LA MEJOR PUERTA DE ENTRADA AL UNIVERSO BELLATIN
Traducido
a más de 15 idiomas, Mario Bellatin ha sido finalista de Premio Médicis
2000 a la mejor novela extranjera publicada en Francia y ganador de los
premios Xavier Villaurritia 2000 y Mazatlán de Literatura 2008. Además
recibió la Beca Guggenheim en 2002.
En Obra reunida
se recoge una parte esencial de su bibliografía. Son novelas cortas
que, según la crítica y muchos lectores, funcionan como los sueños. Para
Mario Bellatin, la interpretación del lector es más importante que
cualquier crítica concreta.
Alfaguara recupera una parte esencial de la narrativa de Bellatin en esta primera parte de su Obra reunida:
Salón de belleza, Efecto invernadero, Canon perpetuo, Damas chinas, El
jardín de la señora Murakami, Bola negra, Shiki Nagaoka: una nariz de
ficción, La mirada del pájaro transparente, Jacobo el mutante, Perros
héroes, Flores, La escuela del dolor humano de Sechuán, Underwood
portátil: modelo 1915, y Los fantasmas del masajista y La biografía
ilustrada de Mishima (ambos incluidos en La clase muerta). Estos textos
constituyen la mejor manera de abordar la obra de un autor muy singular y
considerado uno de los más importantes renovadores del género
narrativo.
Salón de belleza
Hace
algunos años, mi interés por los acuarios me llevó a decorar mi salón
de belleza con peces de distintos colores. Ahora que el salón se ha
convertido en un Moridero, donde van a terminar sus días quienes no
tienen dónde hacerlo, me cuesta mucho trabajo ver cómo poco a poco los
peces han ido desapareciendo. Tal vez sea que el agua corriente está
llegando demasiado cargada de cloro, o quizá que no tengo el tiempo
suficiente para darles los cuidados que se merecen. Comencé criando
Gupis Reales. Los de la tienda me aseguraron que se trataba de los peces
más resistentes y, por eso mismo, los de más fácil crianza. En otras
palabras, eran los peces ideales para un principiante. Tienen, además,
la particularidad de reproducirse rápidamente. Los Gupis Reales son
vivíparos, no necesitan tener un motor de oxígeno para que los huevos se
mantengan en la pecera sin que el agua tenga que cambiarse. La primera
vez que puse en práctica mi afición no tuve demasiada suerte. Compré un
acuario de medianas proporciones y metí dentro una hembra preñada, otra
todavía virgen y un macho con una larga cola de colores. Al día
siguiente el macho amaneció muerto. Estaba echado boca arriba, entre las
piedras multicolores con las que recubrí la base. De inmediato busqué
el guante de jebe con el que hacía el teñido de cabello a las clientas, y
saqué al pez muerto. En los días siguientes nada importante ocurrió.
Simplemente traté de encontrar la medida correcta de comida para que los
peces no sufrieran de empacho ni murieran de hambre. El control de la
comida ayudaba además a mantener todo el tiempo el agua cristalina. Pero
cuando la hembra preñada parió se desató una persecución implacable. La
otra hembra quería comerse a las crías. Sin embargo, los recién nacidos
tenían unos poderosos y rápidos reflejos que momentáneamente los
salvaban de la muerte. De los ocho que nacieron sólo tres quedaron
vivos. La madre, sin ninguna razón visible, murió a los pocos días. Esa
muerte fue muy curiosa. Desde que parió se había quedado estática en el
fondo del acuario sin que la hinchazón de su vientre disminuyera en
ningún momento. Nuevamente tuve que ponerme el guante que usaba para los
tintes. De ese modo saqué a la madre muerta y la arrojé después por el
escusado que hay detrás del galpón donde duermo. Mis compañeros de
trabajo nunca estuvieron de acuerdo con mi afición por los peces.
Afirmaban que traían mala suerte. No les hice el menor caso y con el
tiempo fui adquiriendo nuevos acuarios así como los implementos
necesarios para tener todo en regla. Conseguí pequeños motores para el
oxígeno, que simulaban cofres de tesoro olvidados en el fondo del mar.
Hallé también motorcitos en forma de hombres rana de cuyos tanques
salían en forma constante las burbujas. Cuando al fin conseguí cierto
dominio con otros Gupis Reales que fui comprando, me aventuré con peces
de crianza más difícil. Me llamaban mucho la atención las Carpas
Doradas. Creo que fue en la misma tienda donde me enteré de que en
ciertas culturas era un placer la simple contemplación de las Carpas. A
mí comenzó a sucederme lo mismo. Podía pasar muchas horas seguidas
admirando los reflejos que emitían las escamas y las colas. Alguien me
confirmó después que ese tipo de pasatiempo era una diversión
extranjera.
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