“¡Que se jodan!”. Es el único momento en que el imperturbable Alfredo
Bryce Echenique se deja llevar. El mensaje, desde Madrid, es para todos
aquellos que desde hace dos meses le tienen como blanco de sus críticas
por la concesión del premio Feria Internacional de Guadalajara de Literatura en Lenguas Romances 2012. Aunque el premio es a su obra literaria, (entre la que se cuentan libros importantes como Huerto cerrado, Un mundo para Julius y La vida exagerada de Martín Romaña) escritores e intelectuales mexicanos y latinoamericanos han expresado su desacuerdo al revivir las acusaciones de plagio contra el autor peruano por varios artículos periodísticos.
“No he plagiado… Nunca lo he hecho”, asegura el escritor, quien no se
muestra del todo sorprendido ante la reacción que ha suscitado el
galardón de la feria mexicana. “Es un grupo de extrema derecha. Hay
gente que quiere todos los premios para ellos. Son unos frustrados”,
según Bryce Echenique (Lima, 1939). E insiste en que los tribunales no
lo han condenado, y, por el contrario, lo han absuelto en seis o siete
casos. “Todo ha sido por la maldad de alguien. Por envidia”, remacha el
novelista, que ayer inauguró la VII Conferencia Internacional Literatura
y Automóvil, organizada por la Fundación Eduardo Barreiros, en
colaboración con la Fundación MAPFRE. Cinco días en los que estarán Cees
Nooteboom, James Ellroy, Eduardo Mendoza, Enrique Vila-Matas y Paul
Theroux.
Con un panorama dividido entre la indiscutible calidad de la obra de
ficción de Bryce Echenique y su obra periodística en entredicho, la FIL
decidió, en un hecho inédito, entregarle el premio la semana pasada en
su casa de Lima, y no durante la celebración de la feria, del 24 de
noviembre al 2 de diciembre. El escritor se muestra un poco triste y al
tiempo comprensivo ante esta medida de precaución: “Allá me querían
linchar”.
Ante las reflexiones de escritores como Juan Villoro que argumentan
que “la ética de un autor no puede estar al margen de su escritura”,
Bryce Echenique insiste en que no ha plagiado, y acto seguido pregunta:
“¿Cuántos poetas han estado fuera de la ética?”. Lo dice en su habitual
tono tranquilo, pausado y sin inmutarse.
La misma actitud con la que, minutos antes, ha dado los brochazos
clave de su vida de escritor. Una actividad que nació de forma solitaria
y en contra de su familia. Eso lo empujó a escaparse en 1964, con 25
años, de Lima en un barco de carga hasta terminar en París donde
emprendería el camino que lo ha traído hasta aquí y que él resume a
través de siete libros:
Huerto cerrado (1968). “Son cuentos y es mi primer libro.
Significó muchísimo porque era el resultado de mis primeros escritos. Mi
familia me habría matado para que no escribiera, así que cuando empecé a
hacerlo, lloré”.
Un mundo para Julius (1970). Surge tras la lectura de
Cortázar con el cual descubrí mi estilo, la oralidad, la ironía, los
diferentes tipos de humor”.
Tantas veces Pedro (1977). “Es mi libro favorito, al que más
quiero y el que menos éxito ha tenido, menos en Japón donde lleva no sé
cuantas ediciones. Lo escribí en un momento feliz de mi vida, cuando
vivía en Menorca”.
La vida exagerada de Martín Romaña (1981). “El primer libro en que un latinoamericano critica al boom porque el autor no se ocupa de su país si no que habla de otro. Es mi novela parisina”.
Dos señoras conversan (1990). “Mi homenaje personal a Henry James creador de ese maldito género que es la nouvelle”.
La amigdalitis de Tarzán (1999). “Una linda historia de amor”.
Dándole pena a la tristeza (Anagrama, 2012). “Es mi última
novela, la novela de mi vida. He esperado muchos años para escribirla,
tanto que el título lo tengo desde 1972. Siempre había querido contar el
ascenso y caída de una familia limeña. Una burguesía que no se sabe
mirar al espejo”.
Y una burguesía que no deja de tirarle puyas, a las que Bryce
Echenique ya no hace caso. ¿Y a las de quienes lo critican por el premio
FIL, que les dice? “¡Que se jodan!”, repite.
El País
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