Ir al contenido principal

Hitchcock revive en la piel de Hopkins

La imagen de la nueva película sobre Alfred Hitchcock que ha salido a la luz da miedo. Miedo por el extraordinario potencial de una buena sesión de chapa y pintura, cuyos resultados pueden ser tan asombrosos como los conseguidos con el otro maestro del suspense, Anthony Hopkins, que calca la célebre silueta del modelo original. Con su papada y pose altanera incluidas, Hopkins protagoniza Hitchcock, un paseo retrospectivo por el rodaje del icónico filme de 1960 Psicosis, que se estrenará el año que viene. Tras la mera publicación de la foto ayer, las redes sociales, Twitter a la cabeza, ya han comenzado a arder.

Con Helen Mirren en el papel de Alma, la esposa del cineasta; James D’Arcy en el de Anthony Hopkins, el protagonista de la escabrosa historia; Scarlett Johansson como la mítica Janet Leigh aterrorizada bajo la ducha; y Jessica Biel interpretando a la actriz Vera Miles, la película, que comenzó a grabarse –quién sabe si simbólicamente- el pasado viernes 13 en Los Ángeles, está dirigida por Sacha Gervasi, autor del musical documental Anvil. La historia, que indaga en los altibajos que marcaron la relación del legendario director, fallecido en 1980, con un desdeñoso estudio de grabación durante el rodaje del filme, es una adaptación de John McLaughlin (guionista de Cisne negro) de la novela de Stephen Rebello Alfred Hitchcock and the Making of Psycho, título originalmente previsto también para la película.

Y, aunque esta vez para la pequeña pantalla, el futuro próximo depara doble ración de Hitchcock. La BBC está preparando en estos momentos el telefilme The Girl, también con un rodaje del cineasta británico como leitmotiv, en este caso el de Los Pájaros. A la cabeza del elenco, Toby Jones en el papel del director y Sienna Miller en el de Tippi Hedren, el personaje principal de la película y musa hitchcockiana.

El País

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta de Manuela Sáenz a James Thorne, su primer marido

No, no y no, por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución. ¡Mil veces, no! Señor mío, eres excelente, eres inimitable. Pero, mi amigo, no eres grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin tus méritos no seria nada. ¿Crees por un momento que, después de ser amada por este general durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? No vivo para los prejuicios de la sociedad, que sólo fueron inventados para que nos atormentemos el uno al otro. Déjame en paz, mi querido inglés. Déjame en paz. Hagamos en cambio otra cosa. Nos casaremos cuando estemos en el cielo, pero en esta tierra ¡no! ¿Crees que la solución es mala? En nuestro hogar celestial, nuestr

Donna Tartt, el vuelo entre la alta y la baja literatura

Por su primer título,  El secreto  (1992), Donna Tartt  (Greenwood, Misisipí 1963) recibió un adelanto de 450.000 dólares (el equivalente sería hoy una cifra muy superior), caso insólito en alguien que no había publicado aún nada. Antes de salir el libro, un  extenso perfil aparecido en  Vanity Fair  predijo la fama de la autora, anunciando la irrupción en el panorama de las letras norteamericanas de una figura que supuestamente borraba la distancia entre la alta y la baja literatura. Confirmando las esperanzas puestas en ella por sus editores, “El secreto” vendió cinco millones de ejemplares en una treintena de idiomas. Las críticas fueron abrumadoramente favorables, aunque no hubo unanimidad con respecto al diagnóstico de  Vanity Fair.  La primera novela de Donna Tartt es un thriller  gótico que lleva a cabo con singular habilidad el desvelamiento de un misterioso asesinato perpetrado en el departamento de lenguas clásicas de Hampden College, institución universitaria de carácter

Las muchas lenguas de Kundera

La primera novela de  Milan Kundera ,  La broma,  es la historia de cómo una ironía leída por quien no debería –escribir en una postal “El optimismo es el opio del pueblo”– arruina la vida de su protagonista en la Checoslovaquia comunista. La última,  La fiesta de la insignificancia  –que su editorial en España, Tusquets, saca a la calle el 2 de septiembre– relata en uno de sus capítulos como Stalin relata una historia que puede ser, o no, un chiste, aunque descubrirlo no es sencillo: si por casualidad no es un chiste y es un delirio de dictador, puede costar la vida al que se ría a destiempo. En medio, transcurre la vida de uno de los escritores europeos más importantes del siglo XX, cuya existencia podría ser definida como una gran lucha contra un mundo que ha perdido el sentido del humor. Los chistes son un ángulo magnífico para contar la historia del comunismo en Europa Oriental y la URSS: “Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente” “¿Cómo se llama una orq