
teatro y guiones de cine. “Yo creo que todos los autores deberían hacer
una incursión en la dramaturgia. Porque tiene límites muy precisos:
tienes que contar la historia únicamente a través de acciones y
diálogos. Sin olvidar la escenografía o el paisaje, claro. Pero si no te
centras en eso, empiezas a opinar, a extenderte, a engordar el libro.”
Hace más de una década, cuando Argentina vivía una crisis económica
feroz y el “corralito” limitó las expectativas de sus ciudadanos,
Ernesto Mallo se cansó de buscar alguien que le produjera una película o
una obra de teatro. Así que decidió escribir una novela y con ella fue
finalista del Premio Clarín-Alfaguara. “Yo ya tenía cincuenta y pico,
pero volqué en la prosa toda mi experiencia en cine y teatro y me fue
bien.”
Asegura que hacer novelas negras no es tan difícil. “Porque
Argentina, y Latinoamérica en general, nos da demasiado material para
hacerlo. ¡Hay tantas cosas que suceden! El poder criminal es muy grande.
Y encima, muchas veces, está coludido con el poder político. Yo siempre
digo: lo que es malo para la humanidad es bueno para la literatura.”
Pero si los acontecimientos de los países latinoamericanos propician
la escritura de novelas policiacas, ¿por qué ultimadamente triunfan los
escritores nórdicos? “Por la originalidad. Porque la sangre se ve bien
en la nieve. Y por esnobismo, creo yo. Y por novedosos: porque todo lo
que pasa en Latinoamérica ya es muy común. En cambio, un homicidio en
Suecia, ¡oh!”
Mallo leyó un día la noticia de que la trata de personas se había
convertido en el segundo negocio ilícito más rentable del mundo y se
convenció de que de ahí podría sacar una buena historia. Durante doce
meses, realizó una investigación al respecto con la ayuda de ONG´s
argentinas dedicadas a rescatar chicas que han sido obligadas a
prostituirse mediante el secuestro o el engaño y, simultáneamente,
escribió Los hombres te han hecho mal (Siruela, 2012). Son casi
200 páginas que cuentan cómo el jubilado comisario Lascano aprovecha
toda su experiencia para encontrar a la nieta de una mujer millonaria.
Pista tras pista, se introduce en el mundo de la trata de mujeres y en
el escudo que protege el delito: políticos y criminales despiadados.
“Me contactaron con algunas chicas rescatadas, con policías y
fiscales que están trabajando el tema y conversamos y tomé algunas
notas, pocas, y me senté a escribir.” Dice que el tema lo eligió a él y
no al revés, que siempre es así. “Encaro el tema y soy poseído por el
tema. Ya no soy yo, sino esa posesión y por eso llega el momento en que
escribo con facilidad. Si no ocurriera eso, tal vez no me dedicaría a
nada y sólo contemplaría el mundo.”
Esta es la sexta quinta que escribe (“todas negras”) y se ufana de no
leer ficción. “Porque no me atrapa. Hay un autor que estoy leyendo
siempre, que es Shakespeare. Borges decía: “para novedades, los
clásicos.” Los que escribimos ahora no sabemos qué pasará con nuestras
novelas dentro de diez años. Pero aquellos que han escrito hace 500 años
parece que te hablan de algo de hoy. Porque han tocado algo de lo
humano y eso los hace imprescindibles, ¿no?”
El País
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