Emilia Pardo Bazán en lo alto de la Torre de la Quimera, con la mesa y la silla que todavía perduran. En una imagen publicada en 'América-Latina' (Londres, 1916) y reproducida en el libro 'Meirás, un pazo, un caudillo, un espolio'
Las vitrinas de su biblioteca, su silla y la mesa donde escribía sobreviven en la propiedad tras el paso de Franco, el incendio y la desaparición de piezas denunciada los investigadores.
El historiador Manuel Pérez Lorenzo coteja estos días las viejas fotos que se tomaron en las Torres de Meirás en vida de Emilia Pardo Bazán con el inventario de lo que ha dejado tras de sí la familia Franco, obligada a abandonarlo. Las hay de su familia y sus amigos merendando, refrescándose en el estanque o en concurridas fiestas sociales. También de ella supervisando la construcción, sentada en su despacho de la planta baja o asomada al Balcón de las Musas, junto a la mesa y la silla donde escribía sus obras, en lo más alto de la Torre de La Quimera, que mandó levantar inspirada en las del homenaje de los castillos medievales. También han aparecido retratos sin figura, en los que los protagonistas, simplemente, son los muebles: la decoración que existía antes de que en 1938 el pazo fuese entregado a Francisco Franco por una corte de prohombres del régimen en A Coruña. Bastantes de esos objetos sobreviven en el lugar, la mayoría desubicados y muchos deteriorados, justo cuando se cumple un siglo de la muerte de la autora. La misión es evitar que se pierda el control sobre ellos. “En cuanto salgan por la puerta” en la mudanza de la familia Franco, que a punto estuvo de comenzar hace una semana y ahora está parada por orden judicial, “quedarán descontextualizados y perderán su valor y su protección”, avisa Pérez Lorenzo.
Comedor del pazo de Meirás en vida de Pardo Bazán. / ARCHIVO DE LA REAL ACADEMIA GALEGA
El especialista, autor junto con Carlos Babío del libro Meirás, un pazo, un caudillo, un espolio (Fundación Galiza Sempre), forma parte de la comisión de expertos, anunciada en diciembre por la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo, que debate los usos futuros del palacete de Sada (A Coruña) como espacio público. Mientras tanto, Pérez Lorenzo revisa todos esos documentos gráficos que hablan de la grandeza del pazo antes de la Guerra Civil, además de instantáneas anteriores a la muerte de Franco, para identificar, con el actual inventario judicial en la mano, no solo los muebles del pasado que perduran, sino aquellos que se han esfumado. El suyo es el inventario del inventario, mucho más completo porque ahonda en el origen de las piezas, algo que la apresurada relación de 697 objetos que elaboraron los técnicos de la Xunta no hace.
Así el historiador comenta que ha descubierto que faltan cuadros, estatuas y otros bienes muebles que sí estaban cuando en 2008 se aprobó el decreto de bien de interés cultural (BIC) y los Franco quedaron obligados por ley a abrir las torres a las visitas. Una de las ausencias sobre las que llama la atención son los colmillos de elefante de metro y medio regalados en la dictadura por el gobernador de la antigua Guinea Española Francisco Macías. “Aún aparecían en el vestíbulo en fotos de 2016″, apunta el investigador Carlos Babío.
La jueza Marta Canales (derecha) entrega las llaves a la abogada general del Estado, Consuelo Castro, el pasado diciembre en la Torre de La Quimera, ante la mesa de trabajo de Pardo Bazán.
Cuando las herederas de Pardo Bazán vendieron a la Junta pro-Pazo en 1938 el inmueble por 406.346 pesetas, los expertos sostienen que el precio incluía también la decoración y todos los objetos. Todos, excepto los libros de la biblioteca de la escritora, que fueron un “regalo” personal a la esposa del dictador, Carmen Polo. Tras el incendio que se cebó en el comedor y en el dormitorio de Franco en 1978 y dañó otras estancias, los libros fueron donados a la Real Academia Galega. Pero muchos, no se sabe por qué, quedaron en el pazo. Hoy, según describe Babío, se encuentran mezclados con los del dictador, desordenados y hasta almacenados “en la alacena de la cocina”.Pese a las flagrantes ausencias detectadas por Pérez Lorenzo en Meirás, el profesor del IES Isaac Díaz Pardo de Sada ha elaborado una relación, todavía incompleta, de los tesoros que perduran desde tiempos de los Pardo Bazán. La mesa sobre la que la autora trabajaba desde las cinco de la mañana en su literatura continúa en la Torre de Levante (o La Quimera), y fue la utilizada cuando la jueza entregó las llaves al Estado, el 10 de diciembre.
La silla en la que se sentaba para escribir, sin embargo, está ahora en el vestíbulo junto a otra del mismo juego, fuera de lugar, al igual que la colección de asientos bordados por las manos de la escritora y de otras familiares, que formaban parte del despacho de la planta baja. Ahora, las que existen están en la capilla. Las vitrinas y estanterías donde ella organizaba sus libros fueron retiradas cuando Franco mandó reformar la biblioteca de la torre y hoy sirven para el almacenaje, repartidas entre un corredor y la granja que hay en la finca. Estas últimas se han convertido en muebles del taller, según el historiador están “modificadas, pintadas de blanco y en muy mal estado”.
Vestíbulo donde se conservan algunos de los objetos de la primera dueña. Actualmente ya no están los colmillos de elefante que el dictador guineano Francisco Macías regaló a Franco.
También en la granja se guardaron, oxidadas, las armaduras con las que el hijo de la escritora decoró la escalinata de honor. A juego había panoplias de espadas. Todo, con la pretensión de remarcar con “escenografía” una “posición nobiliaria”. Emilia Pardo Bazán ideó Meirás como su espacio de creación literaria, explica el profesor, pero al mismo tiempo quería decir “aquí tengo mi castillo. Soy mujer, escritora y noble”.
Entre los bienes llegados antes de 1938 que cita Pérez Lorenzo siguen, en la capilla, el sepulcro que diseñó la escritora para su muerte y en el que nunca fue sepultada; el retablo central (siglos XVII-XVIII) y uno de los laterales; la mayoría de las imágenes y de los reclinatorios, un gran Cristo con pelo natural que aparece descrito por la novelista en un pasaje de La quimera y las consabidas sillas bordadas. La más grande, decorada con la efigie de Catalina de Alejandría, era la preferida de Pardo Bazán.
Capilla de Meirás, en una de las visitas guiadas a las que obliga su condición de bien de interés cultural.
En el vestíbulo permanecen, como en vida de la propietaria original del pazo, dos tallas antiguas, un mueble de marquetería, un arcón y varias sillas. En el salón grande, dos vitrinas con mesa. En la planta baja de la Torre de Levante, un retrato de dama, posiblemente, según el estudioso, la madre o la tía de Emilia Pardo Bazán. En la biblioteca que se hizo Franco en otra ala están algunas de las sillas que la antigua moradora tenía en su comedor de los banquetes, y en otros rincones se identifican más mesas y cuadros que vivieron con ella. “Esos muebles ya venían con la casa” cuando se la entregaron a Franco, reivindica Babío, que lleva tres décadas rastreando los avatares de la mansión.
“Impedir la rapiña”
Según él, este debería ser suficiente motivo para que no entraran en la mudanza que planean los Franco. “La escritura de la compra, costeada con el dinero de todos los gallegos que fueron obligados a pagar, decía claramente lo que se adquiría: esas torres y todos los bienes que incluían”. Los muebles, defiende, formaban por tanto parte del agasajo realizado al jefe del Estado que, según las dos sentencias que reconocen la titularidad pública de la mansión, adquirió carácter de residencia oficial, como una extensión estival del Palacio del Pardo.
Tanto Babío como Pérez Lorenzo forman parte de la Iniciativa Defende Meirás, la plataforma ciudadana que acaba de nacer con la misión de “impedir que los Franco continúen con la rapiña”, y que el pazo siga constituyendo, en palabras del primero, “las casi nueve hectáreas de impunidad fascista” que quedan en España. El colectivo, que organiza una manifestación en Sada el 19 de junio, ha pedido este viernes a la Xunta que lleve a cabo el acuerdo logrado por unanimidad en el Parlamento gallego para extender la protección BIC de las torres a los bienes que contienen. “La Xunta tiene las competencias y el catálogo hecho”, sostiene Babío. “Con estas herramientas”, dice, puede impedir que los nietos del dictador dejen el pazo vacío.
Fuente:elpais.com
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