El novelista Jonathan Franzen
(Chicago, 1959) dejó el domingo en Guadalajara una estela de simpatía y
modestia desde el momento en el que arrodillándose teatralmente ante
Silvia Lemus, la viuda de Carlos Fuentes, recibió la medalla que lleva el nombre del escritor mexicano en la inauguración del Salón Literario de la 26 edición de la Feria Internacional del Libro.
El autor de Las Correcciones (2001),libro del que se han vendido 2,8 millones de ejemplares en todo el mundo, Libertad (2011) y el reciente volumen de ensayos, Más afuera
(Salamandra, 2012) declinó asumir el papel del escritor que mejor
encarna el “espíritu de los tiempos”, con mayúsculas, y orientó su
charla con su colega mexicano Jorge Volpi
hacia la construcción de la novela, la creación de personajes, los
efectos de las nuevas tecnologías, la política de EE UU y las relaciones
entre el escritor y sus lectores.
Tras hacer una advertencia -”cuanto más hable de cómo se escribe una
novela menos respeto van a tener ustedes por los novelistas”-, Franzen
desgranó algunas de las ideas que lo han convertido en uno de los
autores más importantes de lo que va de siglo:
La novela: “No fue hasta la tercera edición, que Daniel Defoe
admitió que se había inventado a Robinson Crusoe y eso fue lo que hizo
que la novela alzara el vuelo, que funcionase la conexión entre el
escritor y el lector, cuando éste sabiendo que el personaje era ficticio
pudo identificarse con él. La novela consiste en la conexión en el
tiempo y en el espacio entre el escritor y el lector a través de
personajes inventados, y para hacer eso el autor tiene que amar a sus
personajes”.
Los personajes: “Un novelista se proyecta a sí mismo
en fragmentos y crea personajes. Y yo tengo más personalidades de las
que necesito. Muchos están basados en mi madre, en mi familia y en mis
amigos más cercanos. Otros proceden de gente que conocí y luego no volví
a ver jamás o de alguien que tenía una voz que me impresionó”.
Los lectores: “No quiero excluir a ningún tipo de
lector y tampoco a los conservadores. Es importante no abusar de su
confianza. Mis libros están dirigidos a un público que no se conforma,
que no es feliz con las narrativas sencillas. Creo que mi tipo de lector
es aquel que se aburre cuando ve fotos de comida en las redes
sociales”.
Las nuevas tecnologías: “No me opongo al libro
electrónico pero como creador de contenidos me preocupa que la gente
deje de pensar en el libro como algo por lo que se tiene que pagar. Los
teléfonos móviles, Facebook, Twitter,
etcétera, francamente me parecen adicciones, tienen un efecto paliativo
pero no establecen conexiones reales, humanas. La novela es una buena
oportunidad para liberar a la gente de esas adicciones”.
Libertad: "Quise escribir la historia del
matrimonio de mis padres, pero no me interesaba describir la década de
los cuarenta o los cincuenta que no conocí y traté entonces de
imaginarme cómo hubieran sido mis padres si hubieran nacido en mi
generación. Decir lo indecible solo es posible a través de la
imaginación”.
La política: “Durante los años de Bush se abusó de
las personas buenas. La gente creyó al presidente cuando dijo que Irak
tenía armas de destrucción masiva o que Sadam Husein era un peligro para
la seguridad mundial. En 2004 estaba tan enojado que no podía escribir.
Libertad despegó al día siguiente de la elección de Obama. Mis
niveles de ira bajaron de la noche a la mañana. Como ciudadano soy
demócrata, pero como escritor no tengo partido”.
El País
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